Muchas críticas y desencuentros continua provocando en la actualidad la figura de Mesmer en los más diversos círculos psicológicos. ¿Quién fue este hombre que curaba con imanes y con la imposición de sus manos? ¿Realmente curaba? Aunque probablemente después de tantos años lo único que logremos será un acercamiento a su figura, resulta una personalidad muy interesante, tachada por muchos de charlatán y aprovechador mientras que otros lo veneran como precursor de la hipnosis, la magnoterapia y los tratamientos psicosomáticos sustentados en la sugestión.
Los inicios de Mesmer
Franz Antón Mesmer nació en el 1734 en Alemania. Estudió teología, se doctoró en Filosofía, posteriormente cursó Derecho y recibió otra investidura doctoral, esta vez en medicina.
Su idea del “magnetismo animal” comienza a tomar cuerpo cuando presencia una cura extraordinaria de una paciente a partir de la aplicación de imanes por todo el cuerpo. La idea provenía de Maximilian Hell, director del Observatorio Astronómico de Viena pero condujo a Mesmer a hipotetizar que la importancia no estaba en el imán sino en el magnetismo animal que éste conducía. Así, intentaba coordinar los principios de Newton y Descartes.
Mesmer supuso que las personas actuábamos cual imanes, con dos polos, la enfermedad sería el resultado de un desequilibrio por lo cual bastaría con exponerse a la influencia magnética para restablecer la homeostasis perdida.
Ni corto ni perezoso comienza a experimentar con los pacientes obteniendo sorprendentes resultados.
¿Cuál era el procedimiento?
Aplicaba dos imanes a su paciente, uno en el lado izquierdo superior y otro en el lado derecho inferior, para que el fluido atravesara en circuito cerrado todo el cuerpo. Para aumentar su influencia curativa, se colgaba al cuello él mismo un imán. Además intentó transmitir el fluido magnético a través de otros objetos, por lo cual magnetizó el agua con la cual debían bañarse o beber los enfermos, también magnetizó tazas y platos, vestidos, camas, espejos e incluso algunos instrumentos musicales para que esparcieran por medio de sus notas la virtud curativa.
Por si esto fuera poco, también creó sus famosas «cubas de la salud», un recipiente de madera en el cual dos hileras de botellas llenas de agua magnetizada corrían hacia una barra de acero provista de puntas conductoras movibles. Una de estas puntas el paciente debía aplicársela a la región dolorida. También solía sentar a los pacientes alrededor de esta cuba con las manos agarradas para transmitirse el magnetismo de unos a otros. Cualquier similitud con las sesiones de espiritismo es pura coincidencia (y no lo digo en tono de broma porque las mismas aparecieron solo algunos años después).
El primer gran éxito y el fracaso
Poco a poco Mesmer se convirtió en un personaje famoso en Viena pues con su método curaba la gota, convulsiones, zumbido de oídos, parálisis, calambres de estómago, desarreglos menstruales, insomnio, dolores hepáticos y debilidad óptica.
El 28 de noviembre de 1775 la Academia de Electorado de Baviera lo incluyó solemnemente entre sus miembros. Precisamente cuando alcanzaba el reconocimiento social Mesmer revaloró su teoría afirmando que la curación no se debía a los imanes sino al poder del propio magnetizador mismo. Estaba a un paso de comprender el efecto de la sugestión.
Así, dejó a un lado los imanes y comenzó a canalizar la energía a través de sí mismo. Su reconocimiento popular crecía mientras iba siendo excluido del círculo científico. El caso de una joven noble que padecía una ceguera incurable precipitó su estruendosa caída. Mesmer se autoexilió, primero en Suiza y luego en París.
El segundo éxito y el fracaso final
En París Mesmer vivió otro periodo de éxito e intentó que la Academia de Ciencias que examinara escrupulosamente su método. La respuesta fue un rechazo rampante.
No obstante, el método creado por Mesmer inundó toda Francia con una buena dosis de snobismo e histeria; había nacido el mesmerismo, un verdadero espectáculo teatral. Su consulta era más adecuada para albergar una sesión de ocultismo que para realizar sesiones de hipnosis: estaba matizada por un ambiente exótico y en penumbras que sugestionaba al paciente a primera vista. Mesmer, cual verdadero mago o hechicero, iba tocando a las personas con sus manos o una varilla y no era nada extraño que muchas de las personas cayeran en trances convulsivos. ¿Es necesario aclarar que algunos amigos de Mesmer daban el ejemplo de la curación milagrosa? Probablemente no.
No es de extrañar que ante tal revuelo, en marzo de 1784, se creara una comisión especial encargada de estudiar el mesmerismo y sus consecuencias. La comisión estaba formada por figuras importantísimas del mundo académico como Guillotin (creador de la cura que termina con todas las enfermedades: la guillotina); Benjamín Franklin (inventor del pararrayos); Baily (astrónomo) y Jussieu (botánico). El veredicto lo pueden imaginar: el método mesmeriano era pura charlatanería con resultados muy dudosos.
Aunque para ser justos con Mesmer, lo cierto es que aquella comisión de científicos a la más pura usanza objetivista y rígida, tampoco le hubieran reconocido el método aunque le hubiese llamado hipnosis y le brindase todas las pruebas que existen en la actualidad sobre el poder de la sugestión. Habría que esperar 100 años más para que las mentes se abriesen y la hipnosis fuese reconocida con Charcot.
Mesmer termina por exiliarse en Suiza, en un pequeño poblado donde funge como médico local atendiendo a las personas más sencillas de la zona.
Vale aclarar que en el 1812 la Academia de Berlín envía un emisario para realizar un nuevo estudio y rectificación sobre su método pero Mesmer se niega a emprender nuevamente su lucha aunque envía toda la información pertinente.
De una forma o la otra, lo cierto es que Mesmer tuvo cientos de pacientes y seguidores y bastantes casos de curas en sus cuentas. Los resultados de la comisión (o es mejor decir: inquisición) no fueron muy positivos, sea porque realmente a Mesmer se le iba la mano con la técnica aprovechando de muchos de sus pacientes sea porque en el momento la hipnosis aún no tenía el matiz científico del cual goza en la actualidad.
No obstante, a pesar de las falacias y algún que otro engaño; lo cierto es que el método mesmeriano dio pie a las posteriores investigaciones sobre las enfermedades mal llamadas psicosomáticas y fundamentó el posterior desarrollo de la hipnosis.
En fin, que la historia de la Psicología siempre nos guarda capítulos apasionantes y para que puedan ustedes mismos responderse a la pregunta que titula este artículo, les dejo con una frase del propio Mesmer:
«El magnetismo animal no es en modo alguno lo que los médicos creen: un remedio misterioso. Es una ciencia que tiene sus principios, consecuencias y reglas…. El magnetismo animal podría convertirse en una moda: cada cual querría brillar con ello y sacar del hecho más o menos de lo que hay en realidad. Se haría mal uso de esta propiedad, haciendo que a la postre degenerase en un problema cuya solución quedaría relegada tal vez a los siglos venideros».
Fuente:
Traetta, L. (2007) La forza che guarisce. Franz Anton Mesmer e la storia del magnetismo animale. Italia: Edipuglia.
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