Quiero iniciar estas reflexiones con una frase de Woody Allen: “Me han costado diez años alcanzar el éxito de la noche a la mañana”. Creo que su sentido se comprende plenamente: detrás de cada éxito normalmente hay un gran esfuerzo y mucho tiempo empleado, por eso es normal desconfiar de aquellos «tratamientos» que nos prometen resultados mágicos en un plazo de 7 o 15 días.
Internet, como ya he dicho en otras ocasiones, nos brinda oportunidades antiguamente impensables pero también es campo fértil para la proliferación de sitios donde se escuchan muchos cantos de sirena que prometen el paraíso perdido. Porqué nos dejamos envolver con estos trucos:
1. Porque usualmente estas personas manejan a la perfección las técnicas de marketing más cuestionadas éticamente a través de la promoción de numerosos slogans que suenan muy bien en nuestros oidos y,
2. Porque nos proponen un resultado rápido con nuestro menor esfuerzo. ¿Propuesta tentadora?
El problema radica en que cuando hablamos de dificultades en el orden psicológico cada persona es un caso particular por lo cual, aunque existen métodos generales, usualmente la eficacia de estas terapias radica en la personalización que se logre. Por lo cual, lo que a algunos les tome 7 días y poco esfuerzo quizás a otros les tome 15 días y una cuota de empeño considerable. Basta recordar el artículo: «Los hábitos: ¿Cuánto tardan en formarse?«.
Entonces retomo algunas ideas que me han resultado particularmente interesantes de una lista de 15 criterios para descubrir terapias pseudocientíficas y que nos servirán para detectar aquellos sitios que proponen terapias dudosas o pseudocientíficas:
1. Proclaman un «enorme éxito» en sus resultados.
2. Prometen efectos casi inmediatos.
3. Demanda un esfuerzo mínimo por parte de la persona.
4. La terapia, milagrosamente, es eficaz para tratar los más variados síntomas o trastornos. En fin, estas terapias son multipropósito. Lo cual es muy difícil de conseguir ya que todos los síntomas se eliminan solo si nos centramos en la causa que los origina pero estas terapias rara vez logran llegar al meollo del problema precisamente por la rapidez y superficialidad que las caracteriza.
5. Se recogen una serie de tratamientos anteriores que, según sus criterios, son totalmente ineficientes e incluso dañinos. Cuando una terapia vapulea sin ética ninguna el resto de los tratamientos existentes sin lugar a dudas hay un intento de resaltar un producto que no posee un nivel suficientemente bueno de éxitos que lo respalde.
6. Usualmente los promotores de la terapia no son especialistas en la temática. Lo cual no quiere decir que para ayudar a alguien debamos ser profesionales laureados pero si vamos a comprar un tratamiento debemos cuidarnos de que no exista el dañino «intrusismo profesional» al cual, desgraciadamente, se presta tanto la Psicología. Vamos, en palabras sencillas que se oyen por doquier: «todos somos un poco psicólogos» pero de buenas intenciones ya sabemos que no está hecho el mundo.
7. Como testimonio de la terapia se ofrecen testimonios personales que, valga la aclaración, no ofrecen una evidencia suficientemente objetiva o que pueda ser contrastada.
8. Se ignoran los resultados científicos de algunas investigaciones que rechazan la efectividad de este tipo de terapias.
9. Los críticos o profesionales en la rama son tratados con hostilidad y son acusados de tener una «mente cerrada». Sin comentarios.
10. La «teoría» que puede entreverse en la base de la terapia resulta dudosa, generalmente va contra toda lógica y contra años de investigación científica. Lo cual no quiere decir que está mal innovar y cuestionarnos todo lo cuestionable pero debemos ser muy cuidadosos ya que estas terapias no solo tienen un costo económico sino que también pueden acarrear daños a nivel psicológico.
En fin, creo que ya tenemos las armas necesarias para detectar aquellos tratamientos pseudo científicos y no seguirles el juego. No obstante, para que no se malinterpreten estas palabras quisiera terminar diciendo que considero que absolutamente todos, sin importar nacionalidad, color de la piel, edad, género o nivel de instrucción, tenemos cosas importantes para compartir que pueden ayudar a las personas pero en muchas ocasiones debemos cuidarnos de que nuestras buenas intenciones no causen resultados inversos.
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