Ante una situación, cada uno de nosotros reacciona de manera diferente. Tampoco nos motivan las mismas cosas. Un problema puede convertirse en un obstáculo imposible para algunos o un aliciente para seguir adelante para otros. La manera en que respondemos a la realidad, nuestro comportamiento e incluso la forma en que procesamos la información que recibimos depende fundamentalmente de lo que en PNL se conoce como metaprogramas.
¿Qué son los metaprogramas en PNL?
La Programación Neurolinguística sostiene que existe una conexión entre los procesos neurológicos, el lenguaje y los patrones de comportamiento que hemos aprendido a través de la experiencia, lo que denominan “programación”.
Los programas, como nuestras actitudes, están determinados por metaprogramas, que son estructuras mentales que determinan la forma en que analizamos nuestras experiencias y la información que recibimos, por lo que terminan condicionando nuestro comportamiento.
Un programa es una especie de mapa que orienta nuestras acciones en una dirección para alcanzar un resultado. En cambio, un metaprograma es un “programa de programas” ya que engloba y coordina diferentes programas con características similares, aunque normalmente no somos conscientes de su existencia. Esos metaprogramas terminan actuando como filtros a través de los cuales vemos el mundo y reaccionamos ante lo que nos ocurre.
Algo tan cotidiano como una queja, por ejemplo, puede exponer nuestros metaprogramas. Esa queja dejará entrever el mapa mental en el que vivimos, la manera en que percibimos la realidad y cómo nos comunicamos con el mundo y con nosotros mismos. Eso significa que muchos de nuestros problemas provienen de nuestros metaprogramas y que si queremos alcanzar alguna meta importante, sería mejor asegurarnos de que contamos con un buen mapa mental que nos sirva de guía y nos motive a lo largo del camino.
¿Cómo funcionan los metaprogramas?
Desde el punto de vista práctico, los metaprogramas determinan la información que seleccionamos entre la miríada de estímulos a los que nos exponemos. Actúan como un primer filtro que elige los datos sensoriales para luego procesarlos ya que, como media, nuestra mente consciente solo puede procesar 7 +/- 2 representaciones a la vez. Esos metaprogramas deciden lo que es importante para nosotros y clasifica esa información; lo cual significa que tomamos nota mentalmente de ella.
Más tarde, esos mismos metaprogramas intervienen en la manera en que procesamos e interpretamos esa información. Por tanto, los metaprogramas funcionan al mismo tiempo como «programas de atención» que como «hábitos de pensamiento». Son preferencias creadas a lo largo del tiempo y en base a nuestras experiencias sobre la manera de seleccionar y procesar la información.
Por ejemplo, en la imagen que aparece a continuación, ¿qué ves?
Si tienes un metaprograma igualador es probable que veas 3 rectángulos, pero si tienes un metaprograma diferenciador te fijarás en las diferencias.
Dado que nos exponemos a una infinidad de estímulos sensoriales momento a momento, los metaprogramas nos ayudan a elegir a cuáles prestarles atención y luego nos permiten dar un sentido a esa información. Sin embargo, en ocasiones esos hábitos no son adaptativos y terminan seleccionando información que no es relevante o le dan un significado erróneo o que no nos ayuda a alcanzar nuestras metas o sentirnos mejor.
¿Qué tipos de metaprogramas usamos en nuestro día a día?
Los metaprogramas varían en función de cada persona y el contexto. Aunque generalmente tenemos un metaprograma dominante, a veces también podemos utilizar una combinación de ellos. Eso explica por qué dos personas con el mismo metaprograma dominante pueden reaccionar de manera diferente ante una situación.
Existen distintas clasificaciones de los metaprogramas, pero en general se puede hacer referencia a 7 binomios de opuestos:
- Interno-externo. La persona que usa un metaprograma “interno” toma sus propias decisiones y no se deja influenciar fácilmente. Busca en su interior y se motiva sola. En cambio, quien sigue un metaprograma externo busca la aprobación o el consenso de los demás y necesita motivación externa para seguir adelante.
- General-específico. La persona con un metaprograma genérico tendrá una visión más general de las cosas, tenderá a realizar análisis más globales que le brinden una perspectiva más amplia. En contraposición, quien tenga un metaprograma más específico se enfocará en los detalles. Estas personas se sienten más cómodas uniendo pequeñas piezas para construir una visión más global.
- Igualador-diferenciador. Ante un conflicto, la persona que tenga un metaprograma igualador se centrará más en las similitudes mientras que el diferenciador mirará los aspectos discordantes y disímiles. Una persona igualadora suele tener una visión más tradicional mientras que la diferenciadora buscará lo novedoso y original en las situaciones.
