A veces los sueños se convierten en pesadillas. A inicios del siglo XX, el sueño americano que motivó a tantas personas a atravesar el océano se transformaba en una pesadilla para algunas personas en el Hospital para Inmigrantes de la Isla Ellis. En la actualidad, es posible contratar un tour por la Isla Ellis y el hospital para seguir los pasos de los inmigrantes y descubrir algunos de los secretos enterrados en el que un día fue uno de los complejos hospitalarios más grandes de Estados Unidos.
De hecho, en aquel hospital se trataban a los inmigrantes enfermos apenas ponían pie en tierra y a aquellos cuya entrada estaba prohibida por las leyes de inmigración, como las personas con trastornos mentales.
Desde 1892 a 1924, en la Isla Ellis se procesaron más de 12 millones de inmigrantes, por lo que fue el punto de inmigración más grande y activo de Estados Unidos. Muchos la conocían como la “Isla de la Esperanza” ya que era el último paso para entrar a Estados Unidos, pero para otros se convirtió en la “Isla de las Lágrimas”, una barrera infranqueable contra la que se estrellaron sus sueños.
Nace el Pabellón de Psicópatas
El Hospital para Inmigrantes de la Isla de Ellis entró en funcionamiento en 1902 para acoger a las personas que no pasaban la rigurosa inspección médica que se realizaba cuando llegaban al puerto. Allí los pacientes eran estabilizados y a veces devueltos a sus países de origen.
De hecho, en 1882 Estados Unidos había aprobado la Inmigration Act, una ley que impedía la entrada al país a las personas que podían convertirse en una carga pública (LPC) – una restricción que siguen aplicando muchos países en la actualidad, dicho sea de paso. La entrada no solo estaba prohibida a quienes tenían enfermedades infecciosas con el fin de proteger a la población local, sino también a quienes sufrían problemas mentales.
Unos años más tarde, en 1907, la ley de inmigración se volvió aún más estricta y amplió el concepto de personas “sujetas a exclusión obligatoria” para incluir a todos los inmigrantes “idiotas, imbéciles, epilépticos, débiles mentales [y] locos”, como indica un documento de la época.
Obviamente, a medida que el número de inmigrantes aumentaba, también lo hacía aquellos que tenían problemas psicológicos, de manera que muy pronto las 125 camas del hospital no fueron suficientes.
Como las personas con trastornos mentales tenían la entrada prohibida al país, las autoridades decidieron mantenerlas en una instalación separada y en 1907 se construyó un anexo al hospital en la Isla 2 al que se llamó “Pabellón de Psicópatas”.
Flanqueado por edificios del Renacimiento georgiano, el Pabellón de Psicópatas tenía un perfil distintivo, casi estigmatizante, pues no solo era el único edificio con techo plano del complejo hospitalario, sino que también tenía rejas de hierro en las ventanas y su porche parecía una jaula, manteniendo a los internos en condiciones similares a las de una prisión.
El “Pabellón de Psicópatas” tenía espacio para entre 20 y 30 personas, que eran acomodadas en habitaciones privadas o salas pequeñas, aunque a veces los médicos llegaron a detectar hasta 80 casos de supuestos trastornos mentales en un día, por lo que es probable que aquellos inmigrantes terminaran en condiciones de hacinamiento.
Las prácticas eugenésicas, cuando la inteligencia se medía en centímetros
El Hospital para Inmigrantes de la Isla Ellis general estaba equipado con algunas de las tecnologías médicas más modernas, como los rayos X, y contaba con un gran laboratorio, pero el tratamiento que recibían las personas con trastornos mentales no era tan vanguardista.
En un principio, el Pabellón de Psicópatas se creó para poder observar los casos sospechosos, tratar el estrés agudo que sufrían algunos inmigrantes debido a las dificultades del viaje y retener los casos graves hasta que fuera posible su deportación.
Hay que recordar que la atención de salud mental a inicios del siglo XX no era ideal, por usar un eufemismo, y las teorías eugenésicas estaban a la orden del día. A ello se le sumaba que las propias leyes de inmigración proclamaban que “los idiotas, imbéciles, epilépticos, débiles mentales [y] locos” debían ser enviados a casa, de manera que no es difícil imaginar que el “Pabellón de Psicópatas” se convirtió en una estación de paso particularmente devastadora para quienes cruzaban sus puertas.
Las creencias eugenésicas – ahora ampliamente desacreditadas – encontraron espacio en aquel hospital. Henry H. Goddard, un famoso psicólogo eugenista y segregacionista de la época, puso en marcha un programa de pruebas de inteligencia en la Isla Ellis en 1913 que hoy se catalogaría como vergonzoso.
Los médicos que trabajaban allí usaban calibradores de metal para medir la circunferencia de las cabezas de los inmigrantes, la cual se relacionada con la inteligencia y se pensaba que podía predecir la “debilidad mental”. Como resultado, quienes pertenecían a una “estirpe racial superior” solían tener preferencia para entrar a Estados Unidos.
