“Pierdo los nervios con mi hijo a menudo”.
“No tengo paciencia con mis hijos”.
Aproximadamente el 60% de los padres reconocen que su principal problema en la crianza de sus hijos es la paciencia. Perder los nervios con los hijos es una situación relativamente común. Y no es para menos. Los niños no vienen con un manual de instrucciones bajo el brazo y los padres a menudo descubren in situ que criar a un hijo es mucho más difícil de lo que creían.
El primer paso para dejar de perder los nervios con los hijos consiste en comprender la verdadera razón oculta detrás de ese enfado y falta de paciencia. Solo así podremos trabajar para crear un ambiente más positivo en el hogar y construir una familia funcional en la que todos sus miembros se sientan a gusto.
Las causas detrás de la falta de paciencia con los hijos
- Fatiga. Vivimos en un mundo que nos exige demasiado. El trabajo, los compromisos sociales, las tareas del hogar… La mayoría de los días podemos con todo, pero llegamos contra las cuerdas y los nervios a flor de piel. A eso debemos añadir que los niños parecen tener una cantidad de energía ilimitada, cuando nosotros nos despertamos ya cansados. Esa fatiga acumulada nos impide ejercer el autocontrol y terminamos perdiendo la paciencia.
- Ira desplazada. A veces podemos perder la paciencia con los niños cuando se retrasan al salir por la mañana o vierten una bebida sobre el sofá, pero lo cierto es que en la mayoría de los casos el problema es más profundo. Como adultos, deberíamos entender que son solo niños y que es normal que se equivoquen. Si no lo entendemos y nos enfadamos, es probable que estemos proyectando nuestra ira sobre ellos. Podríamos estar enfadados con alguien más, como nuestro jefe o pareja, pero en vez de afrontar ese conflicto latente convertimos a los niños en el centro de esa ira y nos impacientamos con ellos.
- Expectativas poco realistas. No podemos pedir peras al olmo. Somos conscientes de ello, pero a veces lo olvidamos. Los niños son niños, si esperamos que se comporten como adultos estaremos alimentando unas expectativas poco realistas que terminarán haciéndose añicos contra el muro de la realidad. Sin embargo, cada vez que una expectativa se rompe nos sentimos frustrados, y es muy fácil verter esa frustración sobre los más pequeños de casa.
- Falta de planificación. A menudo tenemos una agenda muy apretada que no prevé la imprevisibilidad de la vida y de la paternidad o la maternidad en particular. El ritmo de esta sociedad obliga a la mayoría de las personas que tienen hijos a vivir más rápido, en vez de permitirles ir a un ritmo más lento para acompañar a los niños. No planificar que las cosas pueden salir mal nos enfadará y hará que perdamos los nervios, pagándolo con los niños.
- Perspectiva distorsionada. A veces asumimos que los niños son el enemigo. Creemos que hacen las cosas para molestarnos, estresarnos y mantenernos bajo asedio. Esa perspectiva distorsionada nos lleva a vernos como combatientes en un campo de batalla cuando lo cierto es que nos cuesta ponernos en el lugar de los niños porque siempre pensamos que nuestras preocupaciones y obligaciones son más importantes.
¿Cómo dejar de perder los nervios con los hijos?
Para ser buenos padres y madres no basta con el amor, es necesario ejercitar y fortalecer el músculo de la paciencia. Afortunadamente, existen estrategias sencillas para desarrollar la paciencia y contrarrestar esas razones por las que perdemos la paciencia.
1. Recarga tus baterías. Es complicado, pero si pierdes la paciencia con tus hijos a menudo, debes hacer todo lo posible por descansar cuando tengas la oportunidad. Quizá tengas que reducir tus compromisos sociales o al contrario, salir más para despejar la mente, pedir ayuda a tu familia o repartir de manera más equitativa las tareas del hogar con tu pareja. La energía psicológica no es un pozo sin fondo, necesitas recargarla. Si no lo haces, las personas que están a tu alrededor terminarán pagando las consecuencias y tu salud física y emocional se resentirá.
2. Exígete menos. Para dejar de perder los nervios con los hijos, a veces solo es necesario que ajustes tus expectativas. ¿Pregúntate si te estás exigiendo mucho o le exiges mucho a tus hijos? Quizá solo tengas que bajar el ritmo o asumir que algunas cosas no serán perfectas, pero no pasa nada por ello. El mundo no se terminará. La maternidad y la paternidad son duras, así que puedes darte permiso para exigirte menos.
3. Prioriza. No tienes que llegar a todo. No es imprescindible. De hecho, es probable que a lo largo de tu jornada realices diferentes tareas que ocupan una gran cantidad de tiempo y energía pero que no son relevantes. Analiza tu día a día y elimina esas cosas que no son imprescindibles, prioritarias o relevantes. Así te agobiarás menos y estarás más descansada al finalizar el día.
4. Planifica, planifica y vuelve a planificar. Imagina cómo sería un día perfecto. Calcula cuánto tiempo y energía demanda y triplícalo para tener en cuenta todos los imprevistos que pueden ocurrir. Como dice un viejo refrán inglés: “espera lo mejor, prepárate para lo peor y gestiona lo que venga”. Haz una lista de las cosas que debes hacer. Así tu jornada tendrá un orden y te sentirás en control.
5. Busca la verdadera causa de tu enojo. Pregúntate de dónde proviene esa ira. Quizá se deba a un altercado que has tenido con otra persona, a un problema que no has resuelto o a otras preocupaciones que no tienen nada que ver con tus hijos. Antes de perder la paciencia con ellos, recuérdate que no tienen la culpa.
6. Identifica tus factores desencadenantes. Todos tenemos botones que, cuando se activan, nos hacen perder la paciencia. Necesitas identificarlos. ¿Pierdes más la paciencia temprano en la mañana o por la noche? ¿Te incomoda algún comportamiento en particular de tu hijo? Cuando identifiques esos factores desencadenantes debes establecer un plan de acción para evitarlos.
7. Detente antes del punto de no retorno. El punto de no retorno es ese en el que pierdes los nervios y gritas. Para no llegar a ese extremo, puedes aplicar el concepto del “triángulo cognitivo”, según el cual tus pensamientos, comportamiento y sentimientos están conectados, de manera que si quieres cambiar cómo te sientes o tu comportamiento con tus hijos, solo tienes que cambiar tus pensamientos. Cuando comience esa espiral de pensamientos negativos que pueden desatar los niños, simplemente dite que eso pasará. No te centres en lo negativo, piensa en algo positivo para ayudar a tu cerebro a ir en otra dirección.
En cualquier caso, si pierdes los nervios y la paciencia con tus hijos, no olvides pedirle perdón. Todos nos equivocamos, pero es importante reconocerlo e intentar reparar el daño causado. Así te convertirás en un ejemplo positivo de gestión emocional para tus hijos.
Deja una respuesta