Si bien no soy una experta en lo que a la bolsa se refiere, lo cierto es que como fenómeno humano, también me resulta interesante su funcionamiento, sobre todo en estos momentos donde se escucha por doquier: «el mercado bursátil se desplomó», «la crisis es responsabilidad de las especulaciones en la bolsa»…
Frases como estas ponen al descubierto el suelo movedizo en el cual se tambalea el mercado financiero y por supuesto, alimentan el nerviosismo de los accionistas. No es sencillo explicar el orígen de la crisis pero podemos intentar acercarnos al por qué se producen las grandes caídas en bolsa.
Pero… ¿qué es la bolsa? En términos muy sencillos la bolsa es un mercado, un lugar donde se reúnen compradores y vendedores para intercambiar activos financieros en forma de acciones, bonos, opciones, warrants…
En las bolsas existen dos actores fundamentales: las empresas y los inversores. Las empresas encuentran en la bolsa una buena forma de conseguir financiación para sus planes a través de la venta de sus acciones. El inversor desea obtener una rentabilidad de su excedente y acude a la bolsa para comprar acciones u otros productos emitidos por las empresas. Así, la bolsa se convierte en un instrumento de financiación para las empresas y de inversión para los particulares, facilitando la movilidad de la riqueza.
La bolsa, como elemento manejado por los seres humanos, también está sujeta a nuestras pasiones, temores y decisiones precipitadas. Al contrario de lo que pueda parecernos, el mercado bursátil es extremadamente susceptible a los más mínimos detalles que pueden desencadenar verdaderas tormentas de sucesos. El mejor ejemplo, quizás un tanto irrisorio, es el del presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, que elegía una determinada camisa los días que tenía que dar una mala noticia. Como podrán imaginar, el simple hecho de ver esta camisa por televisión podría hacer que la bolsa se desplome.
El mercado toca fondo cuando cunde el pesimismo y la desesperación entre los accionistas, sentimientos que pueden haber sido activado por cualquier hecho. Bajo estas circunstancias los inversionistas venden sus acciones después de aguantar durante un tiempo en un mercado bajista. Se hace referencia al Crash financiero cuando las caídas en la bolsa superan en un mismo día más de un 4%. ¿Qué puede provocar esta situación?
El pesimismo en la bolsa no siempre viene siempre ocasionado por una mala situación financiera sino que en algunas situaciones puede estar causado por un miedo irracional por parte del inversor. Uno de los ejemplos más cercanos se hallan en el año 1987 cuando el miedo sin motivos aparentes de un inversor provocó que el Dow Jones cayera alrededor de un 22%. Ese día no se evidenció un detonante especial sino la explosiva combinación del déficit comercial de la economía estadounidense y el nerviosismo humano. La prueba más fehaciente es que tras unos días de inestabilidad inicial, la bolsa se recuperó y con el paso de los días llegó a su máximo histórico.
Por supuesto, como contraparte de los inversores más pesimistas existen aquellos más inteligentes o los smart money, que empiezan a comprar acciones a precios bajos pero conociendo que podrán venderlas en un futuro a precios más elevados. Esto, como podrán imaginar, supone que después de los desplomes financieros se produzcan fuertes subidas en el precio de las acciones, para posteriormente ser vendidas y desplomar nuevamente la bolsa de golpe. Esto se debe a que los inversores inteligentes realmente conocen que estas acciones están sobrevaloradas y, que mientras el mercado sea inestable, no serán una buena inversión.
Como de seguro ya han captado la esencia, podrán comprender que mientras más grande es el pánico las ventas se aceleran y el mercado cae mucho más rápido de lo que subió. Incluso puede darse el caso de que todo el mundo esté vendiendo y no haya nadie dispuesto a comprar las acciones. No obstante, existen personas menos aterradas, los optimistas, que generalmente son los pequeños inversionistas que no venden aún cuando observan el desplome del mercado pues confían en que el descenso se detendrá en algún momento. Cuando el mercado continúa su descenso todos estos pequeños inversionistas se apresuran en vender y así se evidencia un desplome aún mayor. A este fenómeno se le conoce como bolsa capitulación.
El optimismo en cuestiones de bolsa es tan negativo como el pesimismo. Es necesario ser un excelente experto para conocer los momentos justos donde se debe comprar o vender.
Por supuesto, esta situación negativa es pasajera, el ciclo comienza nuevamente. Los inversores inteligentes comienzan a acumular de nuevo acciones a precios bajos para venderlas posteriormente. Resulta un círculo que se repite una y otra vez.
En fin, la bolsa es un sitio donde se manifiestan en todo su esplendor las relaciones humanas por lo cual ser poseedor de ciertas herramientas psicológicas acompañadas por una inteligencia económica se convierten en capacidades muy rentables.
Fuente:
Calvo, P. (2008, Julio) ¿Vestirá Trichet camisa azul de rayas verticales con puños y cuello blancos? En: El Economista.
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