Somos cabezotas. Y a veces nos gusta ir contracorriente, llevar la contraria, por el mero placer que ello nos reporta. Y aunque nos encanta pensar que vamos por la vida de congruentes, lo cierto es que a menudo caemos en las garras de los sesgos cognitivos. Un estudio realizado recientemente en la Lund University demostró que la mayoría de las personas rechazaría sus propios argumentos el 60% de las veces si estos son presentados por alguien más.
La pereza selectiva en acción
El estudio en cuestión hace referencia a un fenómeno conocido en el ámbito de la Psicología como “pereza selectiva”. Este término se refiere a que tenemos la tendencia a evaluar de manera exhaustiva solo los argumentos que provienen de otras personas, sobre todo cuando ya hemos estado en desacuerdo con ellas en el pasado.
Para demostrar este fenómeno, los investigadores reclutaron a una serie de personas, las cuales tenían la tarea de resolver algunos problemas de lógica, en forma de silogismos. Luego, tenían que escribir argumentos que apoyaran sus respuestas.
A continuación, los participantes debían leer una serie de respuestas para esos mismos problemas, junto a diferentes argumentos que las apoyaban. Se les dijo que los participantes habían dado esas respuestas antes que ellos, y que su misión era decidir si esos argumentos eran válidos o no.
El truco consistía en que algunos de los argumentos mostrados en realidad eran respuestas que habían dado las propias personas, que habían escrito en la primera fase del experimento. Sin embargo, inducidos a creer que esos argumentos pertenecían a otro participante.
Curiosamente, el 60% de las veces las personas rechazaron sus propios argumentos, e indicaron que eran erróneos. Este fenómeno se acrecentaba aún más cuando habían detectado argumentos erróneos con anterioridad en el cuestionario que había rellenado ese supuesto “participante”.
Así, se pudo apreciar que somos particularmente críticos con nuestros propios argumentos cuando los presenta otra persona y, si hemos disentido con ella en el pasado, seremos aún más propensos a rechazar sus ideas, aunque coincidan con las nuestras. Esto significa que nuestra capacidad para aceptar un argumento depende, en gran medida, de su proveniencia.
¿Qué se esconde detrás de la pereza selectiva?
Lo que sucede es que cuando buscamos argumentos para apoyar nuestras ideas, nos dejamos llevar por la pereza selectiva, no evaluamos los pros y los contras de esa idea sino que recurrimos más bien a respuestas intuitivas. En resumen, no nos convertimos en jueces de nuestro razonamiento. Sin embargo, somos jueces severos del razonamiento de los demás.
En práctica, somos muy buenos detectando la paja en el ojo ajeno pero a menudo se nos pasa por alto la viga en el nuestro. Y este fenómeno es aún más evidente cuando esa persona ya se ha equivocado en el pasado o sabemos de antemano que no comparte nuestras ideas.
Sin embargo, la pereza selectiva no es, necesariamente, algo negativo. De hecho, cuando estamos en grupo puede dar pie al debate y enriquecer la conversación. No obstante, es importante que estemos atentos a no ser excesivamente críticos con los demás porque ello puede convertirnos en personas excesivamente rígidas que, en vez de aprender, se parapeten detrás de argumentos poco razonados.
Fuente:
Trouche, E. et. Al. (2015) The Selective Laziness of Reasoning. Cognitive Science; 40(8): 2122-2136..
exc dice
Muy interesante artículo. Desconocía por completo la "pereza selectiva" pero estaré atento para no ser demasiado "perezoso".
Unknown dice
Está genial, es como el tema de Timón y Pumba que decían lo mismo negaba que estuviese diciendo lo mismo. Con esto nos conocemos más a nosotros mismos para ser mejores personas. 😀
Jennifer Delgado dice
Pues sí. También nos pasa mucho con los políticos. Si pertenece al partido con el que simpatizamos, tendremos la tendencia a estar de acuerdo, si es del partido contrario, miraremos su discurso con lupa.