Desde el inicio de la Psicología uno de sus objetivos esenciales fue: evaluar “objetivamente” al ser humano poniéndolo ante los estímulos más diversos y, ¿por qué no? Anacrónicos.
Así, a finales del siglo XIX y primeras décadas del XX la Psicología contaba con un arsenal de instrumentos que podrían calificarse del todo extravagantes, si se valoran a la luz de la actualidad.
Se contaba con un: Estesiómetro (instrumento para hallar puntos de presión en la piel), una Balanza (para calcular los umbrales táctiles) e incluso existía un Olfatómetro y un Gustómetro (sus nombres indican perfectamente el uso que se realizaba de ellos).
Continuando la búsqueda aparece el Estesiómetro de Cabello utilizado para medir los puntos de presión. Era un pelo largo, encerrado en un tubo metálico de cuya vaina podía sobresalir más o menos, cuanto más salía, menor es su presión. Además, contaba con una escala graduada para leer la presión en las diferentes posturas del pelo. ¡Un instrumento muy útil!
Existía también una Jaula del Sonido, solo su nombre resulta un poco alarmante. Esta especie de caja se colocaba encerrando la cabeza de la persona y en su interior se producían ruidos de forma que el investigado debía localizar su proveniencia.
Pero quizás el más clásico de estos instrumentos insólitos para la ciencia de la psiquis era el Quimiógrafo, creado para medir el pulso, que posteriormente devino en el actual Polígrafo o Detector de Mentiras.
Puedes hallar más información sobre los instrumentos más extraños de la Ciencia Psicológica en el libro: Psicología Curiosa
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