“Odio mi trabajo, pero no puedo renunciar porque necesito el dinero”, es una de las quejas más comunes en la sociedad moderna. Ya sea porque no te pagan lo que crees merecer, tu jefe es horrible, no te gusta lo que haces o simplemente te aburres, lo cierto es que odiar el trabajo puede terminar afectando tu salud física y mental. No es para menos si tenemos en cuenta que pasamos casi un tercio de nuestra vida trabajando.
¿Por qué algunas personas odian sus trabajos?
Una encuesta realizada en Estados Unidos reveló que el 63% de las personas piensan que realizan un trabajo mediocre y el 32% reconocen que detestan su trabajo porque lo consideran malo. Existen muchas razones que nos llevan a detestar el trabajo, algunas de las más comunes son:
- Un salario bajo o falta de beneficios
- Un mal jefe
- Una cultura laboral tóxica
- Una mala comunicación en el ambiente laboral
- Realizar todos los días trayectos largos o estresantes para ir al trabajo
- Un trabajo aburrido que demanda tareas monótonas
- Un horario inadecuado que no encaja en nuestro estilo de vida
- Un trabajo muy demandante con escaso reconocimiento
Curiosamente, esa misma encuesta encontró una correlación entre el estado de salud y el nivel de satisfacción laboral, revelando que las personas que odian su trabajo y no se sienten a gusto, también suelen tener más problemas de salud.
¿Qué puedes hacer?
Si la frase “odio mi trabajo” se ha convertido en un mantra personal que repites continuamente, ha llegado el momento de hacer algo. En ese caso, tienes dos opciones: cambias tu mentalidad o cambias las circunstancias.
Es importante partir del hecho de que la mayoría de las definiciones de “trabajo” que hemos desarrollado incluyen la noción de obligación. Eso nos conduce a ver el trabajo desde un prisma más negativo ya que lo percibimos como algo indeseado e impuesto. Y cuanto más arraigado se encuentre ese concepto en nuestra mente, más probable será que detestemos nuestro trabajo.
Esa asociación negativa no es moderna sino que tiene antiguos orígenes. De hecho, la palabra “trabajo” deriva del latín tripalium, que era una herramienta similar a un cepo con tres puntas o pies que se usaba para sujetar a caballos o bueyes y poder herrarlos. También se usaba como instrumento de tortura para castigar a esclavos o reos, por eso tripaliare significa además tortura o tormento. Obviamente, con esas asociaciones en mente, es difícil que podamos disfrutar del trabajo.
El tiempo de ocio, sin embargo, es la antítesis del trabajo y lo asociamos con la libertad. De hecho, un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Friburgo reveló que, aunque muchas personas calificaban su tiempo libre como menos emocionante que el trabajo, consideraban que era más placentero, independientemente del nivel de estrés que pudieran tener en su trabajo.
Una estrategia para desarrollar una perspectiva más positiva hacia el trabajo proviene del filósofo Alan Watts, quien dijo: “este es el verdadero secreto de la vida: estar completamente comprometido con lo que estás haciendo aquí y ahora. Y en lugar de llamarlo trabajo, date cuenta de que es un juego”. Se trata, por ende, de encontrar la parte positiva y lúdica del trabajo.
Si no puedes encontrarla, tienes la posibilidad de cambiar tus circunstancias. Es probable que pienses “odio mi trabajo, pero necesito el dinero, así que no puedo renunciar”. Es cierto, pero se trata tan solo de la mitad de la historia.
Como la mayoría de las situaciones en la vida, hay cosas que puedes controlar y otras que escapan de tu control. Es conveniente que reflexiones sobre las cosas que odias de tu trabajo y detectes aquellas que puedes cambiar. Quizá podrías pedir un aumento o un cambio de horario. O podrías mudarte más cerca del trabajo para evitar el tráfico. Es probable que esos cambios te hagan sentir mejor y sean suficientes para mantenerte en ese puesto de trabajo.
No obstante, hay ocasiones en las que la única solución es abandonar ese trabajo. Es probable que necesites trabajar para vivir, como la mayoría de los mortales, pero eso no significa que estés atado a un trabajo que odias. Existen tres señales que indican que deberías replantearte cambiar de trabajo:
- Agotamiento. Te sientes sin energía constantemente, incluso aunque descanses. Pensar en tu trabajo simplemente te drena psicológica y físicamente.
- Cinismo o despersonalización. Has llegado a un punto en el que todo te irrita, tanto los clientes como tus compañeros de trabajo. Has dejado de creer en la importancia de lo que haces.
- Ineficacia. Te has ido volviendo menos productivo y te sientes incapaz de hacer frente a las tareas que antes realizabas con agilidad.
Recuerda que no tenemos que realizar un trabajo que no nos brinda satisfacción profesional ni personal durante toda la vida. Si has decidido que ese trabajo no es para ti, lo mejor que puedes hacer es establecer un plan de acción a medio plazo para tomar un rumbo profesional que te resulte más satisfactorio y te llene realmente. Salir de la zona de confort puede asustar, pero es aún peor marchitarse lentamente en un trabajo que odias.
Fuentes:
Rothwell, J. & Crabtree, S. (2019) Not Just a Job: New Evidence on the Quality of Work in the United States. En: Gallup.
Maslach, C. & Leiter, M. (2016) Understanding the burnout experience: recent research and its implications for psychiatry. World Psychiatry; 15(2): 103–111.
Biskup, M. J. et. Al. (2019) Just how miserable is work? A meta-analysis comparing work and non-work affect. PLoS One; 14(3): e0212594.
Myrtek, M. et. Al. (1999) Stress and strain of blue and white collar workers during work and leisure time: results of psychophysiological and behavioral monitoring. Appl Ergon; 30(4): 341-351.
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