Todos no reaccionamos igual. Las personas extremadamente sensibles suelen sentirse superadas con facilidad por la tristeza o el sufrimiento de los demás. En cambio, hay quienes asumen una perspectiva más pragmática y se acorazan mejor ante esa oleada emocional.
Hay personas que lloran con las películas y se asustan con las escenas de terror mientras otras asumen una perspectiva más racional y no se sienten tan afectadas anímicamente. ¿De qué dependen esas diferencias?
El cerebro de las personas racionales difiere del de las personas más emotivas
Neurocientíficos de la Universidad de Monash descubrieron que existen diferencias físicas en los cerebros de las personas que reaccionan emocionalmente a los sentimientos de los demás y aquellas que responden de manera más racional.
Estos investigadores analizaron la densidad de la materia gris de 176 personas al tiempo que evaluaban sus niveles de empatía cognitiva y afectiva. La empatía cognitiva, también denominada “empatía limitada”, implica comprender el punto de vista del otro desde una perspectiva fundamentalmente intelectual. En cambio, la empatía afectiva implica sentir los sentimientos del otro.
Los resultados mostraron que las personas que experimentaban una empatía afectiva más intensa también tenían una mayor densidad de materia gris en la ínsula, una región que se encuentra justo en el “centro” del cerebro. Esta estructura desempeña un papel clave en la percepción y la regulación de las emociones, en especial los sentimientos que tienen un componente social, como la empatía, la vergüenza y la culpa. De hecho, interviene en la percepción y el procesamiento de las señales sociales no verbales, como la expresión facial y el lenguaje corporal, además de estar involucrada en la regulación del sistema nervioso autónomo.
En cambio, quienes mostraron una mayor empatía cognitiva tenían una mayor densidad en la corteza cingulada media, un área que conecta los dos hemisferios del cerebro. Esta zona, en particular, también es esencial para realizar predicciones sobre los resultados del comportamiento y ayudarnos a ejecutar las decisiones. Además, interviene en los procesos de valoración del coste-beneficio que subyacen a la elección de una estrategia o plan de acción.
Eso significa que el cerebro de las personas más racionales reacciona de manera diferente al de las personas más emotivas, priorizando un procesamiento más cognitivo y pragmático que, de cierta forma, mantiene a raya las emociones para evitar que estas tomen el mando y se produzca un secuestro emocional.
La preocupación empática, el punto medio ideal
La empatía es un estado complejo en el que a menudo se funden los aspectos racionales y afectivos. Necesitamos experimentar lo que está sintiendo el otro pero, al mismo tiempo, debemos comprender sus motivos. De hecho, a menudo ser excesivamente empáticos conduce a lo que se conoce como “desgaste por empatía”, una condición en la que el dolor ajeno termina superándonos, de manera que nos hacemos daño y no somos capaces de ayudar al que sufre.
La preocupación empática, en cambio, es la habilidad para reconocer los estados emocionales de los demás y conectar afectivamente. Sin embargo, aunque podamos experimentar cierto grado de distrés personal, somos capaces de lidiar con ese malestar y mostrar una preocupación auténtica que nos permita ayudar, en vez de quedarnos paralizados por unos sentimientos abrumadores.
¿Es posible encontrar ese punto medio a pesar de la configuración cerebral?
Por supuesto. El cerebro puede marcar la primera reacción, pero tenemos el poder de desarrollar la autorregulación emocional para poder controlar esos sentimientos antes de que nos desborden o, al contrario, intentar asumir una perspectiva más cercana para no limitarnos al nivel cognitivo.
El cerebro es un órgano muy maleable que se caracteriza precisamente por su flexibilidad. Ser consciente de nuestras primeras reacciones nos permitirá refrenarlas para compensar posibles deficiencias o puntos ciegos que nos lleven a tomar malas decisiones o nos empujen a actuar de manera desadaptativa. En última instancia, ¡tú decides!
Fuente:
Eres, R. et. Al. (2015) Individual differences in local gray matter density are associated with differences in affective and cognitive empathy. NeuroImage; 117(15): 305-310.
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