- Proactivo-reactivo. Las personas con un estilo proactivo tienden a asumir los desafíos e intentan resolver los problemas rápidamente. Quienes tienen un metaprograma reactivo, en cambio, se fijan más en las dificultades y suelen postergar las soluciones o evadir las dificultades. Se limitan a actuar cuando no les queda más remedio.
- Necesidades-posibilidades. Quienes tienen un metaprograma activado por las necesidades suelen entrar en acción ante las carencias. En contraposición, quienes utilizan un metaprograma movido por las posibilidades suelen analizar las opciones y actuar en consecuencia cuando detectan una oportunidad. No esperan a que se produzca una carencia.
- Independencia-cooperación. Estos metaprogramas se enfocan en la manera en que tomamos decisiones. Algunas personas pueden mostrar una tendencia más egocéntrica, priorizando siempre lo que es mejor para ellas, mientras otras pueden tomar decisiones teniendo siempre en cuenta a los demás, desde una postura más empática y social.
- Optimismo-pesimismo. Las personas con un metaprograma optimista serán más dadas a ver el lado positivo de la vida, incluso en medio de la adversidad. En contraposición, quienes tienen un metaprograma pesimista suelen enfocarse en los problemas y dificultades, incluso cuando todo va bien.
También existe un metaprograma que determina nuestra orientación en el tiempo. En ese caso, hay personas que suelen estar casi siempre orientadas al pasado. Miran atrás con añoranza, piensan que “todo tiempo pasado fue mejor”, son conservadoras y muestran una resistencia al cambio.
En cambio, hay personas orientadas fundamentalmente al futuro. Son personas progresistas que se entusiasman con los cambios, aunque solo sea por la transformación en sí misma, sin detenerse a pensar en su utilidad. Aman las novedades y se aburren con la repetición. No son amantes de las tradiciones, les cuesta establecer hábitos y dicen que siempre “hay que mirar hacia adelante”.
También hay personas muy enfocadas en el presente, aunque son las menos. Viven en el aquí y el ahora pues son conscientes de que el pasado ya fue y el futuro no ha llegado. Suelen tener una visión de la vida más hedónica, les gusta disfrutar el presente y piensan que “hay que vivir el momento”. Con lemas como “ahora o nunca”, suelen emprender sin planificar mucho, por lo que a menudo encuentran problemas inesperados en su camino.
¿Es posible cambiar nuestros metaprogramas?
Ver el mundo a través de un metaprograma demasiado rígido no suele conducir a buenas decisiones. En ocasiones para resolver un problema se necesita una visión global pero otras veces hay que fijarse en los detalles. A veces un exceso de optimismo puede conducirnos a tomar decisiones precipitadas y demasiado arriesgadas mientras ser demasiado reactivo nos impedirá aprovechar las oportunidades que nos presenta la vida y tomar demasiado en cuenta a los demás puede terminar perjudicando nuestros intereses, haciendo que nos anulemos como persona.
Al inicio, se pensaba que los metaprogramas no se podían cambiar ya que eran características «programadas» que variaban del cerebro de una persona a otra. Sin embargo, a mediados de la década de 1990 las investigaciones de Robert Dilts revelaron que los metaprogramas se podían modificar, matizarse o incluso reemplazarlos con técnicas de PNL relativamente simples.
La metaprogramación cognitiva nos permite conocer mejor nuestros patrones de pensamiento, comportamiento y comunicación para poder equilibrar los desajustes, de manera que podamos tomar decisiones más inteligentes, relacionarnos mejor y, en definitiva, alcanzar nuestras metas y mejorar nuestro bienestar.
Cuando comprendemos las estructuras subyacentes de nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos, podemos crear nuevas formas de responder a las situaciones que produzcan los resultados deseados. Así podemos responder de manera más adaptativa, reducir el estrés y utilizar los metaprogramas como una herramienta psicológica útil, en vez de simplemente dejarnos llevar por los “códigos” ya creados.
Fuente:
Alwan, F. (2012) Individual Differences: A Question of Meta Program Variety. New Perspectives on Individual Differences in Language Learning and Teaching. In: Second Language Learning and Teaching.
carmen san juan dice
me gustaria tener más información sobre esto temas
Jennifer Delgado dice
Hola Carmen,
Justo la semana próxima publicaré otro artículo sobre la metaprogramación cognitiva dando pautas para cambiar nuestros metaprogramas. Mantente atenta 😉