¿No se han preguntado alguna vez por qué algunas personas parecen volverse locas por las luces de Navidad? ¿Qué les hace creer que esta idea tienen algún sentido?
De hecho, este fenómeno se convierte en una verdadera adicción, existen personas que intentan decorar su casa con la mayor cantidad de luces posibles desarrollando un comportamiento compulsivo que no pueden detener. Compran luces y decoran, no les parece suficiente; entonces vuelven a comprar luces y decoran y todavía no están satisfechos.
Pero… ¿de dónde proviene la idea de las luces de Navidad? Albert Sadaca en el 1917 era un joven de quince años y se le ocurrió adornar algunos árboles con luces. Posteriormente esta moda se fue extendiendo hasta que una velas navideñas que adornaban un árbol provocaron un trágico incendio en la ciudad de Nueva York por lo que al joven se le ocurrió que los bombillos serían menos peligrosos y así se inventaron las luces de Navidad. Con el paso del tiempo las luces emigraron de los árboles a las casas.
De más está decir que se convirtió en un negocio multimillonario.
Hasta tal punto llega esta locura que en Little Rock en Arkansas algunos residentes llegaron hasta la corte suprema estatal para demandar a los propietarios de una casa que tenía alrededor de tres millones de luces y como pueden imaginar tanta iluminación les resultaba extremadamente molesta a los convecinos.
Pero este no es el único caso, en Monte Sereno, California, una pareja, amante de las luces, compulsó al consejo de la ciudad a establecer un permiso especial para aquellos que deseasen exhibir sus luces más allá de tres días. En el 2004 la pareja en cuestión realizó su acostumbrada exhibición con un panel de ¡10 pies!.
Para comprender este comportamiento debemos acercarnos a las peculiaridades de estas personas aunque debe aclararse que es un fenómeno eminentemente norteamericano y de las capas de nivel socio económico medio-bajo. Las personas que exhiben este comportamiento usualmente necesitan llamar la atención sobre sí pero de una forma indirecta, probablemente porque se sienten solos o aburridos. Son personas sencillas, sin muchas pretensiones e incluso amigables solo que en la mayoría de las ocasiones no tienen las herramientas psicológicas necesarias como para iniciar relaciones de amistad verdaderamente profundas por lo cual recurren a la estratagema de las luces para reclamar atención y poder entablar conversaciones que de otra forma hubiesen sido prácticamente imposibles.
Ahondando más allá del comportamiento adictivo, un especialista en Biología de la Universidad de Nueva York también fascinado por el fenómeno de las luces de Navidad ha encuestado a personas de más de 3600 hogares. A partir de las respuestas concluyó que la forma en la cual decoramos nuestras casas son expresión de nuestra personalidad.
Este biólogo sugiere que aquellos que engalanan su casa con algunas luces pero sin exagerar en la decoración, son personas equilibradas emocionalmente y extrovertidas, en búsqueda de amigos. Además, afirma que los barrios donde se evidencian buenas relaciones entre los vecinos tienden a adornar más los alrededores que aquellos sitios donde las personas apenas se conocen. Wilson asevera que es una manera de las personas de insertarse en el espíritu navideño y demostrar su buena voluntad por esas fechas.
Como pueden observar la incidencia a nivel psicológico de las luces navideñas es un fenómeno muy poco estudiado, probablemente por el poco tiempo de incidencia que tiene en cada uno de nosotros. No obstante, aunque al respecto existen más teorías que hechos comprobados, es muy probable que a partir de la lectura del artículo cada cual sea más cuidadoso en sus decoraciones navideñas 🙂
Fuentes:
Grohol, J. M. (2009, Diciembre) Christmas Lights Addiction. En: The Psych Central Report.
Huppke, R. W. (2009, diciembre) Do your Christmas lights match your personality? Chicago Tribune.
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