El móvil ha cambiado la forma de comunicarnos, sobre todo en las nuevas generaciones. De hecho, muchos jóvenes consideran que una llamada de teléfono es demasiado invasiva, casi como presentarse en casa de alguien sin avisar. Por eso, envían cada vez más mensajes. Sin embargo, la tendencia a enviar mensajes, cuando se puede llamar sin que ello represente un costo adicional, puede desvelar mucho sobre nuestra personalidad.
Mensajeamos más y hablamos menos
Las estadísticas indican que los usuarios de smartphones envían y reciben cinco veces más mensajes de texto que llamadas al día. De hecho, se estima que un usuario medio pasa 26 minutos al día enviando mensajes, aunque solo destina 6 minutos a las llamadas.
Sin duda, en algunos casos los mensajes de texto son muy eficaces, pero también tienen algo de antisocial y robótico. De hecho, es muy difícil saber exactamente cómo se siente una persona a través de un mensaje de texto. Sin embargo, escuchar su tono de su voz podría desvelarnos rápidamente su estado emocional.
Las personas que envían más mensajes de texto necesitan mantener el control
Un estudio llevado a cabo en el Pew Research Center desveló que los mensajes de texto son una de las vías preferidas del 80% de los adolescentes para comunicarse con sus amigos. Sin embargo, los mensajes de texto no ganan terreno solo porque sean eficaces sino porque brindan una mayor sensación de control.
Mensajear reduce la complejidad de las relaciones humanas. De hecho, muchos de esos jóvenes confesaron que no les gusta hablar por teléfono porque de esta manera no pueden controlar lo que van a decir y no pueden saber cuánto tiempo durará la llamada. Hablar por teléfono les hace sentir inseguros.
Curiosamente, esa sensación de control que generan los mensajes de texto está vinculada con la falta de seguridad y confianza en sí mismos. Un estudio llevado a cabo en la Universidad de Windsor comprobó que recurrir a los mensajes, en vez de a las llamadas, provoca lo que ya se ha bautizado como “efecto de superficialidad”. Este efecto se refiere a que las personas se comprometen menos con lo que escriben.
De hecho, investigadores de la Universidad de Winnipeg analizaron a más de 2.300 estudiantes universitarios y descubrieron que quienes enviaban más de 100 mensajes de texto al día, referían sentirse menos seguros de sus principios éticos en la vida.
Esto sugiere que mensajear, en vez de realizar una llamada, puede ser la alternativa que elijan las personas que padecen cierta ansiedad ante las relaciones sociales y que tienen la necesidad de mantener el control. Al contrario, quienes prefieren llamar pueden ser personas más espontáneas, extrovertidas y con mayor capacidad para lidiar con los imprevistos.
Los mensajes de texto permiten establecer una distancia emocional
En una sociedad cada vez más alienada, a muchas personas les asusta la implicación emocional. Los mensajes de texto son la herramienta perfecta para establecer una distancia entre quien lo envía y el destinatario. Esa distancia aleja a las personas de la realidad, les resta ansiedad y les permite decir cosas que nunca habrían dicho cara a cara.
De hecho, cada vez son más las parejas o los amigos que rompen a través de mensajes de texto. Esta forma de comunicación les permite liberarse rápidamente de sus responsabilidades, sin que medie una implicación emocional y sin tener que asumir las consecuencias de sus decisiones ante el otro.
En este sentido, un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Carolina del Norte analizó el uso del móvil y la calidad de las relaciones de pareja, para evaluar el tipo de apego que habían desarrollado las personas. Estos psicólogos descubrieron que había parejas que se enviaban hasta 500 mensajes al día, los cuales representaban el 90% de su comunicación.
También descubrieron una relación entre el número de mensajes de texto y el apego:
– Estilo de apego inseguro. Estas personas no han desarrollado una imagen positiva de sí mismas, son inseguras y necesitan constantemente la aprobación de los demás. Por eso, son quienes envían más mensajes de texto a sus parejas y amigos ya que esta es una manera de encontrar la seguridad que necesitan.
– Estilo de apego evitativo. Estas personas han aprendido que expresar sus sentimientos es contraproducente, por lo que se desligan de ellos y asumen una distancia emocional de los demás. De esta forma evitan ser rechazados o abandonados. En estas personas, los mensajes de texto, que también son muchos, se convierten en una estrategia de control sobre los demás, además de ser una vía más sencilla que las llamadas para mantener esa distancia emocional que les permite sentirse a salvo.
– Estilo de apego seguro. Estas personas son seguras de sí, no necesitan la aprobación constante de los demás y son capaces de establecer relaciones maduras, donde no existe dependencia emocional. Curiosamente, también envían menos mensajes de texto y prefieren comunicarse a través de las llamadas.
Recuperar la comunicación directa
Algunos psicólogos afirman que el abuso de los mensajes de texto está impidiendo que las nuevas generaciones desarrollen las habilidades sociales necesarias que les permitan enfrentar la vida con menos estrés y ansiedad. Sin duda, la conversación es una habilidad que debe ser cultivada ya que nos reporta extraordinarios beneficios y nos ayuda a construir una sólida red de apoyo social.
Por muchos emoticones que usemos, es mucho más fácil contagiar la risa a través de una llamada que mediante un mensaje de texto. También es más fácil detectar el sarcasmo o el enfado a través del tono de voz. Por tanto, intentemos suplantar lo menos posible la comunicación directa con los mensajes de texto.
Fuentes:
Annisette, L. E. & Lafreniere, K. D. (2016) Social media, texting, and personality: A test of the shallowing hypothesis. Personality and Individual Differences; 115, 154–158.
Smith, A. (2015) U.S. Smartphone Use in 2015. En: Pew Research Center.
Luo, S. (2014) Effects of texting on satisfaction in romantic relationships: The role of attachment. Computers in Human Behavior; 33: 145–152.
Trapnell, P. & Sinclair, L. (2013) Texting Frequency and The Moral Shallowing Hypothesis. En: Universidad de Winnipeg.
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