“No estoy gordo, estoy fuerte”, podría ser el leitmotiv de las personas que sufren megarexia, un problema subestimado que, sin embargo, afecta a aproximadamente el 2,7% de la población mundial. Estas personas no aceptan que tienen sobrepeso u obesidad ya que al mirarse al espejo no perciben esos kilos de más. Por ende, no hacen nada para perderlos, lo cual a menudo las conduce a una espiral autodestructiva en la que ganan peso descontroladamente.
Megarexia: ¿qué es exactamente?
La persona que sufre anorexia nerviosa, se mira al espejo y se ve “gorda” a pesar de que se encuentra por debajo del peso adecuado para su género, estatura y edad. En cambio, la persona que sufre megarexia cuando se mira al espejo, se percibe delgada, aunque su índice de masa corporal indica que tiene sobrepeso o incluso obesidad.
A diferencia de la anorexia, que se encuentra reconocida como un trastorno de la conducta alimentaria, la megarexia aún no se ha reconocido oficialmente. Fue el Dr. Jaume Brugos quien mencionó por primera vez el término megarexia en el libro de 1992, «Dieta Isoproteica».
No obstante, este trastorno también se conoce como fatorexia y es más común en los hombres que en las mujeres, sobre todo cuando superan los 45 años, aunque puede desarrollarse a cualquier edad.
Fatorexia: síntomas y consecuencias para la salud
La persona que sufre megarexia desarrolla una serie de hábitos y patrones de pensamiento disfuncionales que terminan afectando su calidad de vida, salud física y equilibrio emocional. Los síntomas de la megarexia que indican que el trastorno se ha instaurado suelen ser:
- Percepción distorsionada y poco realista del cuerpo. La persona se mira al espejo y se ve demasiado delgada, aunque realmente roza el sobrepeso o incluso la obesidad. No obstante, algunas evitan mirarse en espejos de cuerpo entero y otras no se toman fotos a cuerpo entero porque no pueden aceptar su figura.
- Tendencia a comer mucho y a consumir un exceso de alimentos hipercalóricos con escasos nutrientes, los cuales conducen al aumento excesivo de peso o incluso a deficiencias nutricionales.
- Baja autoestima, derivada fundamentalmente de la inseguridad e insatisfacción con su cuerpo.
Estas personas también suelen rechazar todo aquello que pueda ponerlas frente a frente con la realidad, por lo que normalmente no les gusta pesarse para no conocer su peso real y tampoco disfrutan yendo de compras porque elegir las tallas de la ropa las obligaría a reconocer su verdadero peso, lo cual les provoca sentimientos de confusión, frustración y tristeza. También es habitual que usen ropa holgada para ocultar su figura.
Cabe aclarar que, al igual que la anorexia, la megarexia puede convertirse en un trastorno alimentario grave, crónico y progresivo. De hecho, estas personas tienden a subestimar los efectos de una mala alimentación sobre la salud. Como resultado, no es extraño que tengan más probabilidades de sufrir enfermedades como la diabetes, síndrome metabólico o afecciones cardiovasculares.
Hay que recordar que la obesidad – por mucho que se intente normalizar – no es simplemente una cuestión estética, sino que puede provocar graves problemas de salud en las personas que la padecen ya que se ha asociado a la aparición de un sinfín de trastornos.
Megarexia, causas psicológicas y sociales
Como ocurre con la mayoría de los trastornos psicológicos en los que no existe una sola causa, la megarexia no es la excepción. En el desarrollo y mantenimiento de este problema confluyen factores genéticos, ambientales y sociales.
De hecho, es más común en personas que han crecido en un entorno en el que al menos uno de sus padres tenía una relación inadecuada con la comida. Si alguien ha crecido en un hogar así, las posibilidades de desarrollar megarexia son más altas.
Las personas que padecen megarexia podrían estar utilizando un mecanismo de defensa para evitar ver la realidad. Por eso recurren a frases como “no estoy tan gordo” o “no estoy gordo, estoy fuerte”.
También es probable que en la base exista una dificultad para controlar sus impulsos, tolerar la frustración o retrasar las gratificaciones. El consumo de alimentos poco saludables suele ir de la mano de los problemas de autorregulación emocional. Quizá muchas de estas personas hayan aprendido a recurrir a la comida para calmar las emociones negativas, lo cual las sume en un bucle tóxico.
