Masticar es un acto tan cotidiano que muchas veces ni siquiera reparamos en ello (a menos que nos duela una muela). De hecho, normalmente nos preocupamos por nuestra dentadura por razones estéticas, porque queremos tener una sonrisa bonita. No nos preocupa morder de manera adecuada.
Sin embargo, ahora un estudio muy interesante llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Pisa desvela que nuestra forma de masticar puede provocar cambios permanentes a nivel cerebral. Por tanto, si masticamos mal, los efectos colaterales terminarán afectando nuestra salud neurológica.
Masticar nos ayuda a mantenernos alertas
Es probable que hayas notado que los conductores de camiones o autobuses suelen masticar chicles, lo hacen para mantenerse despiertos. De hecho, si tienes sueño y debes mantenerte despierto, en vez de recurrir a la cafeína, puedes poner en práctica ese sencillo truco.
Obviamente, este truco tiene una explicación desde el punto de vista neurofisiológico: se ha comprobado que la masticación no solo aumenta nuestro estado de alerta sino que también incrementa la velocidad de procesamiento cognitivo. En práctica, cuando masticamos nos concentramos mejor y nos volvemos más agudos, por lo que respondemos más rápido ante los estímulos.
Los científicos creen que se trata de un rezago ancestral ya que, en sentido general, cuando los animales comen están más indefensos. Por tanto, es lógico que en ese momento necesiten aguzar sus sentidos para detectar un posible peligro y escapar inmediatamente.
Otro estudio realizado en la Universidad de Cardiff descubrió que las personas que suelen masticar chicle con frecuencia reportan menos niveles de ansiedad, estrés y depresión. Estos investigadores creen que la masticación sistemática activa un patrón de neurotransmisión de serotonina, que es la principal encargada de inhibir el enfado y lograr que mejore nuestro estado de ánimo.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando masticamos mal?
El equilibrio al masticar es fundamental
Diferentes investigaciones realizadas con animales han demostrado que la pérdida de dientes provoca un desequilibro mandibular, el cual, a largo plazo, termina generando la pérdida de neuronas en determinadas partes del cerebro, como el giro dentado.
El giro dentado es una de las pocas áreas del cerebro capaces de generar neuronas durante toda la vida ya que está compuesto fundamentalmente por células granulosas, las cuales se pueden duplicar. Esta estructura está relacionada con el aprendizaje y la memoria, se piensa que es una especie de instructor “no supervisado” que colabora en el depósito y la recuperación de las memorias, razón por la cual podría existir un vínculo entre la forma de masticar y diferentes tipos de demencias.
De hecho, también se ha comprobado que la pérdida de dientes de forma asimétrica provoca una hipertrofia de los astrocitos en el hipocampo (fundamental para la formación de nuevas memorias), algo similar a lo que sucede cuando se produce un proceso de degeneración neuronal.
Estos estudios nos indican que cuidar nuestra boca no solo es una cuestión estética sino que tiene una repercusión a nivel cerebral ya que puede provocar un deterioro cognitivo importante. Sin embargo, quizá lo más preocupante es que las investigaciones recientes también demuestran que los problemas de masticación generan cambios a corto plazo en la actividad cerebral.
¿Por qué la simetría es tan importante en la masticación?
Al parecer, el problema fundamental es la asimetría al masticar. La asimetría mandibular provoca cambios en los músculos del rostro, las consecuencias más evidentes se notan en la cara pero también hay cambios internos que no resultan visibles.
Las personas que tienen trastornos temporo-mandibulares presentan una asimetría en la actividad de los músculos que intervienen en la masticación, la cual provoca una disminución de la actividad en determinadas áreas del cerebro. De hecho, los estudios epidemiológicos han desvelado que la pérdida de dientes antes de los 35 años es un factor de riesgo importante para padecer demencia o Alzheimer en la tercera edad.
Los investigadores creen que la asimetría mandibular causa problemas a nivel cognitivo debido a que se altera el funcionamiento de los músculos. Estos, a su vez, están conectados al cerebro, por lo que el proceso de masticación se codifica de forma diferente y el cerebro asume que no es necesario activar tantas neuronas ya que los músculos no funcionan como antes. Esto provoca un deterioro cognitivo.
Sin embargo, todo no se reduce a una hipertrofia, un estudio realizado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts encontró que masticar activa la producción del factor neurotrófico derivado del cerebro, el cual actúa como un factor de crecimiento nervioso, así como de la neurotrofina-3, una proteína del factor de crecimiento que ayuda a la supervivencia y la diferenciación de las neuronas existentes, así como a potenciar el crecimiento y la diferenciación de nuevas neuronas y la sinapsis. Sin embargo, esto solo ocurre cuando el trigémino se activa de forma simétrica.
Buenas noticias: Los implantes pueden ser una solución
La buena noticia es que los investigadores han comprobado que los implantes reducen en gran medida la asimetría al masticar y el desequilibrio que se produce en el nervio trigémino. Por tanto, pueden detener el deterioro cognitivo a tiempo.
Fuentes:
De Cicco, V. et. Al. (2016) Oral Implant-Prostheses: New Teeth for a Brighter Brain. PLoS ONE; 11(2).
Weijenberg, R. A. et. Al. (2011) Mastication for the mind–the relationship between mastication and cognition in ageing and dementia. Neurosci Biobehav Rev; 35(3): 483-497.
Okamoto, O. et. Al. (2010) Relationship of tooth loss to mild memory impairment and cognitive impairment: findings from the fujiwara-kyo study. Behavioral and Brain Functions; 6:77.
Smith, A. (2009). Chewing gum, stress and health. Stress and Health; 25 (5): 445-451.
Onozuka, M. et. Al. (2000) Impairment of spatial memory and changes in astroglial responsiveness following loss of molar teeth in aged SAMP8 mice. Behav Brain Res; 108(2): 145-155.
Fan, G. et. Al. (2000) Formation of a full complement of cranial proprioceptors requires multiple neurotrophins. Dev Dyn; 218(2): 359-370.
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