El miedo a decepcionar a los demás está mucho más extendido de lo que parece. No siempre se manifiesta de manera evidente, pero suele estar latente, inclinando la balanza de nuestras decisiones e influyendo en nuestros comportamientos. No es extraño si tenemos en cuenta que somos seres sociales y, como tal, necesitamos cierta aprobación social.
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la masa”, como escribiera John Donne. No vivimos al margen de los demás, por lo que es comprensible que no deseemos decepcionarlos. Sin embargo, la línea entre la complacencia y la sumisión suele ser muy sutil y no es difícil traspasarla cuando el miedo a decepcionar a las personas nos atenaza. Por eso, quizá uno de los aprendizajes más importantes de la vida consiste en dejar atrás la carga de la complacencia.
El agotamiento que provoca intentar satisfacer a todos
El filósofo Byung-Chul Han cree que vivimos en la sociedad del cansancio. Gran parte de ese agotamiento es mental y deriva de todas las responsabilidades y obligaciones con las que nos sobrecargamos. Gran parte de ese agotamiento proviene de intentar poder con todo, satisfacer a todos y encajar en todo. Obviamente, es una misión imposible destinada al fracaso.
Y lo peor de todo es que dedicamos muchísima energía en intentar no decepcionar a los demás. No solo tenemos que asegurarnos de ser agradables sino también de que los demás nos perciban como agradables. Puede parecer lo mismo, pero no lo es.
Gestionar la forma en que nos perciben es un trabajo a tiempo completo porque demanda que nos pongamos continuamente en el lugar del otro para comprender sus expectativas e intentar satisfacerlas.
El resultado es que nuestra atención se enfoca continuamente en lo que desean los demás, corriendo el riesgo de olvidar lo que deseamos y necesitamos nosotros mismos. La energía que gastamos para gestionar la experiencia y percepción que los demás tienen de nosotros, la atención que dedicamos a evitar la decepción o desaprobación de otras personas, amenaza con convertirse en un auténtico agujero negro que succiona nuestra vitalidad y energía.
Por supuesto, es agradable ser aceptados, respetados, valorados y amados. El rechazo social y el desprecio duelen físicamente. Sin embargo, si esa aceptación implica la negación de lo que somos – de nuestros deseos, sueños y aspiraciones – tenemos un problema porque lo único que cultivaremos será una profunda decepción interior.
Por el miedo a no decepcionar a los demás, terminamos decepcionando a nosotros mismos. Como dijera Rita Mae Brown, “la recompensa por la conformidad es que le gustes a todo el mundo, excepto a ti mismo”.
Los 3 pasos imprescindibles para superar el miedo a decepcionar
1. Asume que no puedes gustar ni satisfacer a todo el mundo
Preocuparse por lo que los demás piensan de ti es normal, pero hasta cierto punto. No podemos gustar a todo el mundo. Ni podemos satisfacer las expectativas de todos los que nos rodean. Ser tú mismo implica el riesgo de rechazo. Por supuesto, pero puedes asumir ese rechazo como una criba. O sea, un filtro en tus relaciones que te ayudará a identificar a las personas que no comparten tus ideas, valores, visión del mundo o forma de ser. De hecho, ¿te has preguntado si quizá no te interesa compartir tu vida con ellos?
2. Mira dentro de ti
Muchas veces, empujados por el miedo a decepcionar a las personas más cercanas, perdemos el contacto con nuestro mundo interior. Prestamos tanta atención a lo que esperan de nosotros que faltamos a nuestra principal obligación: descubrir quiénes somos y qué queremos. Quizá te has acostumbrado tanto a anticiparte a lo que quieren los demás, que ajustas inconscientemente lo que piensas y sientes para encajar en su molde. Sin embargo, romper el hábito profundamente arraigado de complacer a los demás requiere un poco de autoconciencia. Por tanto, es importante que hagas un ejercicio de introspección y comiences a prestar atención a lo que quieres realmente. Cada vez que en tu mente resuene un “debería” pregúntate qué deseas tú.
3. Aprende a gestionar la avalancha de emociones negativas de los demás
El miedo a decepcionar a los demás se origina en gran medida en el alud de emociones negativas que recibimos. Cuando no cumplimos con las expectativas ajenas y no hacemos lo que se supone que deberíamos hacer, los demás expresan su decepción, a menudo condimentada con pizcas de frustración, tristeza y/o ira. Ser el objeto de esas emociones no es agradable, sobre todo cuando provienen de personas significativas. Sin embargo, es el costo de atreverte a ser tú mismo. Por tanto, necesitas aprender a lidiar con esas emociones negativas. Asume que son perfectamente normales y que si esa persona realmente te estima, más temprano que tarde comprenderá que tienes derecho a elegir libremente.
Por último, recuerda que tus deseos y necesidades también son importantes. No nos convertimos en personas complacientes de la noche a la mañana, por lo que tampoco podemos superar el miedo a decepcionar a los demás de la noche a la mañana. Es una práctica diaria y un proceso que implica elegir la autenticidad sobre la complacencia. Hay que dar pequeños pasos e ir asumiendo pequeños riesgos. A veces, es más fácil comenzar con aquellas personas que no son tan significativas para irnos acostumbrando a la respuesta emocional que genera la decepción.
En todo caso, también es importante tener presente que estar dispuestos a decepcionar a los demás para proteger nuestra libertad de decisión y construir la vida que deseamos no implica convertirnos en personas egoístas, kamikazes de la verdad o insensibles. Hay maneras asertivas de hacer valer nuestros derechos y comportarnos de forma auténtica sin herir a los demás.
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