Con el teléfono móvil siempre a mano, cuando quedamos con una persona y llegamos al punto de encuentro y no le vemos, lo primero que hacemos es enviarle un mensaje para preguntarle dónde está. La mayor parte de las veces, está a tan solo unos metros de distancia pero no le hemos visto.
¿Será que a fuerza de tanto usar el móvil estamos perdiendo capacidades?
Dejemos la pregunta en suspenso para ver un curioso experimento realizado en 1958 por un economista norteamericano ganador del Premio Nobel. Este investigador reclutó a un grupo de estudiantes de Derecho de la Universidad de New Haven, en Connecticut.
Les dijo que su objetivo sería encontrarse con alguien en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, al no poder comunicarse con esa persona de antemano, no sabían cuál era el lugar de la cita. ¿Adónde se dirigirían?
Como sabrás, Nueva York es una ciudad inmensa por lo que es lógico suponer que las probabilidades de que se encontraran serían escasas. Sin embargo, la mayoría de los estudiantes eligieron el mismo lugar: la taquilla de información de Grand Central Station, uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad.
Antes de responder a esta pregunta, será mejor que continuemos adelante con el experimento. A continuación el investigador les hizo una pregunta aún más difícil: ¿a qué hora se presentarían en el lugar de la cita? El resultado fue aún más sorprendente: casi todos señalaron las doce en punto.
Este experimento nos muestra que si soltamos a dos personas con un marco de referencia común en una de las ciudades más grandes del mundo, existen enormes probabilidades de que logren encontrarse, incluso si no logran comunicarse.
Este y otros experimentos posteriores dieron lugar a lo que se conoce como los “puntos de Schelling” o los “puntos focales”. Esta teoría afirma que cuando dos personas no pueden comunicarse, tienen la tendencia a elegir patrones específicos que les resultan relevantes. Básicamente, nos ponemos en el lugar del otro e imaginamos lo que podría hacer, en base a ello, decidimos.
Veamos otro ejemplo muy sencillo: imagina que ponen frente a ti un panel con cuatro cuadrados (tres de color azul y uno de color rojo). En una habitación adyacente hay otro participante y te dicen que si ambos seleccionáis el mismo cuadrado, podréis llevaros un premio a casa. Sin embargo, no podéis hablar y no tienes ni idea de quién es la otra persona. ¿Qué harías?
La mayoría de las personas que participó en este experimento seleccionó el cuadrado rojo porque es la alternativa más llamativa y suponen que el otro participante hará lo mismo. Haciendo estas inferencias, ambos eligen la misma alternativa. Se trata simplemente de ponerse en el lugar del otro y calcular las probabilidades de que elija una opción determinada.
Por supuesto, mientras más conozcamos a la otra persona, más posibilidades tendremos de acertar. En la misma medida en que compartamos un mayor número de referencias, más podremos coincidir. Además, también se ha podido apreciar que tenemos una tendencia a elegir la alternativa más sencilla y evidente, sin complicarnos demasiado, porque así nos aseguramos de que el otro elija lo mismo. Instintivamente, elegimos el camino más corto y minimizamos las posibilidades de error.
Los neurocientíficos creen que cuando recibimos la orden de encontrar una estrategia conjunta, en nuestro cerebro se activan circuitos neuronales específicos en los cuales resulta decisiva la convergencia con el otro. Es evidente que si no hay convergencia en el proceso, la predicción falla por lo que la clave está en pensar en una tarea común, no en una tarea individual. Es muy probable que las neuronas espejo desempeñen un rol protagónico en este tipo de tareas, aunque aún queda mucho por estudiar en este sentido.
Y respecto a la pregunta sobre el uso de los móviles que dejé en suspenso al inicio del artículo, os animo a que saquéis vuestras propias conclusiones. No obstante, tened en mente que todas nuestras funciones cognitivas necesitan entrenamiento o corremos el riesgo de que se deterioren.
Fuentes:
Salazar, B. (2007) Thomas C. Shelling: La paradoja de un economista errante. Revista de Economía Institucional; 9(17): 12-68.
Bacharach, M., & Bernasconi, M. (1997) The variable frame theory of focal points: An experimental study. Games and Economic Behavior; 19(1): 1–45.
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