Sumidos en la dictadura del “pensamiento positivo”, las frases impregnadas de un optimismo tóxico pululan por doquier. Desde un “puedes lograrlo” y “vas a conseguir lo que te propongas” hasta “persigue tus sueños” o “el único límite eres tú”. Este tipo de filosofía es muy atractiva ya que intenta dibujar el mundo de color rosa. A fin de cuentas, ¿quién no querría tener una mente positiva y que el universo se alineara a su favor?
Sin embargo, esta “filosofía” reduce el mundo a la mera voluntad, olvidándose de los mil factores necesarios para lograr determinados objetivos en la vida. En España, por ejemplo, 90 de cada 100 emprendedores fracasan en el lapso de 10 años, según datos de la OCDE. Eso significa que las probabilidades de comenzar una empresa en un garaje y que se convierta en el próximo Microsoft o Apple son muy bajas.
El éxito y el reconocimiento social no solo dependen de nuestras competencias y esfuerzo, hay muchas otras variables implicadas, incluyendo estar en el lugar correcto en el momento adecuado. Y aunque no hay nada de malo en alimentar una actitud positiva que nos ayude a afrontar el mal tiempo con buena cara, también necesitamos una buena dosis de sensatez y realismo.
Epicteto compartía esa visión. A pesar de que su vida fue un ejemplo de superación pues rompió las cadenas de la esclavitud y tuvo que arrastrar una importante cojera, este filósofo no promovió una visión optimista a ultranza, sino que proclamaba el equilibrio, la sensatez y el pragmatismo. En los tiempos que corren, su filosofía va contracorriente y puede sernos particularmente útil para evitar esfuerzos inútiles, frustraciones y desilusiones, ayudándonos a encaminar nuestra vida en una dirección más fructífera y satisfactoria.
Querer no es suficiente, también necesitas poder hacerlo
“Antes de emprender cualquier asunto, mira bien lo que lo precede y lo que le sigue, y solo después de tal examen, empréndelo”, recomendaba Epicteto. Si no reflexionas seriamente sobre lo que necesitas para poner en marcha un proyecto y las consecuencias de lo que has emprendido, sino que actúas por impulso, quizá dejándote llevar por el entusiasmo del momento o, lo que es aún peor, por una moda pasajera, es probable que “al final aparezcan dificultades y te sientas confundido”.
“¿Quieres vencer en los juegos olímpicos? Yo también, ¡sería estupendo! Pero antes examina bien lo que precede y lo que sigue a una empresa semejante. Tendrás que someterte a un régimen disciplinario y alimenticio y abstenerte de comer dulces, hacer ejercicios en las horas señaladas, haga frío o calor; beber agua y vino moderadamente… En una palabra, tendrás que entregarte sin reservas al ejercicio diario y después de todo esto, participar en los juegos. Allí te pueden lesionar, dislocar las piernas o humillar, y después de todo esto, incluso vencer. Cuando hayas sopesado todos esos factores, decide si quieres ser atleta […] Si no tomas esas precauciones, solo harás tonterías”, advertía este filósofo.
Epicteto propone sopesar los pros y contras de los proyectos que nos gustaría emprender, de manera que podamos prepararnos psicológicamente para afrontar todos los obstáculos que aparecerán a lo largo del camino. Nos anima a ser conscientes de la magnitud de la empresa que nos proponemos y, sobre todo, a no caer en la falsa ilusión de que el camino será sencillo.
De hecho, este filósofo nos alienta a hacer las cuentas con nuestros recursos en vez de alimentar un pensamiento mágico. “Considera primero la naturaleza del asunto que emprenderás y luego examina tu propia naturaleza para ver si es tan fuerte como para llevar esa carga. ¿Quieres correr la maratón o ser jugador de episkyros? Mira tus brazos, considera tus muslos, examina tu región lumbar, pues no nacimos todos para hacer las mismas cosas”.
“Reflexiona sobre ello y decide si quieres pagar ese precio: la tranquilidad, la libertad, la constancia. Si no, aplícate a otra cosa […] Solo es preciso que seas un hombre, que te apliques a lo que tu alma desea o a lo que tu cuerpo realmente anhela”.
El poder del optimismo pragmático
Epicteto no era una persona que tirase fácilmente la toalla. De hecho, aunque su discurso puede sonar pesimista, en realidad no abogaba por rendirse, sino tan solo por una profunda y sabia reflexión marcada por un pensamiento racional y pragmático. Su filosofía no deja espacio para las ilusiones vanas, pero comprende el papel de la pasión y el compromiso.
Este filósofo no nos insta a desistir, sino a buscar aquello para lo que estamos hechos, lo que nos motiva y apasiona, independientemente de las tendencias o presiones sociales. “Si imitas todo lo que quisieras hacer, y cada vez te gusta algo distinto, a nada de eso has llegado con reflexión, sino que actúas impulsivamente, sin ninguna consideración, ni guía, sino por el simple azar y capricho”. De esta manera, es probable que “pases de la risa a la tragedia”, advertía.
Epicteto nos motiva a hacer un ejercicio de introspección para encontrar nuestro ikigai, en la estela de la filosofía japonesa. Animaba a las personas a perseguir sus sueños, pero solo aquellos que provenían de una verdadera disposición y un deseo interno. “Recuerda que el objeto de tus deseos es obtener lo que quieres, lo que anhelas ya que de esta manera no te lamentarás de nadie y no acusarás a nadie ya que no harás nada – ni siquiera la cosa más pequeña – que no corresponda a tú deseo”.
“Si deseas algo que no está en tu poder, te sentirás fracasado por fuerza”. Por eso, recomendaba que cuando no tengas claro lo que deseas o el camino que debes recorrer: “conténtate por el momento con escucharte y analizar las cosas, pero lentamente, siempre con reservas y sin prisa, pero sin pausa”.
Epicteto, más que un optimista, era un “posibilista”. Y su filosofía puede sernos particularmente útil para no desperdiciar energía, ahorrarnos frustraciones y lograr aquello que realmente deseamos y para lo que estamos más capacitados.
Fuente:
Arriano, L. F. (2013) Equiridion, o manual de Epicteto. CreateSpace Independent Publishing.
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