Guardar secretos es malo. No solo representa un peso mental y emocional añadido, sino que incluso se convierte en una carga en el plano físico puesto que se ha demostrado que los secretos nos agotan físicamente. Sin embargo, quien nunca haya guardado un secreto que tire la primera piedra. En ocasiones incluso podemos sentir que estamos “obligados” a callarnos ciertas cosas.
En el trabajo, por ejemplo, no es raro que «ocultemos» con celo cierta información personal, sobre todo cuando nos preocupa que nos juzguen con severidad o que los demás se formen una imagen negativa de nosotros. Y esos temores se extienden prácticamente a todos los entornos en los que nos desenvolvemos, desde la familia y la relación de pareja hasta los amigos. Sin embargo, todo parece indicar que ese miedo es exagerado.
Expectativas mal calibradas
Una investigación realizada en la McCombs School of Business pidió a un grupo de personas que imaginaran un secreto negativo y predijeran cómo los juzgaría alguien si se lo contaban. Luego, cada participante debía revelar ese secreto a otra persona y contar cómo le había ido. Curiosamente, reconocieron que esperaban que los juzgaran peor. En otras palabras: las personas se mostraron más benevolentes de lo esperado.
Obviamente, cuando creemos que los demás pensarán que somos menos dignos de confianza, podemos vernos tentados a ocultar determinadas cosas. Sin embargo, en los experimentos esa revelación tuvo el efecto contrario. Las personas otorgaron a quienes se sinceraron una puntuación en honestidad y confiabilidad más alta de lo que estos esperaban.
Y esos resultados se replicaron en diferentes contextos. Los participantes divulgaron secretos a extraños, conocidos, amigos cercanos, familiares y parejas románticas logrando el mismo efecto: parecer más fiables y honestos de lo que suponían.
Cabe aclarar que nuestras expectativas suelen ser más precisas cuando se trata de cómo las personas cercanas responderán ante la revelación de un secreto, pero a pesar de ello, no se ajustaban por completo a la realidad ya que siempre tememos lo peor.
¿Ocurre con todos los secretos?
Por supuesto, todos los secretos no son iguales. Pero los participantes del estudio revelaron una amplia gama de información negativa, desde admitir que nunca habían aprendido a andar en bicicleta hasta confesar una infidelidad.
Una vez más, tenían que predecir el impacto que las revelaciones más serias tendría sobre los demás. Sin embargo, incluso en esos casos, sobrestimaron las consecuencias negativas.
No cabe duda de que la magnitud de lo que revelamos puede afectar el juicio y la imagen que los demás tienen de nosotros, pero en sentido general, la honestidad suele ser bien recibida – salvo contadas excepciones.
De hecho, constatar que revelar secretos no tenía un impacto tan negativo como esperaban, animó a los participantes a ser más honestos en su día a día. Las cifras indican que solo el 56% de las personas estaría dispuesta a reconocer que acaba de mentir, pero si supieran que no les juzgarían mal por ello, el 92% optaría por revelar la verdad.
Guardamos secretos por la razón equivocada
Esta investigación nos demuestra que en la mayoría de los casos podríamos estar cargando con secretos por la razón equivocada; es decir, para evitar que los otros nos juzguen con demasiada severidad o se formen una imagen negativa.
Lo cierto es que tenemos la tendencia a sobreestimar el impacto negativo de nuestras revelaciones. Ese drama que creamos en nuestra mente nos impulsa a guardar secretos y arrastrar la carga psicológica que suelen suponer.
¿A qué se debe?
Cuando pensamos en transmitir una información negativa sobre nosotros mismos, a menudo nos enfocamos en el contenido del mensaje. Eso puede llevarnos a imaginar que la persona reaccionará de manera terrible.
En cambio, quienes nos escuchan a menudo se centran en las características positivas que han sido necesarias para revelar este secreto, como la confianza, la honestidad y la valentía de mostrar nuestra vulnerabilidad.
Esa discrepancia entre nuestras expectativas y la realidad, entre nuestro foco y el de quienes nos escuchan, también guarda relación con el efecto pratfall, según el cual, cometer pequeños errores nos vuelve más simpáticos ante los ojos de los demás porque las personas pueden sentirse más identificadas con nosotros.
Por otra parte, también debemos tomar nota de que la calidez, comprensión y empatía que mostremos hacia los demás cuando nos revelan un secreto es fundamental para construir una relación de confianza y sinceridad. Nuestra respuesta está condicionando sus expectativas y de ella dependerá si en un futuro vuelven a confiar en nosotros o no.
Por consiguiente, quizá no sea necesario guardar tantos secretos. A fin de cuentas, lo que ocultamos nos distancia mientras que la autenticidad nos conecta a un nivel más profundo.
Referencia Bibliográfica:
Kardas, M. et. Al. (2023) Let it go: How exaggerating the reputational costs of revealing negative information encourages secrecy in relationships. Journal of Personality and Social Psychology; 10.1037.
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