La vista no es solo uno de los cinco sentidos, es una ventana al mundo, un valioso “instrumento” para interactuar, aprender y conectarnos con nuestro entorno. Por eso, cuando la visión comienza a desvanecerse, no solo afecta lo que ves, sino también cómo vives y te percibes. La pérdida de la agudeza visual, independientemente de la edad a la que ocurra, suele traer aparejados varios desafíos emocionales con los que tendrás que aprender a lidiar si no quieres caer en una depresión.
¿Por qué la pérdida de visión es un golpe emocional tan fuerte?
La conexión entre la vista y el bienestar emocional es muy profunda. La visión proporciona independencia, te ayuda a mapear el mundo en el que te desenvuelves y te permite interpretar el lenguaje no verbal de los demás, lo que facilita las interacciones. Cuando se vuelve borrosa, puedes sentir que tus cimientos se tambalean.
- Pérdida de autonomía
La pérdida de visión a menudo tiene un impacto funcional en el día a día. Si sufres una pérdida del campo visual periférico, por ejemplo, te resultará más difícil conducir, lo que puede hacer que te aísles socialmente. En cambio, si pierdes visión central, es probable que se vea afectada tu capacidad de lectura, lo que podría impactar de forma negativa en tu trabajo.
Cuando no ves bien, actividades cotidianas como leer, cocinar o incluso desplazarte pueden convertirse en una carrera de obstáculos dignos de una gincana, lo que genera una sensación de inseguridad. El miedo a cometer errores también aumenta, lo que podría desmotivarte a probar nuevas actividades. A la larga, eso puede ir reduciendo tu ámbito de acción ya que te limitas cada vez más a esas zonas familiares en las que te sientes a salvo.
- Estrés elevado
En algunos casos, no ver tan bien como antes puede requerir algunos cambios en el estilo de vida o tu forma de hacer las cosas. Quizá tengas que deshacerte de esas gafas de sol que tanto te gustaban o, al contrario, comenzar a usarlas para evitar las molestias que causa la luz y reducir la fatiga ocular. Si la pérdida de visión es más pronunciada, a lo mejor necesitas adaptar los espacios en casa para que sean más seguros y cómodos, de manera que cada pequeña tarea no te parezca como subir al Everest.
Obviamente, la pérdida de visión también suele generar incertidumbre sobre el futuro, sobre todo cuando no sabes si progresará. De hecho, una investigación publicada en la revista JAMA reveló que para la mayoría de las personas perder la visión en un ojo puede ser mucho más estresante que perder la vista en ambos, debido al miedo que genera la posibilidad de perder la visibilidad que queda. Esos cambios en tus hábitos, sumados a las preocupaciones constantes, terminan siendo desgastantes a nivel emocional, por lo que causan un nivel elevado de estrés y ansiedad.
- Cambios en la autoimagen
Los problemas de la vista influyen en cómo te percibes, y no solo cuando te miras al espejo sino en términos de autoimagen. Para algunas personas es una experiencia difícil o incluso traumática que las lleva a cuestionarse quiénes son ahora ya que no pueden hacer lo que hacían antes con la misma fluidez y naturalidad. En esos casos, su autoimagen se tambalea como si el reflejo borroso que ves en el espejo ya no fuera el tuyo.
La necesidad de adaptarse a esa nueva situación, sobre todo si la pérdida de agudeza visual te obliga a renunciar a algunas cosas, incluso puede desembocar en un duelo por la pérdida de un rol social o de tu “yo” anterior. Si tienes que reestructurar algunos de tus planes de vida, también podrías perder la confianza en tus capacidades y habilidades, sintiendo que ya no eres la persona de antes.
Trastornos psicológicos, una carga añadida a los problemas visuales
En el mundo, alrededor de 1.300 millones de personas tienen algún tipo de problema visual, algunos más leves y otros más serios. Sin embargo, todos no reaccionan de la misma manera.
En ciertos casos se puede producir una colisión entre la imagen que tenías de ti mismo, tu proyección vital y el presente. Esa fricción puede distorsionar tu visión del futuro, socavar el sentido de la identidad y minar tu seguridad, lo que a menudo conduce a un tsunami emocional marcado por sentimientos como el resentimiento, el enojo, la tristeza o la frustración.
Por ese motivo, no es extraño que los problemas visuales, sobre todo los más graves, desencadenen algunos trastornos psicológicos.
Hasta un 15% de las personas con problemas de visión desarrollan un cuadro depresivo en algún momento de sus vidas. Y las probabilidades de sufrir depresión aumentan cuanto antes se presente la deficiencia visual, según un estudio realizado en la Universidad de Oslo, probablemente porque contamos con menos recursos psicológicos para afrontar esa situación.
La ansiedad también es un problema común en quienes tienen problemas visuales. Aproximadamente un 6% de las personas con dificultades para ver desarrollan un trastorno de ansiedad, siendo más común cuando el diagnóstico se realiza antes de los 12 años, de acuerdo con investigadores de la Universidad de Łódź.
¿Cómo lidiar con los efectos emocionales de la pérdida de visión?
