
¿Alguna vez has olvidado una cita a la que no te apetecía acudir? ¿O quizá olvidaste una tarea pendiente que te generaba tensión? ¿O un hecho desagradable? No es algo inusual.
Aunque solemos pensar que nuestra memoria es como en un gran reservorio de información donde guardamos nuestros recuerdos a buen recaudo, en realidad se parece más a un almacén dinámico que cambia continuamente. Nuestra memoria reescribe los recuerdos e incluso está sujeta al “olvido motivado”.
¿Qué es el olvido motivado?
La idea del olvido motivado se remonta al filósofo Friedrich Nietzsche en 1894. Nietzsche y Sigmund Freud coincidían en el hecho de que la represión de los recuerdos es una forma de autoconservación. Nietzsche escribió que el hombre debe olvidar para poder avanzar y afirmó que se trata de un proceso activo, en el sentido de que olvidamos eventos específicos como un mecanismo de defensa. Freud también hizo referencia a los recuerdos reprimidos que borramos de nuestra memoria porque nos causan demasiado daño y no somos capaces de integrarlos en nuestro “yo”.
Sus ideas cayeron prácticamente en el olvido, pero las dos Guerras Mundiales despertaron el interés de psicólogos y psiquiatras por este fenómeno ya que muchos veteranos sufrían una pérdida de memoria sustancial y selectiva cuando regresaban del combate.
Sin embargo, el olvido motivado no es una alteración de la memoria sino que implica “borrar” recuerdos indeseados de la memoria, de manera más o menos consciente. En muchos casos actúa como un mecanismo de defensa que bloquea los recuerdos que nos generan emociones desagradables, como la ansiedad, la vergüenza o la culpa.
¿Qué nos motiva a olvidar?
El olvido motivado puede producirse por diferentes causas, como explican psicólogos de la Universidad de Cambridge:
- Atenuar las emociones negativas. Los recuerdos que más solemos evitar suelen ser aquellos que evocan miedo, ira, tristeza, culpa, vergüenza o ansiedad. En práctica, preferimos evitar los recuerdos dolorosos y/o perturbadores que nos generan malestar e incomodidad. Cuando logramos suprimirlos de nuestra conciencia, esos sentimientos negativos desaparecen y recuperamos la estabilidad emocional.
- Justificar un comportamiento inapropiado. Cuando nos comportamos de manera incorrecta y esa conducta no encaja con la imagen que tenemos de nosotros mismos, experimentamos una disonancia que nos genera una gran incomodidad. El olvido motivado es una estrategia para no tener que cuestionarnos y mantener ese status quo interior. De hecho, se ha apreciado que las personas olvidan más las reglas morales después de comportarse de manera deshonesta.
- Preservar la imagen de uno mismo. Tenemos la tendencia a proteger la imagen que nos hemos formado de nosotros mismos recordando de manera selectiva la retroalimentación positiva y olvidando aquella negativa. Esta “negligencia mnémica” se produce en especial cuando sentimos amenazada nuestra identidad, en cuyo caso expulsamos de la conciencia las críticas y comentarios negativos.
- Reafirmar creencias y actitudes. Nuestras creencias más arraigadas suelen estar tan bien apuntaladas que a menudo resisten a las evidencias contrarias. Esa rigidez puede deberse en gran parte al olvido motivado ya que tenemos la tendencia a recordar la información de manera selectiva, escogiendo solo aquella que encaje con nuestros puntos de vista y creencias.
- Perdonar a los demás. Las relaciones interpersonales a menudo van acompañadas de la necesidad de perdonar las ofensas que nos han herido. En algunos casos, el olvido motivado es el mecanismo al que recurrimos para borrar esas transgresiones de nuestra memoria y poder pasar página.
- Mantener el apego. En otros casos el olvido motivado surge de la necesidad de mantener el apego con una persona significativa de nuestras vidas. De hecho, es un fenómeno común en los niños o adolescentes maltratados que necesitan a sus padres. En este caso, olvidamos las experiencias no compatibles con la imagen de apego para preservar ese vínculo afectivo y mantener la relación.
Los mecanismos del olvido motivado
El olvido motivado puede ocurrir de manera inconsciente o puede deberse a un esfuerzo deliberado por olvidar determinados hechos o detalles. De hecho, puede darse a través de dos mecanismos:
- Represión. Es un mecanismo de defensa primario a través del cual empujamos nuestros pensamientos, impulsos, recuerdos o sentimientos desagradables o intolerables fuera de la conciencia. Suele ocurrir, por ejemplo, en las personas que han sido víctimas de hechos violentos, los cuales les generan un dolor tan grande que cancelan de su memoria los detalles más terribles.
- Supresión. Es un mecanismo consciente y voluntario a través del cual restringimos los pensamientos y recuerdos que nos resultan dolorosos o que no queremos aceptar. Cuando un recuerdo nos molesta, intentamos pensar en otra cosa o cambiar de actividad para expulsar ese contenido de nuestra mente.
A fuerza de rechazar ese recuerdo, su huella se va debilitando en nuestra memoria, lo cual puede conducir a su olvido. Ese rechazo activo desencadena procesos neuronales que perjudican el acceso a la memoria indeseada, como si cortáramos la vía que nos conduce a ese recuerdo, de manera que llega un punto en el que no podemos recuperarlo de la memoria.
De hecho, se ha apreciado que el nivel de olvido es proporcional a la cantidad de veces que suprimimos un recuerdo. Este tipo de olvido no es un fenómeno tan inusual ni complejo como puede parecer. Un experimento realizado en la Universidad de Washington lo comprobó. Estos psicólogos pidieron a un grupo de personas que llevaran un diario durante dos semanas en el que debían anotar cada día un evento único que les había ocurrido. Luego les pidieron que redujeran el evento a dos palabras para captar su esencia y que se fijara aún más en la memoria.
Al cabo de una semana, los investigadores dijeron a la mitad de los participantes que no era necesario que recordaran los eventos de esos primeros siete días e incluso les pidieron que hicieran un esfuerzo por olvidarlos. Así comprobaron que las personas instruidas para olvidar recordaban menos de una tercera parte de los hechos anotados durante la primera semana mientras que el resto recordó más de la mitad.
Por tanto, los investigadores concluyeron que “las personas son capaces de olvidar intencionalmente los recuerdos autobiográficos, del mismo modo que olvidan palabras de una lista. Este fenómeno se produjo independientemente de si los eventos eran positivos o negativos y más allá de su intensidad emocional”.
Fuentes:
Anderson, M. C. & Hanslmayr, S. (2014) Neural mechanisms of motivated forgetting. Trends Cogn Sci; 18(6): 279–292.
Lambert, A. J. et. Al. (2010) Testing the repression hypothesis: effects of emotional valence on memory suppression in the think-no think task. Conscious. Cogn; 19: 281–293.
Joslyn, S. L. & Oakes, M. A. (2005) Directed forgetting of autobiographical events. Memory & Cognition; 33: 577-587.
Joormann, J. et. Al. (2005) Remembering the good, forgetting the bad: intentional forgetting of emotional material in depression. J. Abnorm. Psychol; 114: 640–648.
Deja una respuesta