
Solemos pensar que la mente de los niños es un lienzo en blanco, pero su cerebro realmente se parece más a una obra en construcción frenética. Cada día se levantan nuevas estructuras, se crean nuevas conexiones y se establecen caminos que determinarán cómo piensa, siente y se relaciona con el mundo. ¿Qué pasaría si a esos “obreros” les faltara el mejor material de construcción?
Eso es precisamente lo que ocurre cuando la dieta de un niño carece de nutrientes clave: los procesos de neurodesarrollo terminan pagando las consecuencias. Ahora, un estudio realizado en la Universidad de Bristol reveló una nueva asociación entre el consumo de pescado y mariscos y la conductual infantil.
Menos pescado, menos amigos y sonrisas
Las investigaciones anteriores habían examinado la relación entre el consumo de pescado y mariscos y la cognición, enfocándose en la ingesta de la madre durante el embarazo y su impacto en el desarrollo cognitivo del bebé. Sin embargo, en este caso los investigadores analizaron los datos de casi 6.000 niños de entre 7 y 9 años de edad, a lo largo de dos años.
Comprobaron que casi todos los participantes no consumían suficiente marisco o pescado. Específicamente, consideraban insuficiente la ingesta de hasta dos porciones a la semana (menos de 190 gramos por semana) mientras que el consumo de más de dos porciones (190 gramos o más por semana) era adecuado.
La ingesta media de mariscos y pescado de los niños fue de 123 g semanales y el 7,2 % ni siquiera los consumía. Solo el 29% comía una cantidad adecuada. Otro problema que detectaron los investigadores es que el pescado blanco representó casi la mitad del consumo, mientras que el pescado azul solo el 7%, que es precisamente el más beneficioso para el cerebro.
Como resultado, los investigadores constataron que los niños que no comían suficiente pescado o marisco tenían un 35 % más de probabilidades a los 7 años y un 43% a los 9 años de tener un comportamiento prosocial deficiente. Ese escaso desarrollo afectaba fundamentalmente su capacidad para hacer amigos, la amabilidad y la disposición a ayudar a los demás.
El cerebro social, una máquina que necesita combustible premium
Para entender esa conexión, hay que mirar dentro del cerebro, el órgano más “grasiento” del cuerpo. De hecho, casi el 60% de su peso está compuesto por lípidos. Entre ellos, destacan los ácidos grasos omega-3 (especialmente el DHA), que son los bloques esenciales para:
- La formación de neuronas y sus conexiones.
- La producción de mielina (esa capa que hace que las señales cerebrales viajen rápido).
- La regulación de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, claves para regular el estado de ánimo y la interacción social.
Nuestro cuerpo no puede producir DHA, por lo que no queda otra que obtenerlo a través de la dieta, fundamentalmente en los pescados grasos azules (salmón, sardinas, atún). Cuando se produce una deficiencia, el ritmo de construcción cerebral puede volverse más lento y menos eficiente. Y al final, eso se nota hasta en la manera en que un niño responde cuando se cae un compañero en el patio.
Sin embargo, no se trata solo de los ácidos grasos omega-3. Los investigadores también han apuntado a otros nutrientes esenciales que se encuentran en el pescado y los mariscos:
- Zinc (presente en mariscos), cuyo déficit se ha relacionado con irritabilidad y problemas de socialización.
- Yodo (abundante en pescados de mar), es crucial para el desarrollo cognitivo.
- Selenio (abundante en atún, sardinas y mariscos), actúa como un antioxidante y se ha relacionado con una mayor estabilidad en el estado de ánimo.
- Colina (presente en el salmón y bacalao), es esencial para la memoria, la comprensión de las emociones ajenas y la regulación de los impulsos.
Dado que a los 7 años los niños atraviesan un período crítico para algunos aspectos del neurodesarrollo, en especial en lo que respecta a las conductas prosociales, la ausencia de estos nutrientes podría frenar su evolución.
¿Por qué es preocupante?
Porque un niño con escasas habilidades sociales puede enfrentarse a múltiples desafíos en su vida cotidiana. Eso se traduce en mayor riesgo de aislamiento social, dificultades para hacer y mantener amigos, problemas para adaptarse al entorno educativo o incluso un mayor riesgo de sufrir acoso escolar.
Los niños menos sociables suelen experimentar más estrés emocional, tienen menor autoestima y muestran mayor resistencia a participar en actividades grupales. Con el tiempo, esas limitaciones pueden afectar su rendimiento académico (ya que muchas tareas escolares requieren cooperación) e incluso predisponerlos a desarrollar problemas de salud mental como ansiedad o depresión infantil.
Los padres deben tener claro que la sociabilidad no es solo un “plus” en el desarrollo, es una habilidad fundamental para navegar por el mundo con confianza.
“Pero mi hijo odia el pescado”: alternativas realistas para incluirlo en la dieta
Se recomienda que los niños consuman al menos dos raciones de pescado a la semana, una de ellas un pescado azul como el salmón o la caballa (obviamente, hay que mantenerse atentos a no superar los niveles de yodo y mercurio). No obstante, si tu pequeño arruga la nariz ante el pescado, puedes aplicar algunos trucos:
- Hazlo invisible: tortillas de atún, albóndigas de merluza mezcladas con carne, cremas de verduras con un toque de pescado blanco… Hay muchas alternativas para incluir el pescado sin que sea demasiado evidente.
- Prueba formatos divertidos: hamburguesas de salmón, barritas de pescado horneadas (no fritas) con formas de animales… Es más fácil que los niños se animen cuando la comida les “entra por los ojos”.
Este estudio transmite un mensaje importante a los padres: la nutrición infantil no sirve únicamente para tener unos huesos fuertes y buenas calificaciones. Lo que comen nuestros hijos está construyendo su cerebro, literalmente. Y a partir de los 7 años, eso influirá en su capacidad para cooperar, amar y navegar por el complejo mundo de las relaciones humanas.
Referencia Bibliográfica:
L. Nel, et. Al. (2025) Seafood intake in children at age 7 years and neurodevelopmental outcomes in an observational cohort study (ALSPAC). European Journal of Nutrition; 64 (120): 10.1007.
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