Falta de respeto, insultos e incluso golpes son algunas de las conductas que algunos niños muestran hacia sus padres. De hecho, en algunas familias parece que los roles se han invertido y son los niños quienes llevan la voz cantante. Los padres ya no tienen autoridad para establecer las normas o imponer castigos, los niños se han hecho con el mando.
Desgraciadamente, estos comportamientos no solo afectan profundamente la dinámica familiar sino que crean una gran tensión en los padres, que no saben cómo lidiar con este problema y casi siempre terminan sometiéndose a los deseos del hijo para evitar sus estallidos emocionales.
Además, la sumisión de los padres hacia sus hijos ni siquiera es útil para que los niños sean felices porque terminan desarrollando lo que se conoce como “Síndrome del Emperador”, que puede tener graves consecuencias a largo plazo.
¿Qué es el Síndrome del Emperador?
Se trata de un trastorno de conducta que afecta a los niños y adolescentes, que tiene su inicio en el hogar. Básicamente, el niño comienza a desafiar a sus padres y, al ver que logra su cometido, continúa desafiando a otros adultos.
Estos niños sienten que tienen la autoridad. De hecho, es cierto que tienen la sartén por el mango, ya sea porque los padres le han concedido privilegios desmesurados, porque no han sabido mantener una coherencia a la hora de imponer las reglas del hogar o porque no han sabido atajar a tiempo las primeras rabietas y demandas del niño.
Como resultado, el pequeño no solo desarrolla una relación demandante con sus padres, sino que pretende que estos estén a su disposición e incluso aplican el chantaje emocional. Cuando no cumplen sus deseos, se enfada y puede llegar a proferir amenazas, insultos o incluso a agredir físicamente a sus padres.
¿Cómo es el niño autoritario?
Los niños con Síndrome del Emperador dictan, ordenan y mandan lo que hará la familia. No solo decide qué hará sino también qué deben hacer los otros miembros de la familia. Toda la dinámica familiar gira en torno a sus deseos, que a menudo son caprichosos.
Detrás de este comportamiento se esconden algunos problemas:
1. Profundo hedonismo: El niño busca constantemente el placer, no ha desarrollado el sentido del deber y no comprende que en ocasiones tiene que hacer sacrificios por los demás.
2. Gran egocentrismo: Todos los niños, cuando son pequeños, son egocéntricos. Sin embargo, a medida que crecen desarrollan la empatía y aprenden a ponerse en el lugar del otro. Los niños con Síndrome del Emperador muestran pocas manifestaciones de empatía y sentimientos hacia los demás.
3. Escasa tolerancia a la frustración: Este niño tiene problemas para regular sus emociones y sentimientos, por lo que cuando no satisfacen sus deseos, suele experimentar una enorme frustración que termina dando lugar a un estallido emocional.
4. Gran capacidad de manipulación: Los niños con Síndrome del Emperador no siempre se imponen a la fuerza, a menudo recurren a sofisticadas tácticas de manipulación emocional ya que conocen perfectamente las debilidades de sus padres y no tienen reparos en usarlas a su favor.
5. Poca responsabilidad: Este niño nunca está dispuesto a reconocer sus errores, siempre le echará la culpa a los demás, buscan un tercero en quien depositar la culpa.
El principal problema es que estos niños enfrentarán numerosos problemas en su vida futura ya que el mundo no se pondrá a sus pies, como han hecho sus padres. Por tanto, ese egocentrismo, baja tolerancia a la frustración y escasas habilidades sociales terminarán pasándole una factura muy alta. Los niños mimados y autoritarios no son niños felices y tampoco serán adultos felices.
La importancia de educar a los niños
En los últimos años cada vez más padres están ejerciendo una educación pasiva, se preocupan más por satisfacer las necesidades materiales de sus hijos que por transmitirles valores y buenas normas de conducta. Este estilo educativo que convierte a los hijos en el centro alrededor del cual gira la familia, puede dar pie a niños autoritarios que no conocen el respeto y no saben cuál es su rol en la dinámica familiar.
Por supuesto, los cambios sociales de las últimas décadas también han contribuido a que aparezcan cada vez más niños autoritarios. Por ejemplo, la cultura del consumismo y del todo vale hace que algunos padres pongan más énfasis en lo material que en lo espiritual. Por otra parte, el hecho de que las parejas tengan hijos a edades cada vez más tardías convierten al pequeño en un “bien precioso” al que quieren mimar, que no puede sufrir ni ser disciplinado.
Sin embargo, no se trata de alzar el dedo acusatorio sino más bien de prevenir este tipo de conductas. Educar es una tarea compleja para la que no bastan las mejores intenciones, también es necesario informarse.
¿Qué pueden hacer los padres?
– Mantenerse atentos a las primeras señales. Como regla general, a los cuatro años un niño ya puede verbalizar su enfado, y a los cinco años será capaz de controlarlo. Si notas que tu hijo aún se muestra agresivo, tiene rabietas en público y convierte los días de la familia en un calvario a esta edad, es probable que se esté formando el “Síndrome del Emperador”.
– Establecer límites en casa. Los límites y las normas, aunque tienen mala fama, en realidad son buenos para el niño ya que contribuyen a darle un orden lógico a su mundo. Cuando el niño sabe exactamente qué se espera de él puede regular mejor su comportamiento y se siente más seguro, con menos ansiedad.
– Seguir un estilo educativo coherente. Ambos padres deben estar de acuerdo en las reglas y castigos porque si el niño ve una brecha, la aprovechará. Es importante que los progenitores hablen sobre la educación de su hijo y hagan valer las normas con firmeza y amor.
– Enseñarles a ponerse en el lugar del otro. Desarrollar la empatía es fundamental porque así los niños podrán comprender cómo se sienten los padres cuando les falta el respeto. Por eso, desde pequeño, no te limites a castigar a tu hijo por sus malos comportamientos, reflexiona sobre lo qué ha hecho y sus consecuencias.
– Convertirse en su ejemplo. Los niños aprenden viendo a sus padres. Por tanto, enséñale a manejar de manera asertiva las emociones, sobre todo la frustración. Dale herramientas que le permitan canalizar esas emociones negativas, en vez de volcarlas en los adultos.
Por último, recuerda que “educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía” y siempre con amor.
Fuente:
Garrido, V. (2009) Los hijos tiranos: El Síndrome del Emperador. Barcelona: Editorial Ariel.
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