“La inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar”, decía Immanuel Kant. O sea, cuanto más conocemos, más conscientes somos de lo que no conocemos. Y cuanto más inteligentes seamos, más conscientes seremos de la enorme incertidumbre que existe en el mundo. Pero esa toma de conciencia, que a priori parece positiva, también tiene un lado negativo: puede generarnos una profunda inseguridad, aprensión y ansiedad.
Inteligencia e inseguridad, dos caras de una misma moneda
Las personas inteligentes suelen ser más reflexivas y meticulosas, pero también más dubitativas e inseguras en su día a día. En cambio, las personas arrogantes a menudo sobrevaloran sus capacidades y tienen una elevada percepción de autoeficacia, por lo que suelen sentirse más seguras, lo cual se convierte en una especie de escudo protector que las ayuda a esquivar la incertidumbre y la ansiedad.
Quienes tienen una autoestima inflada suelen confiar excesivamente en sus capacidades, lo que les proporciona un blindaje contra la duda y el miedo al fracaso. El desconocimiento les aporta una ventaja emocional importante que les permite actuar con mayor decisión en contextos de incertidumbre, al menos a corto plazo. Los resultados que obtengan, obviamente, ya son harina de otro costal.
En cambio, las personas más brillantes intelectualmente suelen tener una percepción más profunda y compleja de una realidad que muchas veces resulta difícil de asimilar. En un mundo impredecible y lleno de contradicciones, las personas más inteligentes pueden sentirse más inseguras, lo que a menudo las lleva a dudar e infravalorarse.
Como decía Jorge Luis Borges “la duda es uno de los nombres de la inteligencia”, y si no aprendemos a gestionarla, apuntalando ese intelecto lógico con otros tipos de inteligencia, como la emocional, podríamos acabar pagando una factura muy elevada.
De hecho, en 1994 un grupo de pediatras franceses que habían trabajado con 140 niños superdotados llegaron a la conclusión de que “cuanto mayor es el CI, mayor es la fragilidad psicológica”. Estudios posteriores descubrieron que, efectivamente, las personas con ansiedad son más inteligentes. O sea, un elevado cociente intelectual predispone a sufrir trastornos del estado de ánimo como la ansiedad.
¿Por qué la inteligencia causa ansiedad?
Tener una mente inquieta y racional, capaz de captar detalles que los demás no ven y anticiparse a las situaciones no siempre es una bendición. En ocasiones puede ser agotador y conducir directamente a la ansiedad. Detrás de esta curiosa relación pueden esconderse diferentes razones:
- Exceso de lógica. Las personas más inteligentes suelen abordar los problemas de manera más racional. Y aunque nuestra sociedad siempre ha ensalzado la lógica y es una habilidad que puede ser muy útil en ciertas circunstancias, en otras puede convertirse en un gran obstáculo. Cuando hay que fluir o dejarse llevar por el instinto, las personas con una mentalidad más empírica y racional suelen tener problemas, lo que les genera tensión y ansiedad.
- Demasiada autoexigencia. Las personas inteligentes a menudo son muy exigentes consigo mismas, lo que significa que se plantean metas muy ambiciosas y estándares muy elevados que pueden convertirse en una fuente de estrés y ansiedad adicional. La tendencia al perfeccionismo también juega en su contra ya que a menudo deriva en una autocrítica implacable. Esa autoexigencia no solo aumenta la sensación de inseguridad, sino que perpetúa un ciclo de insatisfacción que mantiene a la persona en un estado de alerta y tensión permanente.
- Mayor nivel de conciencia. La inteligencia suele relacionarse con una mayor capacidad de observación, tanto hacia dentro de uno mismo como hacia el exterior. Esa capacidad para captar los detalles es importante para encontrar soluciones, pero también puede ser abrumadora, hasta el punto de generar ansiedad. Las personas inteligentes tienden a analizar las situaciones desde múltiples perspectivas, lo que las lleva a identificar posibles riesgos, amenazas o consecuencias negativas que otros podrían pasar por alto. Ese procesamiento más profundo, aunque valioso, suele generar una carga emocional importante, aumentando la ansiedad frente a la incertidumbre o los desafíos cotidianos.
Por otra parte, también se ha apreciado que las personas muy inteligentes presentan una sobreexcitabilidad, incluso ante estímulos normales, como el roce de la etiqueta de la ropa o los sonidos artificiales, hasta el punto que esas situaciones pueden llegar a ser físicamente dolorosas.
