Cada pareja es un mundo. Pero cada pareja tiene conflictos. Eso no es, necesariamente, algo negativo. Cuando los universos de dos personas adultas se encuentran, es normal que surjan discrepancias y fricciones. Las diferencias de opinión no solo son inevitables, sino que incluso son saludables porque significa que no se ha producido una simbiosis en la que se ha anulado la identidad de uno de ellos.
De hecho, las parejas más sólidas y que más duran no son aquellas que no tienen conflictos sino las que saben resolverlos y salen fortalecidas de ellos. Sin embargo, cuando se mantienen los conflictos latentes y las discusiones se convierten en pan cotidiano, la relación terminará sometida a un gran desgaste y dejará de ser satisfactoria, por lo que es probable que termine rompiéndose.
¿Por qué discuten las parejas normalmente?
Una investigación realizada en la Universidad de Michigan analizó los principales motivos por los que discuten las parejas.
- Condescendencia. La condescendencia es una característica particularmente difícil de digerir. Cuando una persona nos mira desde lo alto y se comporta como si fuera mejor que nosotros, podemos sentirnos dolidos o atacados. La condescendencia es aún peor porque mezcla esa arrogancia con lástima, asumiendo que no tenemos la posibilidad de comprender, crecer o cambiar. Cuando la condescendencia se instaura en la relación de pareja, resulta ofensiva y cierra las posibilidades al entendimiento.
- Posesividad. En una sociedad donde las relaciones de pareja suelen ser exclusivas, es fácil traspasar la línea roja y caer en la posesividad y los celos. Si una persona cree que su pareja es “su propiedad” y se atribuye el derecho de establecer límites e imponer cosas, es probable que genere una respuesta emocional intensa de la otra parte, una respuesta dirigida a defender la libertad personal. Por eso, la posesividad y los celos son un motivo de discusión reiterativo en las parejas.
- Negligencia. La falta de cuidado y aplicación es otro de los motivos de discusión más comunes en la pareja. Cuando se produce una negligencia afectiva, uno de los miembros de la pareja se siente abandonado, de manera que está acompañado, pero solo. La otra persona ignora sus necesidades, ya sea de manera consciente o inconsciente, lo cual suele dar pie a reclamos ya que la relación no satisface realmente las necesidades emocionales.
- Abuso. En las relaciones de pareja, el abuso puede adquirir mil matices. No siempre se trata de abuso físico, suele ser más común la violencia verbal y psicológica, la cual también puede llegar a ser extremadamente dañina. Las humillaciones, descalificaciones, gritos o incluso el uso de la indiferencia como castigo son signos de abuso que suelen conducir a problemas en la pareja.
- Desconsideración. El día a día puede pasar factura a las parejas. El reparto de las obligaciones y responsabilidades cotidianas, las tareas domésticas y el cuidado de los niños suelen ser uno de los principales motivos por los que discuten las parejas, sobre todo cuando una de las personas siente que el otro no le ayuda lo suficiente o se comporta de manera desconsiderada. De hecho, en muchos casos el problema ni siquiera es el reparto desigual de tareas y obligaciones sino la falta de reconocimiento de la persona que lleva el mayor peso sobre sus hombros.
- Inestabilidad emocional. Tener al lado a una persona emocionalmente inestable, que cambia continuamente de humor y nos hace sentir como si estuviéramos caminando sobre cristales todos y cada uno de los días del año, no solo es enervante sino también agotador. De una relación de pareja necesitamos seguridad, cuando recibimos exactamente lo opuesto, nuestras necesidades se encuentran insatisfechas y terminamos “explotando” ante el menor contratiempo.
- Egocentrismo. Las personas demasiado absortas en sí mismas suelen tener problemas en sus relaciones porque no suelen mostrar empatía. Cuando sentimos que la persona que debe apoyarnos y brindarnos validación emocional simplemente ignora nuestros sentimientos y preocupaciones, nos coloca continuamente en un segundo plano o siempre tiene algo más importante que hacer, es comprensible que surjan conflictos que terminen en acaloradas discusiones.
Si analizas los motivos por los que discutes con tu pareja, es probable que descubras que generalmente se trata de temas recurrentes. Conocer vuestros desencadenantes emocionales os permitirá trabajar sobre esos contenidos psicológicos que están generando fricciones, para poder superar esos conflictos y reforzar vuestra relación. Es importante que abordéis esos temas para que no terminen convirtiéndose en un elefante en la habitación que siga creciendo hasta dar al traste con la relación.
Fuente:
Buss, D. M. (1989) Conflict between the sexes: strategic interference and the evocation of anger and upset. J Pers Soc Psychol; 56(5):735-747.
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