Es probable que en más de una ocasión hayas escuchado la frase “a quien madruga, Dios le ayuda”. Esta creencia popular ya forma parte de los hechos que damos por sentados: madrugar es un valor positivo mientras que quedarse en la cama remoloneando es sinónimo de holgazanería.
Sin embargo, quizá tiene más razón otro refrán popular que afirma justo lo contrario: “no por mucho madrugar amanece más temprano”. Investigadores de la Universidad de Westmister sugieren que madrugar podría ser perjudicial tanto para nuestro cuerpo como para la mente.
Madrugar estresa, y mucho
En el estudio participaron 40 personas, a quienes les pidieron que tomaran muestras de saliva ocho veces a lo largo de la jornada, durante dos días. La primera muestra se debía tomar apenas se despertaran y la última antes de irse a la cama.
Al analizar los datos se apreció que quienes se despertaban antes de las 7:21 de la mañana tenían niveles más altos de cortisol, la principal hormona del estrés, en comparación con quienes se despertaban más tarde. Y lo peor de todo es que el nivel de cortisol de esas personas se mantenía alto durante todo el día y con independencia de la cantidad de horas de sueño.
En este punto los investigadores se preguntaron si estas personas se levantaban antes porque ya estaban estresadas o si madrugar era lo que generaba ese aumento de cortisol.
Para descubrirlo, les dieron seguimiento durante 10 semanas. Encontraron que quienes madrugaban también experimentaban más dolores musculares, síntomas de resfriado, migrañas y un estado de ánimo negativo.
Si bien es cierto que los madrugadores mostraron una mayor capacidad para concentrarse y un mayor nivel de actividad durante todo el día, también refirieron más molestias físicas, se enojaban e irritaban con mayor facilidad y se sentían más cansados al finalizar el día.
Al contrario, las personas que no madrugaban reportaron menos molestias físicas, un estado de ánimo más positivo y pasaban un día más relajado. Estos resultados fueron validados por un estudio más reciente realizado en la University College London con 30 pilotos de avión.
¿Por qué madrugar provoca un aumento de cortisol?
El cortisol, una hormona que no solo está asociada con el estrés crónico sino también con procesos inflamatorios que se pueden encontrar en la base del cáncer y con un debilitamiento del sistema inmunitario, puede aumentar por muchos factores. Al parecer, madrugar es uno de ellos.
Un grupo de investigadores alemanes comprobaron que el aumento del cortisol al madrugar se debe a que interrumpimos el ritmo circadiano de la actividad hipotalamo-pituitaria-suprarrenal.
En otras palabras, cuando nos despertamos de manera natural, recuperamos rápidamente la conciencia pero tardamos entre 20-30 minutos en recuperar el estado de alerta. Esto le da tiempo a nuestro cerebro a irse acostumbrando y “desconectar” las zonas que ya no son necesarias, a la vez que va regulando la actividad hipotalamo-pituitaria-suprarrenal.
Al contrario, las personas que madrugan y se levantan con el sonido del despertador no tienen ese periodo de tiempo para acostumbrarse y el cambio del sueño a la vigilia ocurre de manera demasiado rápida. Ese cambio brusco, que en las Neurociencias se conoce como “flip-flop”, es en gran parte el responsable del aumento de cortisol y el desequilibrio de otras hormonas.
Madrugar todos los días pasa factura
Los investigadores explican que es probable que la mayor capacidad atencional y el mejor desempeño de las personas madrugadoras se debe precisamente al aumento de cortisol ya que esta hormona contribuye a preparar nuestro cuerpo para lidiar con situaciones estresantes, liberando la energía almacenada.
Sin embargo, cuando este patrón se mantiene a lo largo del tiempo puede llegar a ser muy dañino. De hecho, el cortisol también inhibe la sensibilidad del cuerpo ante el dolor, lo cual puede ser positivo en un momento puntual pero a la larga puede impedirnos prestar atención a las señales que envía nuestro cuerpo. Esa es la razón por la cual cuando atravesamos un periodo de estrés, nos parece tener una gran energía pero llegado a cierto punto, simplemente nos desplomamos.
Una posible solución radica en utilizar un despertador que no sea tan invasivo sino que nos vaya despertando paulatinamente. De hecho, incluso existen algunos modelos con simulador de amanecer, que pueden ser más positivos porque su luz va modulando los cambios hormonales.
Fuentes:
Bostock, S. & Steptoe, A. (2013) Influences of early shift work on the diurnal cortisol rhythm, mood and sleep: Within-subject variation in male airline pilots. Psychoneuroendocrinology; 38(4): 533–541.
Clow A. et. Al. (2010) The cortisol awakening response: More than a measure of HPA axis function Angela Clow. Neuroscience and Biobehavioral Reviews; 35(1): 97-103.
Wilhelm, I. et. Al. (2007) Is the cortisol awakening rise a response to awakening? Psychoneuroendocrinology; 32(4): 358-366.
Clow A. et. Al. (2001) Association between time of awakening and diurnal cortisol secretory activity. Psychoneuroendocrinology; 26: 613–622.
David Albert dice
Muy interesante. Gracias.
Pero entonces el problema no es madrugar… sino levantarse justo después de despertarse, verdad?
No me ha quedado muy claro.
También me queda la duda que abre esta frase "los investigadores se preguntaron si estas personas se levantaban antes porque ya estaban estresadas o si madrugar era lo que generaba ese aumento de cortisol". Lo que dice el párrafo siguiente no me parece que la resuelva.
Jennifer Delgado dice
Hola David,
Desde mi perspectiva, el problema podría estar provocado por el despertar brusco, antes de que nuestro organismo esté preparado para ello de manera natural.
Por otra parte, la cuestión que planteo sobre qué fue primero, el estrés o madrugar, creo que se resuelve más adelante con los otros estudios que cito.