A veces, la supuesta inmadurez y las limitaciones de la infancia pueden convertirse en el punto fuerte de los niños. De hecho, cada vez más investigaciones están haciendo que nos replanteemos la etapa infantil pues el desarrollo de algunas funciones cognitivas da lugar a la pérdida de otras habilidades o capacidades. Tal es el caso de la atención.
Mientras más desarrollamos la atención selectiva más detalles pasamos por alto
A medida que crecemos nuestras funciones cognitivas van madurando, como resultado de la creciente complejización y diferenciación de las estructuras del cerebro. Sin embargo, el desarrollo no es una línea recta y también se puede producir una especie de reversión evolutiva, sobre todo en el ámbito de la atención.
A pesar de que los adultos pueden tener un mejor desempeño que los niños en la mayoría de las tareas cognitivas, en ocasiones los límites que provienen de la inmadurez de las conexiones cerebrales que caracterizan el cerebro infantil pueden convertirse en un punto a su favor.
Así lo han demostrado psicólogos de la Universidad de Ohio, quienes apreciaron que los adultos somos muy buenos seleccionando y recuperando información, pero solo aquella a la que nos piden que le prestemos atención porque solemos hacer caso omiso a todo lo demás. En práctica, nos centramos en los árboles y perdemos de vista el bosque. En contraste, los niños de 4 y 5 años tienden a prestarle atención a todo lo que les muestran, sin importar si es relevante o no para la tarea.
El objetivo de los psicólogos era comparar la capacidad de procesamiento de la información de los adultos y los niños mediante diferentes tareas atencionales. En el primer estudio trabajaron con 35 adultos y 34 niños de entre 4 y 5 años de edad. Los investigadores les presentaron una imagen con dos figuras contrapuestas y más tarde, otra serie de imágenes en las que debían detectar el patrón «objetivo» que aparecía en la primera imagen.
Como era de esperar, los adultos fueron más hábiles para identificar el patrón objetivo al que le pidieron que le prestaran atención. El 94% de los adultos lo detectaron con precisión frente a 86% de los niños. Sin embargo, los niños fueron mejores reconociendo el otro patrón que en teoría debían ignorar. El 77% de los niños lo reconoció en algunas figuras, en comparación con el 63% de los adultos.
Lo que sucedió fue que los niños prestaron atención de manera distribuida a todos los detalles de la imagen, independientemente de la relevancia de los diferentes elementos. Al contrario, los adultos estaban enfocados en encontrar la mejor solución para resolver rápidamente la tarea.
No se trata del primer estudio que llega a estas conclusiones ya que en un experimento anterior bastante similar en el que compararon la memoria visual de niños de cinco años con la de estudiantes universitarios, los psicólogos apreciaron que los niños lograban un 31% de aciertos a la hora de reconocer patrones en los que no les habían pedido que se fijaran mientras que los jóvenes solo acertaron un 7% de las veces.
Atención selectiva vs. Atención distribuida
Este mecanismo natural permitiría que los niños se den cuenta de cosas que los adultos no somos capaces de ver debido a lo que se conoce como “atención selectiva”, la cual se desarrolla después de 7 años de edad, cuando la maduración de los lóbulos frontales permite implementar una selección más eficaz de la información proveniente del medio.
La atención selectiva es la capacidad para seleccionar y centrarse en un único estímulo de todos los que están presentes en el entorno. Este proceso se puede considerar como una especie de «filtro» que nos permite reducir la cantidad de información entrante, decidir qué debemos procesar y qué es relevante para la tarea y, por el contrario, que es irrelevante y debemos ignorar.
Los niños, con su curiosidad innata y su tendencia a explorar todo lo que les rodea, tienen un mecanismo atencional diferente, incluso cuando se les pide que se centren en un aspecto muy específico del medio. En algunos casos ese mecanismo puede ser muy útil y beneficioso. De hecho, la atención selectiva nos reporta ventajas como la capacidad para seleccionar información de forma rápida y eficiente, pero también implica una serie de costes ya que pasaremos por alto muchos detalles.
Al contrario, la atención distribuida que tienen los niños les permite notar mejor lo que les rodea, procesando simultáneamente la información procedente de diferentes fuentes. Obviamente, el procesamiento es más lento y menos eficiente ya que se requiere una gran cantidad de recursos cognitivos para captar y procesar cada estímulo.
En resumen, la selectividad de los sistemas de atención más maduros es una ventaja para realizar algunas tareas pero también puede ser un inconveniente para otras. Sin duda, cuando damos un paseo, es más conveniente activar la atención distribuida ya que nos permitirá disfrutar más del entorno. De hecho, esa es la razón por la cual los niños suelen apuntar cosas a lo largo de un paseo, haciéndonos notar detalles que los adultos no habíamos visto, como una pequeña flor, una ardilla en el camino o simplemente una forma peculiar.
Fuentes:
Hanania, R., & Smith, L. B. (2010) Selective attention and attention switching: Towards a unified developmental approach. Developmental Science; 13(4): 622-635.
Plebanek, D. J. & Sloutsky, V. M. (2017) Costs of selective attention: when children notice what adults miss. Psychological Science; 28(6):723-732.
Sloutsky, V. M. & Fisher, A. V. (2004) When development and learning decrease memory. Evidence against category-based induction in children. Psychological Science; 15(8): 553-558.
Plude, D. J. et. Al. (1994) The development of selective attention: A life-span overview. Acta Psychologica; 86(2): 227-272.
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