Soy amante de los animales, desde pequeña crecí rodeada por todo tipo de mascotas que se encarnaban en peces, pajarillos, tortugas, hámsteres y por supuesto; ahora tengo dos perritas que me han hecho cuestionarme una buena parte de los principios de la Psicología Etológica para extraer yo misma mis propias conclusiones (si bien mi muestra es demasiado pequeña). Así, ahora traigo a colación el tema de las relaciones que solemos establecer con estos diminutos animalillos.
Primeramente desearía retomar algunos apuntes estadísticos que pueden indicarnos el estado de la cuestión: los estadounidenses gastan actualmente alrededor de 41 mil millones de dólares al año en sus mascotas y la cuenta continúa aumentando. Este número representa un gasto mucho mayor que el destinado a las películas, los videojuegos o la música.
Como cabría esperar, los perros resultan las mascotas privilegiadas ya que las personas, como media, gastan más en sus amigos caninos que en los gatos. Esta información nos la confirma Zooplus, una tienda online española, líder en todo tipo de productos destinados a las mascotas, que nos muestra que los artículos más vendidos y también aquellos más costosos están destinados a los perros.
En Zooplus se puede apreciar una amplísima variedad de aditamentos y objetos que ha creado el hombre para hacer más cómoda, placentera y excitante la vida de sus mascotas. Como la imaginación humana no tiene límites, no solo podemos encontrar las consabidas correas, comederos o pelotitas sino que además también existen curiosísimos juegos de inteligencia para perros. Uno de ellos, el Dog Activity Chess, muy similar a una clásica prueba de inteligencia infantil (si no me creen pueden echarle un vistazo). Vale aclarar que si bien los diseñadores se han esforzado un poco menos con los felinos, también existen los correspondientes juguetes de inteligencia para gatos.
En fin, que si Pavlov o Skinner reviviesen sin lugar a dudas pasarían un buen rato entretenidos con estos juegos de inteligencia para animales y quizás hoy la psicología fuera un tanto diferente.
Pero… ¿por qué las personas se ven empujadas a invertir parte de su dinero en las mascotas y a buscar su compañía?
Las mascotas nos hacen felices – y mucho
Zamarra nos afirma que el 96% de las personas adopta una mascota porque les resulta placentera la compañía que ofrecen mientras que el 69% busca el confort que les proporcionan estos animales cuando se sienten deprimidos. Más allá de las disquisiciones filosóficas y los detractores de estas ideas (por fortuna siempre habrán detractores para colorear este mundo); lo cierto es que el 80% de las personas reconocen que se encuentran más divertidos y que se ríen más desde que tienen a su mascota. Este efecto terapéutico y salutogénico actualmente es utilizado por el 32% de los psiquiatras norteamericanos que incluyen animales de compañía como complemento en sus terapias.
Sin embargo, no es necesario tener un animal entrenado para recibir el efecto positivo que ejerce sobre nosotros. ¿De dónde proviene este aparentemente misterioso poder? Algunos especialistas afirman que el 97% de los dueños de mascotas habla con ellos mientras que el 50% de los adultos y más del 70% de los adolescentes les hacen alguna confidencia. Quizás parte de su poder terapéutico radica en convertirse en un “alterego” con el cual ventilar nuestras problemáticas y de paso, dilucidarlas.
Otro efecto positivo de las mascotas se centra en su poder para romper el hielo en el establecimiento de relaciones interpersonales. Rogers, Hart and Boltz (1993) aseguran que las personas que pasean sus perros en la mañana sostienen más conversaciones que aquellos que pasean solos. ¿Por qué? Simplemente porque tienen un tema de conversación y un interés común que les permite acercarse y conversar con un desconocido: sus perros.
No obstante, los neurocientíficos apuestan porque la explicación al fenómeno terapéutico pasa por el sistema nervioso central, específicamente por el sistema límbico. Aseguran que la visualización y el contacto con la naturaleza induce la liberación de endorfinas que genera sensaciones de tranquilidad muy relajantes y facilitan nuestros procesos mentales. Una idea similar la había planteado Levinson en la década del ’60 del siglo pasado: «El ser humano debe permanecer en contacto con la Naturaleza a lo largo de toda su vida para poder mantener una buena salud mental«.
En fin, que quizás adoptar una mascota es la forma que hemos encontrado para mantenernos conectados con la naturaleza, con seres más sencillos y transparentes en la expresión de sus emociones que nos brindan esas pequeñas alegrías que en ocasiones olvidamos robarle a la vida cotidiana. Entonces podríamos entender por qué muchas personas (entre las cuales me incluyo) deciden invertir parte de sus ganancias en estos pequeños amigos.
Fuentes:
Rogers, J.; Hart, L.A. & Boltz, R.P. (1993) The role of pet dogs in casual conversations of elderly adults. Journal of Social Psychology; 133(3): 265-77.
Zamarra, M. P. (2002) Terapia asistida por animales de compañía. Bienestar para el ser humano. Temas de Hoy; Marzo: 143-149.
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