En los últimos años ha resurgido una corriente que aboga por disminuir la cantidad y el ritmo de trabajo: el downshifting. Sin embargo, en contraposición con estas personas que han abandonado puestos de trabajo en empresas exitosas para seguir un estilo de vida más relajante, hay quienes no logran apartarse del trabajo: los workaholics.
Con esta palabra se identifica a las personas que dedican más tiempo al trabajo de lo debido, tanto que pueden considerarse unas verdaderas adictas, con todos los problemas que ello conlleva. De hecho, trabajar doce horas al día, fines de semana incluidos, al final termina pasando factura, tanto a nivel físico como mental y en las relaciones interpersonales. Todos necesitamos horas de descanso.
Sin embargo, lo cierto es que la adicción al trabajo se está convirtiendo en un verdadero problema, en una sociedad donde las horas son oro y predomina la creencia de que estar sin hacer nada es una pérdida de tiempo. ¿Qué se esconde detrás de esta adicción?
Las características de las personas adictas al trabajo
Las personas adictas al trabajo se caracterizan por su comportamiento extremadamente rígido. Experimentan una fuerte tensión ya que siempre piensan que tienen algo que hacer y detestan dejar tareas pendientes para el próximo día.
También tienen la creencia de que el trabajo debe ser algo agobiante y estresante, de lo contrario, no es trabajo de verdad. No conciben el trabajo como una actividad que puede llegar a ser placentera sino más bien como un “mal necesario”. De hecho, incluso podría decirse que tienen una tendencia masoquista ya que sienten placer cuando el trabajo se complica y les demanda más. En ese momento, experimentan una descarga adrenalínica similar a la que podrían sentir los ludópatas.
Estas personas también tienen un gran problema: no saben ni quieren delegar tareas. La sola idea de que alguien haga el trabajo en su lugar les aterra porque desconfía de las habilidades de los otros y piensa que no son capaces de hacerlo ni la mitad de bien. Por eso se llena de trabajo y, en el caso de que se vea obligado a delegar, vigilará cada paso de la otra persona porque no puede pensar que vaya a perder el control.
Los adictos al trabajo también tienen problemas de comunicación y, obviamente, su vida social es casi nula, no solo porque no tienen mucho tiempo sino porque perciben a las personas como una intromisión, una distracción de su objetivo. Curiosamente, estas personas no suelen estar motivadas por el avaricia sino por su elevado sentido de la responsabilidad.
¿Qué se esconde detrás de este comportamiento?
Las personas que trabajan en exceso, de manera compulsiva, intentan eludir los problemas de su vida y el trabajo se convierte en su válvula de escape. Si tienen problemas familiares, el trabajo será la excusa perfecta para no enfrentarlos. De hecho, su carga laboral le mantiene tan ocupado que puede evadirse de las preocupaciones, ni siquiera piensa en ellas, al menos hasta que llega a casa.
En otras ocasiones, la adicción al trabajo esconde una vida poco gratificante. Por ejemplo, cuando la persona cree que no merece la pena relacionarse con los demás, quizás porque no tiene amigos, se esconde detrás de su trabajo para no reconocer que desearía tener algo que, en su mente, es inalcanzable.
Desgraciadamente, la mayoría de las personas adictas al trabajo no reconocen que tienen un problema, suelen aducir que son personas dedicadas y responsables y piensan que todos deberían hacer lo mismo. Confunde su adicción con una virtud y no duda en atacar a aquellos que no son tan responsables como él.
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