
El vocablo “telekinesis” no es reciente, su origen se remonta al 1890 y fue acuñado por el investigador ruso Alexander N. Aksakof. Dos décadas después en los EUA aparece el término “psicokinesis” formando parte del libro “On the Cosmic Relations”. Pero este neologismo aún tuvo que esperar dos décadas más, hasta el 1934, para ser adoptado por el norteamericano Joseph Bank Rhine y pasar a formar parte del glosario de la Parapsicología. Entonces se utilizó en el contexto de un experimento donde Rhine intentaba determinar si una persona podía influir mentalmente en el resultado de una tirada de dado.
En ese momento Rhine contó con 25 voluntarios que fueron instruidos para que se concentrasen e intentasen incidir en los resultados combinatorios. Inicialmente los resultados fueron muy positivos pero con el pasar del tiempo la “incidencia psicokinética” disminuyó. Rhine interpretó estos resultados como una evidencia positiva de la existencia de la psicokinesis mientras que, el declive en la incidencia, lo explicó como un cansancio normal después de mucho esfuerzo mental.
Para aquellos que aún no sepan a que me estoy refiriendo, debo decirles que la telekinesis se refiere a la posibilidad de influir sobre la materia y la energía sin una causa mecánica observable. La psicokinesis se utilizaría para referirse a la incidencia de la psiquis o energía humana en estos procesos. Como podrán imaginar, las historias locales están repletas de ejemplos de personas con peculiares capacidades telekinéticas. Quizás uno de los casos más famosos e inexplicables se observó en la década del ’60 cuando Nina Kulagina, una ama de casa rusa, mostró que podía mover objetos pequeños a través de una mesa. De más está decir que se controló exhaustivamente el escenario de manera que no existieran hilos o imanes que «ayudasen» al movimiento.
Por supuesto, no es de extrañar que en la década del ’70 el gobierno estadounidense se propusiera tomar cartas en el asunto e investigar seriamente la cuestión. Entonces entra nuevamente en escena el laboratorio de la Universidad de Princeton PEAR, al cual ya he hecho referencia en el artículo sobre las investigaciones en el campo de la Actividad Paranormal.
Con el objetivo de investigar si la mente humana realmente es capaz de incidir en determinados eventos aleatorios, los científicos de PEAR realizaron un número considerable de ensayos para evaluar si el lanzamiento de una moneda puede ser alterado por el pensamiento humano. Para ser más precisa, en el laboratorio se lanzaron mediante ordenador un total de 340 millones de monedas virtuales. Ya sabemos que, como la moneda tiene dos caras, existe una probabilidad del 50% de que caiga sobre un lado determinado. Entonces… ¿toda variación podría ser considerada como telekinesis?
Esta fue la pregunta que guió los experimentos en los cuales tomaban parte personas que presuntamente tenían poderes paranormales. Su tarea era aparentemente sencilla: debían influir en los resultados de forma que apareciese una anomalía estadística.
A lo largo de los años, aunque las variaciones eran muy pequeñas, los científicos de PEAR se convencieron de que la telekinesis era real. No obstante, para ser imparcial, lo cierto es que las variaciones eran tan impredecibles e insignificantes que estos experimentos no fueron considerados por la comunidad científica como una prueba irrefutable de la existencia de la psicokinesis.
Lo cierto es que mucho antes de los experimentos desarrollados en PEAR, en el 1962, a partir de una exhaustiva revisión de los estudios y experimentos realizados hasta ese momento, se llegó a la conclusión que no existían evidencias científicas que apoyasen la existencia de la telekinesis debido, esencialmente, a dos factores: 1. Los resultados investigativos no podían ser replicados y, 2. Las muestras no eran heterogéneas y representativas. Lo más curioso es que en el cercano 2006, después del megaproyecto de PEAR, se realiza otra reevaluación de los estudios implementados y se arriba a idénticas conclusiones: no existen pruebas suficientes a nivel científico como para poder afirmar la existencia de la psicokinesis.
No obstante, numerosas hipótesis explicativas se han lanzado. A continuación les resumo, muy a grosso modo, una idea en la cual convergen la mayoría de los investigadores del tema:
Los movimientos que sufren los objetos son el resultado del uso de campos de energía, tanto magnéticos como eléctricos.
Pero… ¿de dónde proviene esta energía? En este punto existen explicaciones diversas. Algunos afirman que la energía proviene de nuestra actividad cerebral, es inherente a cada persona pero no todos sabemos utilizar esta potencialidad. Ya sabemos que durante los diferentes estados de la conciencia y según nuestro esfuerzo mental, nuestro cerebro emite ondas de diferente intensidad; estas ondas serían las responsables de incidir en los objetos provocando su movimiento. Al contrario, otros afirman que esta energía proviene de la actividad geomagnética de la tierra que sería «captada» por la persona.
A respaldar esta hipótesis se suman los resultados de 621 sesiones experimentales conducidas en Escocia, Irlanda y los EUA. En todas ellas se analizó el Índice K y la efectividad de la incidencia psicokinética a nivel de laboratorio. El Índice K se obtiene diariamente y es realizado a partir de las mediciones de los componentes de las fuerzas magnéticas obtenidos desde 13 observatorios magnéticos localizados alrededor del mundo.
Los resultados fueron bastante sorprendentes y, sobre todo, coincidentes: cuando en los días anteriores a las sesiones psicokinéticas la actividad geomagnética era elevada, el índice de incidencia sobre los objetos con el poder de la menta aumentaba. Al contrario, cuando en los días anteriores a las sesiones, la actividad geomagnética disminuía; los poderes psicokinéticos parecían desvanecerse.
Además, los investigadores afirman que el poder psicokinético tiende a deteriorarse con la edad y lo que resulta aún más contradictorio: los hombres mostraron un mayor poder psicokinético que las féminas.
Estos resultados conllevan a hipotetizar que los cambios geomagnéticos de la tierra influyen en nuestros poderes sensoriales y nuestra potencialidad para incidir de manera más activa sobre el medio a través de nuestro pensamiento. No obstante, debemos andar con cautela antes de extraer conclusiones definitivas pues los propios investigadores afirman que la muestra es muy pequeña y serán necesarios nuevos experimentos.
Fuentes:
Dean, R.; Roger, N.; York, D. & Joop, H. (2006)Reexamining psychokinesis: Comment on Bösch, Steinkamp, and Boller. Psychological Bulletin; 132(49: 529-532.
Reimar, L. (1992) The Psychokinesis Effect: Geomagnetic Influence, Age and Sex Differences. Journal of Scientific Exploration; 6(2): 157-165.
Edward, G. (1962) A review of psychokinesis (PK). Psychological Bulletin; 59(5): 353-388.
Rhine, L. E. & Rhine, J. B. (1943) The psychokinetic effect. I. The first experiment. Journal of Parapsychology; 7: 20-43.
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