Asimismo, una baja autoestima podría facilitar el surgimiento de la megarexia o agudizarla. Si la persona no se ama lo suficiente o cree que no es digna de ser amada, es probable que se castigue inconscientemente y no cuide de sí misma, por lo que no prestará atención a su cuerpo.
“Yo rechazado”, el mecanismo que se esconde tras la megarexia
En las sociedades occidentales, cada vez más personas están obsesionadas con su aspecto físico, una obsesión que puede dificultar su funcionamiento en la vida cotidiana y poner en riesgo su salud o incluso la vida.
Como resultado, muchas de estas personas se avergüenzan de su cuerpo, al que consideran ridículo o fuera de los estándares sociales, por lo que esos sentimientos terminan dentro de un “yo rechazado”, una parte disociativa de sí mismos donde se concentran todos los pensamientos, percepciones y emociones negativas sobre su cuerpo.
En la distorsión de la imagen corporal, la persona se disocia del aspecto de su cuerpo en el intento de evitar lo que representa y lo que proviene de este; o sea, todo lo que le transmite, experimenta o expresa. Como resultado de esa barrera, las experiencias del día a día no cambian la percepción que la persona tiene sobre su cuerpo. Es como si su representación corporal permaneciera estática, inmune al efecto del paso del tiempo y de las experiencias corporales.
La persona con fatorexia niega y se disocia de la realidad de su cuerpo. Ese yo repudiado bloquea y devuelve también una imagen falsa del tamaño y el peso corporal. La imagen que se interpone entre la imagen real y la imagen reflejada que devuelve el espejo es una imagen delgada de sí misma, cuando el peso está muy por encima del que le correspondería.
La negación del peso real es absoluta: afirman estar delgadas, aunque la báscula indique lo contrario, pero piensan que probablemente esté mal calibrada. Ante el espejo, la negación es la misma que ante la báscula. De hecho, un día una persona se sorprendió al descubrir que la báscula marcaba 108 kilos, cuando la última vez que se pesó indicaba 49 kilos.
Contó que veía que cambiaba de talla, pero sin ser consciente de que su cuerpo estaba cambiando, por lo que comía sin parar ya que padecía hiperfagia. Como la paciente se veía bien, no se preocupaba lo más mínimo en seguir un régimen alimentario sano, lo cual es peligroso para su salud.
¿Cómo lidiar con este trastorno incorporando el “yo” rechazado?
El principal problema de la persona con fatorexia es que no es capaz de valorar el alcance de su trastorno, por lo que sigue llevando hábitos de vida poco saludables. Estas personas tienen sobrepeso, pero no lo reconocen porque han puesto en marcha un proceso psicológico mediante el cual niegan su imagen corporal y sus problemas de salud.
Eso significa que, de cierta forma, saben que tienen un problema, pero no están dispuestos a aceptarlo y afrontarlo. Como resultado, es difícil que la persona con megarexia haga algo para cambiar su estilo de vida.
En el tratamiento de la megarexia hay que trabajar tres aspectos esenciales:
- Componente perceptivo para mejorar la precisión con que se percibe o estima el tamaño del cuerpo, evitando el proceso de subestimación de las dimensiones corporales.
- Componente cognitivo-afectivo para mejorar los sentimientos, actitudes, cogniciones, y valoraciones que genera el propio cuerpo con el objetivo de eliminar la ansiedad, insatisfacción o preocupaciones desadaptativas.
- Componente conductual para fomentar un estilo de vida más saludable y evitar los comportamientos de evitación que refuerzan la megarexia.
Una vez que la persona se ha estabilizado y se han neutralizado las defensas más generales, canalizando las críticas negativas hacia patrones de pensamiento más positivos, se puede comenzar a trabajar con ese “yo rechazado” y la distorsión de la imagen corporal.
En última instancia, el tratamiento de la fatorexia se dirige a que la persona sea capaz de identificar su cuerpo y aceptarlo como tal, comprenda el problema y aprenda a sentir y cuidar su cuerpo, en vez de negarlo o rechazarlo.
Fuentes:
Granese, V. et. Al. (2021) Do subjects with obesity understimate their body size? A Narrative review of estimation methods and explaining theories. Psychology, Society & Education; 10(3): 265–273.
Seijo, N. (2016) El yo rechazado: cómo trabajar con la distorsión de la imagen corporal en los trastornos alimentarios. ESTD Newsletter; 5(4): 5-14.
Leone, J. & Edward, J. (2014). Recognition and treatment of muscle dysmorphia and related body image disorders. Journal of Athletic Training; (4): 352-359.
Deja una respuesta