Las supersticiones son un tema que en algún momento a todos nos ha tocado de cerca; entonces debemos decidir si creer en ellas o desecharlas y, para hablar con sinceridad, echar por la borda años de «sabiduría» popular nos puede hacer vacilar.
Pero la superstición no ha sido comprendida de la misma manera a través del tiempo: en los inicios del cristianismo las personas supersticiosas eran aquellas que estaban apegadas al paganismo y practicaban sus ritos. Entre los siglos XI y XIII la superstición se asociaba a la forma de pensar de las personas no instruidas, concepción que sobrevive en nuestros tiempos. Finalmente, con la caza de brujas iniciada por el poder religioso la superstición se vincula con el culto satánico.
Así, a lo largo del tiempo se han desarrollado las más disímiles supersticiones que seguimos a ojos cerrados sin saber cuál es su origen. Por ejemplo, la idea de iniciar el día con el pie derecho proviene de los pescadores que siempre debían subir al barco por el costado derecho pues todo lo que estuviese relacionado con lo izquierdo era considerado cono antinatural y demoníaco. Los siete años de mala suerte al romper un espejo provienen de la idea de que la imagen reflejada es una versión del alma, por lo cual, al romperse nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. La buena suerte que trae la herradura proviene del hecho de que antiguamente muchos nobles ponían herraduras de oro a algunos de sus caballos, por lo cual, para un campesino, encontrar una herradura equivalía a la sonrisa de la diosa fortuna. Y así pueden mencionarse: el temor al viernes 13, el miedo a derramar sal, no abrir el paraguas debajo de un techo, el pavor por los gatos negros… y la cuenta continúa… casi infinitamente.
Pero… ¿por qué se mantienen vivas estas supersticiones?
Porque las personas desde tiempos inmemorables tienen una tendencia a establecer relaciones causa-efecto, intentamos buscar una explicación para cada hecho pero en muchas ocasiones la respuesta no está en nuestras manos o escapa de nuestra comprensión, en ese caso se recurre a explicaciones mágicas.
Luego, estas explicaciones van pasando de generación en generación y se asumen sin cuestionarlas ni preguntar sobre su origen. Posteriormente estas creencias se activan en situaciones ante las cuales no tenemos control o explicaciones plausibles. Es una tendencia a eliminar la incertidumbre y a brindarse cierto grado de seguridad. Muchas personas piensan: “si cumplo este ritual todo irá bien”, “si salgo con el pie derecho todo irá perfecto”…
No obstante… ¿cuán efectivas son estas rutinas o creencias supersticiosas?
Cuando la persona se dice frases como las anteriores éstas pueden darle ánimos y reforzar su autoconfianza; en fin, pueden favorecer una actitud positiva para enfrentar situaciones que le producen cierto temor. No obstante, confiar solamente en los rituales mágicos o supersticiosos conduce a que pongamos la responsabilidad de nuestras acciones en el destino y por lo tanto, nos convertimos en marionetas de un poder externo a nosotros mismos.
Recordemos una maravillosa frase de Albert Einstein: “No existe lo sobrenatural sino lo desconocido”.
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