Esos estímulos pueden convertirse en una fuente de estrés continuo que provoca una activación crónica del sistema nervioso simpático, lo que mantendría al organismo en un estado sistemático de lucha o huida, desencadenando una serie de cambios a nivel cerebral que deterioran el estado afectivo.
De hecho, neurocientíficos de la Universidad Estatal de Nueva York constataron que las personas más inteligentes con ansiedad presentaban una composición diferente de la sustancia blanca. También comprobaron que tenían una tendencia a la preocupación, por lo que darles demasiadas vueltas a las cosas aumentaba su nivel de ansiedad.
¿La buena noticia? Un estudio realizado en la Universidad Jaguelónica también comprobó que una elevada inteligencia parece proteger algunas funciones cognitivas, como la memoria de trabajo, de los efectos dañinos de la ansiedad.
¿Cómo aliviar la ansiedad vinculada a un elevado C.I.?
Existen varias estrategias que pueden ayudarte a calmar el estrés o la ansiedad vinculados a la inteligencia:
- Convierte tus pensamientos en acciones. En ocasiones, a las personas inteligentes les cuesta pasar a la acción ya que se quedan paralizadas analizando y buscando la mejor solución. Por tanto, intenta ponerte manos a la obra cuanto antes y convertir esos pensamientos en soluciones viables. Así saldrás del bucle de las preocupaciones y evitarás la ansiedad.
- Ponle coto al análisis excesivo. El hábito de analizar todo en profundidad suele ser agotador y en algunos casos incluso innecesario. Una técnica útil consiste en fijar un límite de tiempo para reflexionar sobre un problema. Pasado ese tiempo, comprométete a aceptar una conclusión temporal o posponer el análisis, así liberarás espacio mental para otras cosas y evitarás sentirte ansioso continuamente.
- Cuestiona tus pensamientos automáticos. La inteligencia puede crear escenarios negativos muy elaborados que generan una gran angustia. Es fácil encadenar desgracias y contratiempos imaginarios creando una tormenta en un vaso de agua. Aprender a reconocer esos pensamientos, desafiarlos con evidencias objetivas y reemplazarlos por ideas más equilibradas es clave para evitar que tu ansiedad se dispare a niveles estratosféricos.
- Enfócate más en el presente. Las mentes inteligentes suelen ir 10 pasos por delante, lo que puede ser positivo en algunas circunstancias, pero en otras suele provocar angustia, incertidumbre y ansiedad. Preocupado por lo que podría ocurrir mañana, te olvidas del presente. Por tanto, de vez en cuando es conveniente que aprendas a calmar la mente y disfrutes más del aquí y ahora. Baja el ritmo y asegúrate de disfrutar más cada momento.
- Conecta con el mundo físico. Las personas inteligentes tienden a buscar estímulos intelectuales constantemente, pero también es importante dejar que el cerebro descanse. Por tanto, asegúrate de reservar momentos en la jornada para realizar actividades más ligeras, como escuchar música, dar un paseo en la naturaleza o simplemente descansar sin sentirte culpable por no “aprovechar el tiempo”. Conectar con tu “yo físico” a través de ejercicios de yoga o de respiración profunda también te ayudará a echar el freno de mano para reducir la tensión y ansiedad.
Por último, recuerda que la inteligencia puede convertirse en una espada de doble filo, potenciando tanto el éxito como la vulnerabilidad emocional. La capacidad para anticiparse a los problemas y analizar la vida desde múltiples ángulos puede ser una fortaleza, pero también genera una carga mental significativa.
Las personas con ansiedad son más inteligentes, pero necesitan estrategias emocionales sólidas para proteger su bienestar. Aprender a gestionar esa “hiperactividad mental” podrá ayudarte a sacar provecho de esa inteligencia lógica sin sufrir sus “efectos adversos”.
Referencias Bibliográficas:
Karpinski, R. I. et. Al. (2018) High intelligence: A risk factor for psychological and physiological overexcitabilities. Intelligence; 66: 8-23.
Chuderski, A. (2015) High intelligence prevents the negative impact of anxiety on working memory. Cogn Emot; 29(7): 1197-1209.
Coplan, J. D. et. Al. (2012) The Relationship between Intelligence and Anxiety: An Association with Subcortical White Matter Metabolism.Front Evol Neurosci; 3: 8. Catheline-Antipoff, N. & Poinso, F. (1994) Gifted children and dysharmonious development
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