En los últimos desastres naturales que han afectado el mundo las noticias no pasan por alto que, junto a la ayuda internacional que lleva agua y comida, existe un grupo de psicólogos que se moviliza para prestar su ayuda. Pero… ¿nos hemos preguntado si realmente son necesarios?
Un artículo recientemente publicado en el Time aborda este tema afirmando que en la actualidad creemos que la asistencia psicológica es tan importante como las medicinas o la comida y es que somos víctimas (incluso los propios profesionales de la psiquis) de un cliché: “las personas que han vivido una tragedia necesitan hablar en aras de no desarrollar posteriormente un trauma”.
La realidad es que, aunque todas las personas se encuentran confundidas y muy tensas después de haber vivido una catástrofe, los datos muestran que entre el 70 y el 80% de ellas será suficientemente resilientes y no presentará problemas mentales con posterioridad por lo que no necesitan la ayuda de psicólogos o psiquiatras.
Se supone que estas legiones de consejeros deben crear grupos donde se realicen sesiones en las cuales las personas deben hablar de lo sucedido de forma que la ventilación del evento y sus emociones previene futuros problemas psicológicos. Sin embargo, estudios recientes demuestran que este tipo de tratamiento es más inútil de lo que se pensaba, sobre todo si se realiza en grupo, e incluso puede contribuir a desarrollar trastornos psíquicos.
En este sentido Mark Seery, profesor de la Universidad de Buffalo, se dedicó a investigar si realmente ventilar las emociones después de un trauma tiene efectos positivos sobre la salud mental. Para lograr su objetivo trabajó con 2.138 personas que vivieron el atentado del 11 de septiembre en Nueva York a los cuales les dio seguimiento por un periodo de dos años.
De estas personas, 1.559 decidieron compartir sus emociones mientras que 579 optaron por el silencio. Los resultados no dejaron lugar a dudas: mientras antes las personas hablaban de lo ocurrido y ventilaban sus emociones, más posibilidades tenían de desarrollar estrés postraumático.
¿Por qué ventilar las emociones no siempre es la mejor opción?
Una de las hipótesis más aceptadas en la comunidad científica se refiere a que los grupos creados para ventilar las emociones después de una catástrofe realmente se convierten en una caldero a presión. Es decir, estos grupos están conformados por decenas de personas con elevados niveles de ansiedad por lo que al final es más probable que en vez de disminuir los niveles de tensión, estos se expandan y aumentan.
Así, en la actualidad los psicólogos están repensando su papel ante las situaciones de crisis ya que en estos momentos la víctima de un desastre no desea descubrir y explorar sus emociones sino que le brinden un sitio seguro y encontrar a sus familiares. Y es que cuando nos enfrentamos a problemas de esta envergadura, nuestro sentido más práctico aflora y resolver nuestras necesidades más básicas es lo que nos brinda más satisfacción.
Ante estos hechos irrefutables, hoy muchos profesionales de la psiquis que se trasladan a los lugares donde ha ocurrido una catástrofe, están abandonando la vieja idea de que todas las personas necesitan ventilar sus emociones y están optando por centrarse en disminuir la tensión emocional, brindar sensación se seguridad y facilitar el contacto entre las personas más cercanas.
Fuentes:
Szalavitz, M. (2011, Marzo) Tending to Japan’s Psychological Scars: What Hurts, What Helps. En: Time.
Seery, M. D. et al. (2008) Expressing Thoughts and Feelings Following a Collective Trauma: Immediate Responses to 9/11 Predict Negative Outcomes in a National Sample. Journal of Consulting and Clinical Psychology; 76(4):657-67.
Carmen dice
Creo que es muy acertada esta conclusión, a pesar de ser psicóloga, siempre que pienso en ésto llego a la conclusión de que la mejor ayuda emocional tras un suceso traumàtico procede de los amigos y familiares.
Saludos
Jennifer Delgado Suarez dice
Hola Carmen,
Realmente no soy de las psicólogas que piensan que hablar de los problemas sea la única solución posible.
Creo que cada persona tiene su propia forma de procesar los traumas y, si siempre les ha resultado eficaz, no hay por qué cambiarla.
Creo que a veces se nos olvida una pregunta que deberíamos repetirnos ante cada caso: "¿este cambio le hará realmente bien, lo necesita?"