Todos conocemos a algunas “personas insoportables”. Se trata de personas que tienen una habilidad especial para presionar nuestros puntos sensibles, de manera que terminan irritándonos, enfadándonos y/o frustrándonos prácticamente cada vez que nos relacionamos con ellas.
Puede tratarse de personas arrogantes o egocéntricas, excesivamente críticas, manipuladoras o incluso hipersensibles, extremadamente rígidas o francamente pesimistas. Sin embargo, lo curioso es que esos rasgos que nos exasperan y ponen de los nervios, no son tan molestos para los demás. En esos casos entra en juego la ley del espejo.
¿Qué es la ley del espejo?
La ley del espejo sugiere que cualquier sentimiento que experimentemos hacia otras personas se origina en nuestro interior. En práctica, no debemos buscar la explicación a nuestro enojo o frustración fuera, en los demás, sino en nosotros mismos a través de un profundo ejercicio de instrospección.
Cuando miramos a los demás, es como si nos miráramos en un espejo. Cuando observamos a los otros y analizamos sus actitudes y comportamientos, realmente nos descubrimos en ellos, de forma que el perfil que esbozamos de los demás, en realidad contiene muchos de nuestros rasgos – o más bien de las sombras propias que rechazamos. Como dijera Immanuel Kant, “vemos las cosas, no como son, sino como somos”.
La ciencia le da la razón a Kant. De hecho, la ley del espejo tiene una base científica. Un experimento realizado en la universidad de Varsovia reveló que “cuanto más deseable es una característica de la personalidad en nuestra autoevaluación, más central es esa característica en la percepción de los demás”. O sea, cuanto más valoramos una cualidad en nosotros, más importante es esa cualidad a la hora de valorar a los demás y relacionarnos con ellos. Vemos a los demás a través de nuestro prisma.
Cuando proyectamos nuestras sombras sobre los demás
Por supuesto, la primera reacción a la ley del espejo suele ser el rechazo. Rechazamos la posibilidad de vernos reflejados en comportamientos egoístas o violentos. Sin embargo, vale la pena preguntarse por qué esas cualidades negativas de los demás resuenan con particular intensidad en nuestro interior y generan una respuesta tan visceral.
Eso no significa que seamos personas egoístas o violentas, pero quizá no sentimos que somos lo suficientemente bondadosos o pacíficos. O quizá no hemos hecho las paces con esa tendencia egoísta y violenta que vive dentro de cada uno de nosotros.
Ninguno de nosotros es perfecto. Todos tenemos defectos y áreas de nuestra personalidad que podemos mejorar. Sin embargo, a menudo hacemos caso omiso de esos déficits. Preferimos pensar que somos personas honestas, bondadosas, pacíficas y empáticas. De hecho, todos tenemos un sesgo positivo al valorarnos.
Los estudios han comprobado que cuando nos enfrentamos a una información que confirma la imagen positiva que tenemos de nosotros mismos, cuestionamos su veracidad, pero para creérnosla basta una pequeña evidencia. En cambio, cuando la información va en contra de esa autoimagen positiva, necesitamos una gran cantidad de pruebas sólidas para creerla. Eso significa que tendemos a fortalecer nuestra imagen y creencias anteriores.
Nos cuesta reconocer nuestras sombras porque preferimos alimentar una imagen idealizada de nosotros mismos. Y pensamos que esas cualidades positivas excluyen las negativas. Pero no es así. Todos tenemos luces y sombras.
Cuando no aceptamos nuestras sombras y las vemos reflejadas en los demás, reaccionamos de manera desproporcionada. La ley del espejo indica que las imperfecciones de los demás generan tanta irritación tanto porque activan áreas de conflicto en nuestro interior, cualidades que no hemos aceptado porque no encajan con la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Aunque en un primer momento resulta difícil de comprender, aceptar la ley del espejo puede ser una experiencia liberadora que nos ayuda a conocernos mejor y logra que las relaciones interpersonales sean más fluidas.
¿Cómo aplicar la ley del espejo en nuestra vida?
Aplicar la ley del espejo es relativamente sencillo. Basta que cuando notemos una falla en los demás que genera una reacción emocional desproporcionada, la usemos como una oportunidad para la autorreflexión.
Por ejemplo, la ley del espejo nos indica que si pensamos que alguien es arrogante y eso nos molesta, deberíamos examinar nuestro ego en busca de esas trazas de arrogancia que no terminamos de aceptar. Si nos irrita sobremanera que alguien se comporte de manera egoista, deberíamos valorar nuestro concepto de bondad, compasión y empatía. Si nos molesta que una persona sea muy crítica, deberíamos repensar cómo vemos a los demás.
Eso no significa que, si nos molesta la rigidez mental, por ejemplo, seamos personas rígidas. Significa que la rigidez está alimentando un conflicto latente. Quizá nos vemos como personas tan flexibles y abiertas mentalmente, que rechazamos esa pizca de rigidez que todos tenemos. Significa, por tanto, que nos hemos desbalanceado hacia un extremo, alejándonos del punto de equilibrio, de manera que esa cualidad nos está causando problemas en nuestras relaciones interpersonales.
El objetivo de la ley del espejo es que aprendamos a conocermos mejor y aceptemos las sombras que normalmente rechazamos. Así podremos encontrar un punto de funcionamiento óptimo y desarrollaremos una imagen más realista de nosotros mismos.
La aceptación de nuestras sombras nos ayudará a mejorar nuestras relaciones con los demás, desde una postura mucho más empática ya que comprenderemos que todos podemos equivocarnos o tener características de las que no nos sintamos particularmente orgullosos.
Por supuesto, la ley del espejo no funciona únicamente para los rasgos negativos. Cuando sentimos una afinidad peculiar por una persona y conectamos a un nivel profundo con ella, también estamos viendo reflejados los rasgos que más nos gustan de nosotros. Debemos esforzarnos por mirar a las personas de manera positiva. Darles una oportunidad. Y ser comprensivos. Pero cuando se vuelve complicado, es una oportunidad para mirar hacia adentro.
Fuentes:
Karpen, S. C. (2018) The Social Psychology of Biased Self-Assessment. Am J Pharm Educ; 82(5): 6299.
Lewicki, P. (1983) Self-image bias in person perception. Journal of Personality and Social Psychology; 45(2): 384–393.
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