Cuando damos el “sí quiero” pensamos que es para toda la vida. Pero en algún momento las cosas se tuercen y nos damos cuenta de que la persona que tenemos al lado no es aquella con la que queremos pasar el resto de nuestra vida. Nos percatamos de que a su lado ya no hay ilusión y son más los problemas que los buenos momentos.
Entonces llega la separación. Y conocemos facetas de esa persona que ni siquiera sospechábamos. Algunos días nos sentimos aliviados, pero también hay días malos en los que recordamos los buenos momentos y sentimos nostalgia. Hay otras jornadas en las que nos embarga la rabia o una sensación de fracaso.
Y mientras estamos subidos en ese carrusel emocional, los hijos pagan las consecuencias. Muchos tienen que hacerse cargo de sus padres, especialmente de la madre ya que normalmente se quedan a vivir con ella. La depresión o incluso la dependencia de sustancias, sobre todo de somníferos, son problemas comunes con los cuales se ven obligados a lidiar los niños.
Así el pequeño se convierte en un cuidador, y es el responsable de volver a “humanizar” a sus padres, favorecer su desarrollo, mediar entre ambos, motivarles a salir y a cuidar de sí mismos. Desgraciadamente, este fenómeno en el que los roles se invierten es muy común y da lugar a problemas de apego ya que es el niño quien debe cuidar de sus padres y no a la inversa.
Este vídeo muestra a la perfección este proceso. Lo he subtitulado para que os resulte más fácil comprenderlo, aunque las imágenes hablan por sí solas.
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