Probablemente todos en algún momento hemos estado ante una disyuntiva que precisa de una toma de decisión: tomamos este camino o aquel otro. ¿Por qué nos resulta tan difícil decidirnos?
Quisiera iniciar estas reflexiones retomando una fábula que hace poco me envió una amiga:
“El águila es el ave que posee la mayor longevidad de su especie. Llega a vivir hasta 70 años pero para llegar a esa edad aproximadamente a los 40 años debe tomar una importante decisión:
Sus uñas curvas y flexibles no logran agarrar las presas de las cuales se alimenta, su pico se curva por lo que le resulta difícil alimentarse y las plumas envejecidas se hacen pesadas dificultándole el vuelo. Entonces el águila se enfrenta a dos alternativas: morir o enfrentar un proceso de renovación doloroso que se extenderá por 150 días.
En este proceso de renovación el águila se refugia en un nido de una alta montaña y comienza a golpear su pico hasta que lo arranca. Entonces espera a que crezca uno nuevo y con éste arranca sus uñas y plumas.
Una vez que han crecido las uñas y las plumas nuevas el águila está preparada para enfrentar otros 30 años de su vida.”
Vale aclarar que la historia es falsa pues muchos de sus datos son totalmente irreales pero su poder ilustrativo y metafórico es bien elevado y nos brinda varias ideas para reflexionar.
Existen diversas razones por las cuales las grandes decisiones se nos hacen particularmente resistentes:
1. Contienen un alto grado de incertidumbre. Usualmente las grandes decisiones implican resultados muy inciertos. Las consecuencias de tomar uno u otro camino no se develan en toda su magnitud pues no podemos manejar datos suficientemente objetivos que nos permitan perfilar con certeza cómo será el camino o cuál podría ser el resultado más probable. Tal incertidumbre nos desata nuestro miedo visceral ante lo incierto y el descontrol que esto acarrea, pero sobre todo: tememos al posible fracaso.
2. Usualmente encierran soluciones antagónicas. Las grandes decisiones generalmente no ofrecen términos medios o salidas que nos hagan sentir cómodos ya que implican menos riesgos. La posibilidad de tomar un camino a sabiendas que si nos equivocamos no podremos recorrer la otra vía en sentido inverso, es algo que nos llena de pavor. Tomar una decisión implica abandonar otras posibilidades que podrían ser rentables, ventajosas o que al menos podrían no conducirnos a un fracaso. El miedo ante las grandes decisiones no se sustenta solo en la incertidumbre del camino que emprendemos sino en lo que podría ser el camino que dejamos.
3. Dejan un pequeño margen al error. Todos nos equivocamos alguna que otra vez pero en muchas ocasiones tenemos la posibilidad de reparar nuestros errores. Algunas de las grandes decisiones no dejan mucho espacio abierto al equívoco, son oportunidades del tipo: «tómalo ahora o déjalo pasar», por lo cual una vez que tomamos la decisión nos montamos en un tren con un destino que muchas veces no conocemos. Podemos bajarnos en cualquier estación pero si no llegamos al destino final, esto usualmente se interpreta como una pérdida, un fracaso o un error.
4. Las repercusiones de la decisión marcan pautas importantes en el transcurso de la vida implicando varios cambios. Probablemente uno de los mayores miedos a los cuales nos enfrentamos cuando debemos tomar una decisión importante radica en que somos conscientes del posible impacto que ésta tendría en nuestra vida, aunque no podamos saberlo a ciencia cierta. Si optamos por un puesto de trabajo en una ciudad lejana, esto nos conducirá a cambios en nuestro estilo de vida y a asumir nuevas personas con las cuales nos relacionaremos cotidianamente, por lo cual los viejos amigos se irán quedando en el pasado.
Los grandes cambios generalmente presuponen una variación en nuestras costumbres, formas de relacionarnos, estilo de vida… por lo que muchas veces no toca simplemente preguntarnos si nos gustaría o no invertir en la bolsa, si estamos dispuestos o no a casarnos, si deseamos la promoción o el cambio de trabajo sino que corresponde cuestionarse: ¿estamos dispuestos a cambiar o entregar algo que sentimos como nuestro para lograr ese cambio? Entonces la decisión no es tan sencilla.
Para terminar estas reflexiones quedémonos con una frase de Victor Frankl: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.
Anónimo dice
Me ha encantado la historia que inicia el post pues aunque ya la hebia leido, ahora la he comprendido desde otra optica.
Un saludo, Karla
@mariah29 dice
Hola Jennifer, me parece muy acertado tu articulo, me encanto te felicito.
Atentamente @Mariha29
Noble dice
Creo que, como bien dices, el principal problema que tenemos para enfrentar los cambios es: "el miedo al camino que dejamos". Pero normalmente no pensamos en eso aunque es un factor que siempre determina nuestras decisiones.
Muy buen post.
Anónimo dice
El porque no puedo terminar mi relacion