Nuestro pensamiento es una auténtica máquina de fabricar categorías. Se mantiene ocupado todo el tiempo intentando dar sentido a los datos que recopila del entorno con el objetivo de simplificarlos para que puedan encajar en nuestra visión del mundo. La categorización es precisamente una de las operaciones más importantes del pensamiento, pero también puede ser un arma de doble filo que se vuelve en nuestra contra limitando nuestra visión del mundo.
¿Qué es el pensamiento categórico?
El pensamiento categórico es aquel que, en base a los datos que extrae del entorno, establece categorías en las cuales encaja prácticamente todo lo que nos rodea. Ese tipo de pensamiento nos permite diferenciar, por ejemplo, una serpiente de una rama o un gato de un perro.
Para que una categoría tenga un valor práctico, debe cumplir dos condiciones:
- Validez, ya que no tiene mucho sentido dividir arbitrariamente un grupo homogéneo pues de esta manera complejizaríamos aún más nuestra visión del mundo.
- Utilidad, ya que debe adaptarse al contexto donde nos desenvolvemos día a día. Aunque para un zoólogo tiene sentido dividir las serpientes en subcategorías, el resto de las personas simplemente necesita reconocerlas para comprender que pueden hallarse ante un peligro potencial.
El problema es que nuestro pensamiento no siempre funciona de manera lógica, sino que a menudo creamos y confiamos en categorías que no son válidas y mucho menos útiles, de manera que nos llevan a tomar malas decisiones o consolidan prejuicios. En ese caso, el pensamiento categórico termina creando ilusiones que consideramos reales, por lo que nos conducen a comportamientos desadaptativos.
Los 3 errores del pensamiento categórico
1. Compresión: Reducir la variedad del mundo a categorías
El pensamiento categórico se basa en prototipos, por lo que obvia toda la gama de variaciones que existen dentro de una categoría. En práctica, toma los rasgos centrales comunes y obvia las diferencias. El problema es que cuando cualquier cosa pasa a formar parte de una categoría, pierde sus propiedades únicas. Cuando un pomelo pasa a formar parte de la categoría cítricos pierde propiedades, y las pierde aún más cuando lo catalogamos como fruta.
Eso significa que la compresión, si bien necesaria para orientarnos rápidamente en el mundo, es un proceso que obvia la riqueza intrínseca a la individualidad ya que nos hace cerrar los ojos ante las peculiaridades. Lo mismo ocurre cuando aplicamos categorías a las personas.
En este sentido, investigadores de la Universidad de Utrech y Oregón pidieron a un grupo de personas que catalogaran en diferentes áreas a las mujeres, teniendo en cuenta únicamente su silueta, la cual variaba desde la anorexia hasta la obesidad.
Los participantes vieron a las mujeres de manera distinta cuando estas fueron etiquetadas, a pesar de que sus siluetas eran idénticas. Por ejemplo, asumían que la personalidad y el estilo de vida de la “mujer 7” eran más parecidos a los de la “mujer 9” cuando ambas eran etiquetadas como obesas, pero sin esas etiquetas, las personas establecían más distinciones entre ambas.
Eso significa que cada vez que asignamos a una persona una etiqueta o pensamos que pertenece a un grupo social determinado, cerramos los ojos a su unicidad y seremos más propensos a pensar en ella de manera esterotipada y prejuiciada.
2. Amplificación: Exagerar las diferencias
El pensamiento categórico encierra otras trampas, además de la compresión. De hecho, en algunos casos nos lleva a exagerar las diferencias entre las distintas categorías, lo cual conduce a la formación de estereotipos y nos lleva a sacar conclusiones imprecisas.
La amplificación es un proceso mediante el cual aumentamos las diferencias más sutiles entre dos categorías para poder distinguirlas mejor. Este proceso se basa en la necesidad de nuestro cerebro de buscar la coherencia y el orden, en su reticencia a dejar cabos sueltos.
Se ha apreciado, por ejemplo, que las personas afiliadas a partidos políticos muy diferentes tienden a sobreestimar cuán extremas son las posturas políticas del otro. Las máscaras sociales bajo las cuales se nos presentan hace que exageremos los puntos de vista del otro, lo cual alimenta los prejuicios y dificulta el entendimiento pues en lugar de construir puentes, levantamos muros.
Esa exageración de las diferencias nos permite colocar las categorías en extremos opuestos, bien diferenciados. El problema es que corremos el riesgo de crear una caricatura de ciertos grupos, obviando la riqueza e incluso las contradicciones que encierra cada uno de ellos.
3. Fosilización: Quedarse atascado en las categorías
“Lo difícil no es encontrar nuevas ideas, sino escapar de las ideas antiguas”, escribió John Maynard Keynes. Las categorías conducen a una visión fija del mundo. Nos hacen sentir que todo está en orden y, por tanto, nos brindan una ilusoria sensación de seguridad.
Investigadores de la Universidad de Toronto demostraron cuán dañino puede ser el pensamiento categórico para nuestra creatividad, por ejemplo. Pidieron a 200 personas que construyeran la figura de un extraterrestre usando piezas de Lego. A algunos participantes les dieron las piezas organizadas en grupos y a otros les dijeron que las usaran como quisieran. El resultado no dejó lugar a dudas: las personas a las que no les dieron las piezas categorizadas construyeron figuras mucho más originales y creativas.
La existencia de categorías genera una fijación funcional, un fenómeno que nos impide ir más allá de lo que nuestra mente ya ha catalogado. Por eso, es probable que un niño pueda encontrar más usos originales para un tenedor que un adulto.
La fosilización, por ende, nos mantiene atados a la imagen del mundo que hemos construido, atrapados en nuestros propios prejuicios y esterotipos, sin posibilidad de cambiar porque nos hemos cerrado de antemano al cambio.
¿Cómo limitar los daños del pensamiento categórico?
El pensamiento categórico es necesario. Nos ayuda a formarnos una imagen estructurada, sencilla y relativamente coherente del mundo que puede ser muy útil en situaciones en las que debemos reaccionar rápidamente, sin pensar demasiado.
Sin embargo, también debemos ser conscientes de que puede jugarnos malas pasadas, por lo que a pesar de que ya hayamos establecido ciertas categorías, debemos estar abiertos a nuevas informaciones que nos permitan ampliar o enriquecer las categorías existentes, ayudándonos a liberarnos de prejuicios o esterotipos sinsentido.
Necesitamos comprender que no podemos deshacernos del todo de las categorías, pero no tenemos que convertirnos en sus esclavos dejando que limiten nuestra visión del mundo y, por ende, llevándonos a tomar decisiones sesgadas en la vida.
Para ello debemos cultivar la mentalidad del descubridor, aquella que parte de lo conocido, pero con ansias de descubrir cosas nuevas que nos ayuden a ampliar nuestra visión del mundo.
Fuentes:
De Langhe, B. & Fernbach, P. (2019) The Dangers of Categorical Thinking. En: Harvard Business Review.
Kim, Y. J. & Zhong, C. (2017) Ideas rise from chaos: Information structure and creativity. Organizational Behavior and Human Decision Processes; 138: 15-27.
Foroni, F. & Rothbart, M. (2012) Category Boundaries and Category Labels: When Does A Category Name Influence the Perceived Similarity of Category Members? Social Cognition; 29(5): 547-576.
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