¿En cuántas ocasiones has escuchado decir que es importante tener objetivos en la vida? De hecho, probablemente un buen día has decidido dar el gran paso: has cogido lápiz y papel para escribir los tuyos pero con el paso del tiempo los has olvidado, se han quedado relegados a un recuerdo. Pues bien, la buena (o mala) noticia es que no eres el único. Millones de personas están en tu misma situación, se plantean objetivos pero después no los llevan a cabo. ¿Por qué?
Las razones pueden ser muchas pero una de ellas es que no saben plantearse objetivos. Por ejemplo, “quiero verme mejor” no es un objetivo y tampoco lo es “quiero tener éxito”. Estos son sueños, ideas, ilusiones… En fin, cualquier cosa menos objetivos.
Los objetivos de resultado y de proceso
Los objetivos de resultado son aquellos que indican una meta clara y medible, como por ejemplo: “perder cinco kilos” u “obtener un ascenso en la oficina”. Estos objetivos tienen la ventaja de que conducen a un resultado concreto, casi siempre puedes saber en qué punto del camino estás y, como consecuencia, suelen ser muy motivantes.
Los objetivos de proceso, como su nombre indica, apuntan a adquirir un proceso, que en nuestro caso casi siempre sería un hábito. Por ejemplo: “practicar actividad física diariamente” o “llegar temprano al trabajo todos los días”. Como podrás apreciar, son objetivos que se mantienen a lo largo del tiempo, al menos hasta que hayas creado el hábito o alcanzado el objetivo final al cual estos estaban supeditados.
Como podrás suponer, como norma general los objetivos de proceso son más complicados de alcanzar que los objetivos de resultado. De hecho, ¿te parece que es más fácil perder cinco kilos o hacer ejercicios todos los días? No obstante, la buena noticia es que una vez que hayas alcanzado los objetivos de proceso, normalmente estos tienen profundas repercusiones positivas en otras áreas de tu vida.
Cuando deseas alcanzar una meta, normalmente nos planteamos objetivos de resultado y obviamos los objetivos de proceso. Es por ello que muchas veces perdemos los cinco kilos pero después volvemos a recuperarlos. Es decir, no nos preocupamos por fomentar los hábitos necesarios para mantener nuestro objetivo una vez logrado.
La clave del éxito
El secreto para lograr un objetivo y hacer que el cambio sea permanente consiste en conjugar los objetivos de resultado y los de proceso. Se trata de una visión que proviene del mundo empresarial pero que podemos aplicar perfectamente a nuestra vida cotidiana.
Continuemos con el ejemplo que he usado a lo largo del artículo, digamos que tu sueño es lucir mejor, cambiar tu apariencia. Es necesario que pongas ese sueño en objetivos, que sean fácilmente medibles. Por tanto, podríamos decir que te propones perder diez kilos en tres meses. En este punto, subrayó que es importante acotar los objetivos en el tiempo porque así nos ponemos en acción inmediatamente, de otra forma caemos en el riesgo de procrastinar.
No obstante, para perder peso puedes asumir diferentes estrategias, como por ejemplo, seguir una dieta hipocalórica. Sin embargo, si te planteas este camino, es muy probable que después de seis meses hayas ganado nuevamente peso. Por tanto, lo más inteligente sería plantearse a su vez objetivos de proceso: “correr todos los días durante 20 minutos”, “eliminar los alimentos ricos en azúcar”, “comer más frutas y vegetales”…
Como puedes apreciar, los objetivos de proceso no solo te ayudan a crear un hábito saludable que se mantendrá a lo largo del tiempo sino que son las armas con las cuales logras tu objetivo final. Por supuesto, este razonamiento se puede aplicar a los más diversos objetivos. Así, la próxima vez que tengas un sueño, sería oportuno que te preguntases qué estás haciendo para convertirlo en realidad y, sobre todo, si el proceso que estás siguiendo es el más adecuado para promover un cambio duradero.
Ivan Rodriguez dice
El problema que yo veo, que normalmente el que intenta cambiar una cosa de él, que le perturba, es que ya antes lo ha intentado muchas veces, me refiero a que suele ser un tema recurrente, y al final lo mejor para no decepcionarse en el asunto es la frase esa que dice "si algo no puedes cambiarlo acéptalo.
En algunos casos casi es más fácil aceptar que cambiar.
Jennifer Delgado Suarez dice
Ivan,
Particularmente, considero que la frase: "si no lo puedes cambiar, acéptalo", es muy válida para las cosas que nos rodean.
Sin embargo, cuando hablamos de un cambio interior, esta frase pierde un poco su significado. O sea, no podemos hacer que la empleada que nos atiende sea más razonable pero podemos ser más razonables nosotros. Tenemos un mayor poder para cambiar nosotros mismos que para cambiar el medio que nos rodea.
Claro, todo tiene sus límites y no podemos pedirle peras al olmo. Considero que en el crecimiento personal, como todo en la vida, debemos actuar con sentido común pero no podemos asumir una actitud derrotista desde el inicio. La vida cambia, nuestras necesidades y experiencias cambian, lo que ayer no pudimos hacer, hoy puede ser pan comido. Y viceversa 😉