
No solo bostezamos cuando estamos aburridos o tenemos sueño, también lo hacemos cuando estamos a punto de involucrarnos en una actividad importante o cuando vemos a otra persona bostezar.
De hecho, existe una teoría según la cual, el bostezo es un mecanismo para enfriar el cerebro, el cual funciona dentro de un rango de temperaturas muy limitado. Desde esta perspectiva, bostezar facilitaría el flujo sanguíneo al cerebro y se encargaría de mantener la temperatura adecuada. Sin embargo, esto no explica por qué el bostezo es contagioso.
La respuesta no debemos buscarla dentro del cerebro sino en las relaciones sociales. De hecho, el bostezo es una muestra de empatía, al igual que la risa o la tristeza. Cuando las personas que están a nuestro alrededor ríen, nosotros también lo hacemos y cuando notamos que están tristes, nos contagiamos con su estado de ánimo. Algo similar sucede con el bostezo.
Los niños autistas nos dan una pista
En 2010 investigadores de la Universidad de Connecticut estudiaron a 63 niños que padecían autismo y notaron que estos no respondían ante el bostezo de otra persona, es decir, no se contagiaban. El experimento consistió en leerles una historia y mientras el experimentador lo hacía, bostezaba en varias ocasiones. Así pudieron constatar que los niños autistas no respondían casi nunca ante el bostezo.
La explicación probablemente radica en la incapacidad de estos niños para conectar con las personas. De hecho, cuando nos relacionamos con alguien, tiene lugar un mecanismo muy sutil de sintonía, tanto a nivel emocional como físico. No solo intentamos comprender qué piensa y siente nuestro interlocutor sino que también tenemos la tendencia a imitar sus movimientos. Así nos sincronizamos con ellos.
Esta habilidad tiene sus orígenes en las neuronas espejo, las cuales nos permiten representarnos mentalmente las acciones que realizan las personas que se encuentran a nuestro alrededor. De hecho, las neuronas espejo son la base de la empatía y es muy probable que desempeñen un rol protagónico en el contagio del bostezo.
A mayor familiaridad, mayor contagio
Una nueva pista sobre el por qué los bostezos son contagiosos proviene de un estudio realizado en la Universidad de Pisa. En esta ocasión los investigadores se limitaron a observar a las personas en sus entornos naturales (en sus hogares, restaurantes, centros de trabajo o salas de espera).
Se detectaron 480 episodios de bostezos pero lo más interesante fue que mientras más cercanas eran las personas, más rápido respondían ante el bostezo. De hecho, los familiares y amigos se contagiaban en el lapso de un minuto mientras que las personas ajenas demoraban entre dos y tres minutos en bostezar e incluso algunos ni siquiera se contagiaban.
Esta investigación nos indica que mientras más intensos sean los vínculos emocionales que nos unen a una persona, más proclives seremos a contagiarnos con su bostezo. Por tanto, es lógico pensar que el bostezo, al igual que la risa, es un mecanismo que nos ayuda a sintonizar con la otra persona.
Fuentes:
Norscia, I. & Palagi, E. (2011) Yawn Contagion and Empathy in Homo sapiens. PLoS ONE; 6(12): 1-5.
Helt, M. S. et. Al. (2010) Contagious yawning in autistic and typical development. Child Development; 81(5): 1620-1631.
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