
Así, se plantearon examinar los efectos de los besos románticos en los lípidos de la sangre, el estrés percibido, la depresión y el grado de satisfacción en las relaciones humanas. Se estudiaron un total de 52 adultos casados o que vivían con sus parejas. Se establecieron dos grupos: al primero no se le brindó ninguna orientación, al segundo le pidieron que aumentaran la frecuencia de los besos románticos cotidianos. Después de seis semanas las pruebas psicológicas y fisiológicas se repitieron.
¿Los resultados? Aquellas parejas que aumentaron la frecuencia de sus besos mostraron menos estrés, mejora en sus relaciones interpersonales y la disminución del colesterol. Así, el beso, más que un significado simbólico o excitante también posee profundas repercusiones en el orden mental y físico. Un beso romántico en los labios activa la corteza somatosensorial, el sistema simpático y estimula reacciones endocrinas. Aumenta los niveles de dopamina (sustancia asociada con la sensación de bienestar) y de testosterona (hormona asociada al deseo sexual). Las glándulas adrenales segregan adrenalina y noradrenalina, que aumentan la presión arterial y la frecuencia cardiaca. A la vez, la glándula pituitaria libera oxitocina y se estimula la liberación de endorfinas u hormonas de la felicidad propiciando la sensación de bienestar y relajación. Además, ayuda a minimizar las reacciones alérgicas de la piel.
Por si esto fuese poco, otras investigaciones aseveran que los hombres que besan a sus esposas por la mañana pierden menos días de trabajo por enfermedad, tienen menos accidentes de tráfico y viven unos ¡cinco años más!
Fuentes:
Cane, W. (2005). The art of kissing. New York: St. Martin’s Griffin.
Kimata, H. (2006). Kissing selectively decreases allergen-specific IgE production in atopic
patients. Journal of Psychosomatic Research, 60: 545-547.
Deja una respuesta