
Si eres una persona amable, sensible, empática y dispuesta a ayudar a los demás, es probable que en más de una ocasión te hayas encontrado en situaciones en las que los otros no reconocen lo que haces por ellos. De hecho, incluso es probable que lo que inicialmente era una ayuda desinteresada termine transmutando en una exigencia, hasta el punto de sentirte obligado a estar siempre disponible.
También es probable que cuando finalmente percibas que no hay reciprocidad, que das continuamente sin recibir nada a cambio, digas “¡basta ya!”. Entonces terminarás quedando como el “malo de la película”, sin obtener una pizca de gratitud a cambio. Y es que aunque la generosidad es importante en las relaciones que establecemos, también lo es ser consciente de las expectativas que generamos para evitar caer en bucles tóxicos en los que la ayuda degenera en deber.
El bucle de la exigencia: ¿cómo la ayuda se convierte en obligación?
La ayuda, en su esencia más pura, debe ser un acto generoso y desinteresado. Ayudamos sin esperar nada a cambio. Sin embargo, el problema comienza cuando lo que era un gesto altruista se transforma en una carga.
Con el tiempo, la asistencia puede convertirse en una expectativa. Cuando algunas personas reciben ayuda de manera continua (muchas veces incluso sin necesitarla), tienden a asumir que esos gestos son obligatorios, lo que puede llevar a una relación desequilibrada en la que te sientas atrapado en un ciclo de deber y exigencia desmesurados en el que no recibes a cambio ni siquiera agradecimiento.
1. Gratitud
Como norma general, la primera vez que haces algo por una persona, generas un sentimiento de gratitud. Tu gesto desinteresado y espontáneo suele ser bien recibido y valorado. De hecho, la gratitud funciona como una especie de “pegamento social”.
Un estudio realizado en la Universidad de California comprobó que cuando las personas experimentan gratitud, no solo se sienten mejor, sino también más conectadas entre sí y en deuda con el otro. Sin embargo, ese sentimiento de gratitud puede esfumarse con el paso del tiempo.
2. Anticipación
La segunda vez que haces algo por alguien, es probable que comiences a generar anticipación; o sea, la persona espera que en algún momento vuelvas a ayudarla. La anticipación también la llevamos escrita en los genes y nos confiere importantes beneficios evolutivos. Es una habilidad que nos ayuda a atar cabos sueltos para predecir lo que va a ocurrir y anticiparnos a las circunstancias.
Ser capaces de vislumbrar los acontecimientos venideros nos permite planificar estrategias cognitivas, afectivas y conductuales que nos aseguren la supervivencia en un entorno cambiante y potencialmente desafiante, como comprobaron investigadores de la Universidad de Harvard. Sin embargo, de la anticipación a las expectativas irreales a menudo solo hay un paso.
3. Expectativas
La tercera vez que ayudas a alguien, generarás una expectativa; o sea, esa persona comienza a esperar que siempre estés dispuesto a ayudarla. Ya no supone que la vas a ayudar, sino que espera que la ayudes, independientemente de tus circunstancias y disponibilidad.
En algunas personas, esas expectativas pueden expresarse como una espera humilde, discreta y confiada, pero en otras pueden llegar a ser muy intensas, hasta el punto de rayar en la exigencia. En esta fase el reconocimiento empieza a diluirse y a menudo también borra la sensación de agradecimiento inicial.
4. Merecimiento
La cuarta vez que haces algo por alguien, esa persona puede empezar a creer que se lo merece. En este punto, ya se ha alejado bastante de la gratitud que experimentaba en un primer momento y comienza a desarrollar el sentimiento de “obligación”.
Cree que merece tu ayuda, de manera que la da por sentado y espera seguir recibiéndola. Comienza a pensar que forma parte de tu deber hacia ella, por lo que probablemente tampoco experimenta la necesidad de agradecerte. En este punto, la ayuda inicial desinteresada se convierte en una exigencia y puede hacerte sentir mal si un día no puedes darle una mano.
5. Adicción
La quinta vez, metafóricamente hablando, que haces algo por alguien sin recibir nada a cambio, es probable que generes una “adicción emocional”, lo cual significa que persona siente que ya no puede vivir bien sin lo que le das. No se trata de una adicción en el sentido literal del término, sino más bien de que esa persona depende cada vez más de tu intervención.
Así se puede instaurar una dinámica de dependencia en la que el otro se siente incapaz de afrontar ciertos desafíos o responsabilidades sin tu ayuda. Como resultado, acaba dando por sentado que siempre estarás ahí, y es probable que se sienta muy frustrado o incluso se enfade si no puedes ayudarle. En este punto, no es inusual que recurra al chantaje emocional para intentar hacerte sentir culpable y lograr sus objetivos.

Límites claros evitan exigencias desmesuradas
Para evitar caer en ese bucle, es fundamental conocer dónde está el límite en dar, sobre todo si los demás no conocen límites a la hora de recibir.
- Establece expectativas claras. Comunica de manera abierta tus intenciones y el alcance de tu ayuda desde el principio. Así los demás entenderán que tu apoyo tiene límites y que no siempre estarás disponible para satisfacer sus demandas porque también debes ocuparte de satisfacer tus necesidades.
- Fomenta la autonomía. No hagas por los demás lo que pueden hacer por sí solos. Esa debería ser una regla grabada en piedra. Por tanto, asegúrate de que tu ayuda no genere una dependencia. Anima a esa persona a buscar soluciones y resolver los problemas por su cuenta. De esta forma también la ayudarás a crecer.
- Sé firme en tus decisiones. Aprende a decir “no” sin dar explicaciones exhaustivas cuando sientas que alguien intenta manipularte, no necesita tu ayuda o simplemente no puedes brindarla. Así evitarás cerrar el bucle de la exigencia y podrás proteger tu tiempo y energía, manteniendo un equilibrio saludable en tus interacciones.
Referencias Bibliográficas:
Lyubomirsky, S. et. Al. (2022) Satisfied yet striving: Gratitude fosters life satisfaction and improvement motivation in youth. Emotion: 22(5):1004-1016.
Gilbert, D. T. & Wilson, T. D. (2007) Prospection: experiencing the future.Science; 317(5843): 1351-1354.
Alberto Serrano dice
Me gustaría saber sin han publicado artículos sobre cómo sanar el niño interior!
Jennifer Delgado dice
Hola Alberto,
En efecto, he escrito El niño interior que habita en ti y también Cómo sanar al niño interior. Espero te sean útiles.