Aquellos que pertenecían a “razas inferiores” tenían menos suerte y no era infrecuente que terminaran en el Pabellón de Psicópatas. De hecho, es probable que por aquellos muros pasaran muchas personas debido a diagnósticos erróneos o simplemente por discriminación racial.
Como nota histórica, vale recordar que la Ley de Restricción de la Inmigración de 1924 fue especialmente diseñada para detener la inmigración de italianos y judíos provenientes de Europa del Este porque se les consideraba “disgénicos”.
Síntomas malinterpretados y diagnósticos erróneos
Es probable que muchos de los inmigrantes ingresados en la sección psiquiátrica del hospital diagnosticados como “idiotas” o “débiles mentales” en realidad no lo eran. Un documento de la época señalaba que el simple hecho de “no responder a las preguntas (porque parecían estúpidas) podría calificarlo como débil mental y provocar que se le negara la entrada”.
El propio manual que utilizaban los médicos para realizar el examen inicial señalaba que “cualquier sugerencia, sin importar cuán trivial fuese, que apuntara a una anormalidad mental, es suficiente para remitir al inmigrante a una investigación más profunda”. El problema es que el manual también indicaba como signos sospechosos la excitación, la impaciencia, la imprudencia o incluso el agotamiento. La confusión, falta de atención o desorientación también eran considerados síntomas.
Sin embargo, muchos de esos “síntomas” podían ser un estado perfectamente normal en la situación de un inmigrante que acababa de realizar un largo viaje y llegado a un país completamente desconocido. Como resultado, prácticamente el 50% de los extranjeros eran valorados por un posible trastorno mental y es probable que muchos diagnósticos realmente fueran producto de diferencias culturales, barreras idiomáticas o la propia ansiedad que podían experimentar, lo que hacía que su comportamiento pareciera inusual para los médicos del hospital.
En este sentido, aunque la normativa indicaba que “deberá haber dos intérpretes asignados exclusivamente para ayudar en el examen de casos sospechosos de enfermedad mental” para evitar las barreras culturales e idiomáticas, también se reconocía que “la ausencia de intérpretes asignados exclusivamente a este servicio provoca con frecuencia una detención prolongada e innecesaria de estos casos”.
En aquella situación, no es extraño que algunos intentaran escapar nadando hasta el continente de la ciudad de Nueva York, aunque ninguno lo logró, y que algunos se suicidaran.
Un triste camino de regreso, una historia que no debe caer en el olvido
Muchas personas abandonaban el Hospital para Inmigrantes de la Isla Ellis al cabo de una semana sintiéndose bienvenidos en esa nueva tierra, con la esperanza de poder hacer realidad el sueño americano. Otros, sobre todo los que estaban en el Pabellón de Psicópatas, fueron enviados solos de regreso a su puerto de salida en Europa, con poco o ningún dinero, mal vestidos y en algunos casos realmente enfermos.
Nadie se molestó en asegurarse de que estas personas regresaran a sus hogares, que en muchos casos quedaban bastante lejos del puerto, de manera que sus familiares y amigos jamás volvieron a verlos ni a saber de ellos.
En 1954 se cerró el hospital, quedando toda la parte sur abandonada. En 1996 fue catalogado como uno de los “lugares históricos más amenazados de Estados Unidos”. No obstante, en 2014 se abrió al público para realizar visitas guiadas, cuyos fondos ayudan a financiar su preservación y que permiten vivir experiencias realmente únicas y reveladoras.
Hoy es posible visitarlo. Podemos recorrer las austeras habitaciones abandonadas, ver las rejas oxidadas e incluso descubrir algunos de los instrumentos que se utilizaban para diagnosticar/patologizar a los inmigrantes. Podemos ver las fotografías en tamaño natural pegadas en las paredes de los inmigrantes que pasaron por allí mientras nos devuelven la mirada desde un pasado que ahora parece muy lejano. Podemos imaginar la historia de un edificio que fue testigo de los sueños americanos, también de aquellos rotos, lleno de las historias de quienes quisieron tener una vida mejor, pero fueron rechazados.
Referencias Bibliográficas:
Slingerland, A. S. (2015) Ellis Island Hospital, from quarantine to freedom. En: Hektoen International: A Journal of Medical Humanities.
Frances, J. (2008) Spectres of migration and the ghosts of Ellis Island. Cultural Geographies; 15(3): 359-381.
Mullan, E. H. (1917) Mental Examination of Immigrants: Administration and Line Inspection at Ellis Island. Public Health Reports (1896-1970); 32(20): 733-746.
Lombardo, P. (s/f) Eugenics Laws Restricting Immigration. En: American Eugenies Movement.
(s/f) The Deportation of Insane Aliens — 1907. En: Social Welfare History Project.
Deja una respuesta