¿Alguna vez has discutido con alguien y has sentido que ambos hablaban idiomas tan diferentes que era difícil llegar a un entendimiento? Es probable que esa distancia se debiera a que teníais distintos lenguajes del estrés; o sea, maneras disímiles de pensar y afrontar las situaciones conflictivas y desafiantes.
¿Cómo expresas el estrés?
Cuando tenemos que lidiar con situaciones altamente estresantes, nuestro cerebro da la voz de alarma y prepara el cuerpo para afrontar lo que viene. Sin embargo, no todos enfrentamos esas situaciones de la misma manera.
La especialista en fisioterapia y gestión del estrés, Chantal Donnelly, propuso que existen cinco lenguajes del estrés y constató que a menudo la forma de lidiar con las situaciones que nos desbordan nos acompaña durante toda la vida.
- Implosionador. En este caso se produce una respuesta de “congelación” ante la situación estresante. La persona que implosiona se siente desesperada e impotente al mismo tiempo, por lo que se paraliza. Ante los problemas, se queda aturdida y congelada por el miedo e incluso es posible que en situaciones de grave riesgo sufra inmovilidad tónica, una reacción evolutiva de adaptación ante el ataque cuando creemos que no es posible resistirse ni escapar.
- Explosivo. Esta persona pone en marcha una respuesta de “lucha o huida” clásica ante la situación estresante. El problema es que a menudo exagera, por lo que llega a enojarse mucho o incluso reaccionar de manera agresiva. Son personas extremadamente reactivas, propensas a la irritación y la frustración. También es probable que se marchen precipitadamente cuando no logran encauzar la situación sin dar explicaciones.
- Sumiso. Este lenguaje del estrés se aleja de las reacciones más clásicas ya que se enfoca en intentar calmar las aguas. En práctica, esta persona lo que intenta es evitar el conflicto, de manera que no solo apacigua los ánimos, sino que muestra una actitud extremadamente complaciente, en muchos casos sobrepasando sus propios límites. Asume una estrategia sumisa, que muchas veces también implica intentar pasar desapercibido o plegarse a los deseos del otro para no representar una amenaza.
- Anestesiado. En este caso, la persona intenta escapar de la situación estresante no pensando en ella. No la afronta, sino que “cierra los ojos”, metafóricamente, para no ver lo que ocurre. Pone en práctica estrategias de evitación, cayendo a menudo en el escapismo. Como resultado, puede recurrir al alcohol o las drogas, pero también a la comida y los videojuegos para anestesiar sus emociones. En otros casos, puede buscar refugio en el entorno laboral, convirtiéndose en adictos al trabajo o incluso al ejercicio físico, que usa como válvula de escape.
- Negacionista. Las personas que usan este lenguaje del estrés afrontan los problemas con un optimismo tóxico. Esta respuesta, cada vez más extendida en los últimos tiempos, también es una estrategia de evasión ya que impide ver el mundo tal como es y tomar nota de la realidad. Estas personas se tranquilizan intentando convencerse de que todo va bien, negando lo que ocurre, lo cual les impide lidiar con ello de manera adaptativa. Suelen buscar excusas o racionalizaciones para sentirse más seguras y a menudo niegan las evidencias.
Comprender cómo nosotros mismos y quienes nos rodean gestionan el estrés nos ayudará a anticipar las reacciones, de manera que podremos controlarnos mejor o anticipar lo que ocurrirá para evitar que la situación degenere.
No obstante, en ocasiones es difícil identificar el lenguaje del estrés personal ya que son patrones de respuesta de larga data y generalmente surgen en situaciones que nos sobrepasan emocionalmente. Por eso, suele ser conveniente preguntarle a quienes nos rodean cómo creen que reaccionamos ante los problemas.
Además, debemos tener en cuenta que podemos usar diferentes lenguajes del estrés, según las circunstancias o la persona que tengamos delante. Por ejemplo, usar un lenguaje explosivo con nuestro jefe no es muy buena idea, por lo que en esos casos podríamos probar otro enfoque, como anestesiarnos o negar el problema.
¿Cómo activar el sexto lenguaje del estrés?
Hay un sexto lenguaje del estrés que podría catalogarse como adaptativo. En este caso, a pesar de la activación fisiológica que produce la situación tensionante, la persona logra mantener la calma y el control para pensar en las posibles opciones y elegir la que parezca más adecuada. Estas personas no se limitan a reaccionar, sino que actúan conscientemente para poder mitigar los efectos del estrés lo antes posible.
¿Cuál es el secreto para eludir el secuestro emocional que nos empuja a activar viejos patrones de reacción? A menudo es algo tan sencillo como preguntarse: ¿qué tengo que hacer ahora? Esa simple pregunta puede desactivar la respuesta emocional y permitirnos comenzar a funcionar en un “modo pragmático”.
Al mismo tiempo, nos empuja a tomar nota de la situación, evaluar nuestros recursos y buscar soluciones. Por tanto, para la mayoría de las situaciones estresantes que experimentamos en la vida, plantearnos esa pregunta es suficiente para activar una respuesta adaptativa que nos ayude a salir del problema cuanto antes con el menor daño posible.
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