Cuando ya no puedes leer las letras pequeñas en los productos, no ves con nitidez donde pones los pies para no caerte o incluso los rostros de tus seres queridos se vuelven borrosos, es normal que experimentes sentimientos de pérdida, dolor o frustración. Las deficiencias visuales pueden representar un desafío incluso para las personas más estables emocionalmente.
Sin embargo, la actitud con que se afronten puede marcar la diferencia. Por supuesto, ser más positivo no te devolverá la agudeza visual, pero determinará el tono emocional con el que atravieses ese proceso y, por ende, influirá en tu bienestar psicológico.
Si asocias la pérdida de visión a la fragilidad, es probable que te sientas más vulnerable y adoptes una actitud más pesimista. En cambio, si crees que puedes seguir haciendo cosas, aunque de manera diferente, asumirás una actitud más proactiva y lucharás por seguir siendo independiente. ¿Qué puedes hacer?
- Reescribe tu narrativa interna. En lugar de centrarte en lo que más te cuesta o lo que no puedes hacer, enfócate en las capacidades que preservas o las habilidades que puedes desarrollar. Cambiar la pregunta “¿por qué a mí?” a “¿qué puedo hacer?” transformará tu perspectiva y te ayudará a asumir una actitud más proactiva.
- Explora otras formas de conexión sensorial. La vista es, probablemente, el principal sentido en el que confiamos para movernos por el mundo. Sin embargo, cuando empieza a fallar, puedes aprovechar el tacto, el oído o el olfato para enriquecer tus experiencias cotidianas. Al desarrollar esos otros sentidos, que normalmente se quedan en un discreto segundo plano, abres lapuerta a una forma completamente nueva de relacionarte con el entorno, lo cual puede añadir profundidad a tu percepción del entorno y brindarte momentos de disfrute inesperados.
- Practica la “atención intencional”. A medida que tus otros sentidos se agudizan, también puedes dedicar más tiempo a prestar atención a tu cuerpo como un todo. Observa cómo interactúan todos tus sentidos al mismo tiempo. Por ejemplo, mientras escuchas una melodía, fíjate en las sensaciones corporales y las emociones que despierta. Cuando bebes un café, presta atención a la temperatura de la taza en tus manos, el aroma que desprende o su sabor. Este enfoque no solo te conecta con el presente, sino que también amplifica la riqueza de tus experiencias mientras refuerzas la conexión contigo mismo y con tu entorno.
- Busca nuevas formas de hacer lo que hacías. Redefine tu vida con metas nuevas o reformula las que ya tenías. Por ejemplo, si no puedes leer como antes, recurrir a los audiolibros puede ofrecerte una experiencia inmersiva diferente y muy gratificante.La clave consiste en plantearte esos cambios como nuevas formas de hacer las cosas, afrontándolos con la curiosidad de un niño pequeño.
- Incorpora actividades que expandan tu identidad. Las deficiencias visuales suelen percibirse como una pérdida que cercena una parte de tu identidad, pero también puede convertirse en una manera de explicar nuevas facetas. De hecho, puedes probar actividades que nunca habías intentado y que no dependan de la visión, como escribir, tocar un instrumento, aprender meditación guiada o realizar un trabajo manual. Eso te devolverá la seguridad en ti y te ayudará a comprender que hay vida más allá del diagnóstico.
- Usa la pérdida para reflexionar sobre tus prioridades. Aprovecha este momento para repasar otros aspectos de tu vida, como tus relaciones, prioridades y metas a largo plazo. A veces, las crisis pueden abrir puertas que nunca imaginaste.Quizás te des cuenta de que has descuidado relaciones importantes, que necesitas reajustar tus objetivos o decidas retomar un proyecto importante que habías dejado aparcado. Esa situación puede ser un catalizador de cambios positivos.
- No te conviertas en el diagnóstico. Recuérdate a diario que la pérdida de visión es solo una parte de tu vida, no la totalidad de tu identidad. Mantén vivas tus pasiones, relaciones y sentido de propósito.
Por último, recuerda que es normal pasar por una etapa de shock y negación. También es perfectamente normal sentirse enfadado o triste. No niegues esas emociones, toma nota de ellas y date cuenta de que tu situación ha cambiado. Tras esa fase negativa a menudo aparece la reafirmación y adaptación. Así podrás desarrollar nuevas estrategias para llevar tu día a día o incluso pedir ayuda cuando lo necesites. Se trata de comprender que, a pesar de la pérdida de visión, sigues siendo una persona valiosa y única, con fortalezas y limitaciones, como todos.
Referencias Bibliográficas:
Parravano, M. et. Al. (2021) Association Between Visual Impairment and Depression in Patients Attending Eye Clinics. A Meta-analysis. JAMA Ophthalmol; 139(7): 753-761.
Brunes, A. & Heir, T. (2020) Visual impairment and depression: Age-specific prevalence, associations with vision loss, and relation to life satisfaction. World J Psychiatry; 10(6):139–149.
Weronika, K. et. Al. (2018) Anxiety in persons with visual impairment. Psychiatria Polska; 54(2):1-10.
Williams, R. A. et. Al. (1998) The psychosocial impact of macular degeneration. Arch. Ophthalmol; 116(4): 514–520.
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