La fuerza de voluntad es un ingrediente esencial para el éxito, para lograr las metas que te propongas a lo largo de la vida. Sin embargo, a menudo fallamos porque nos falta precisamente la fuerza de voluntad. De hecho, no es extraño que comencemos un proyecto con mucho entusiasmo pero a medida que avanzamos vayamos perdiendo ese ímpetu inicial y después lo dejamos antes de terminar. ¿Qué ha sucedido?
Las 5 razones por las que pierdes la fuerza de voluntad
1. Exceso de autocontrol. Puede parecer un contrasentido pero lo cierto es que la fuerza de voluntad es más bien un juego de equilibrio, no es una capacidad inagotable sino algo que debemos dosificar con inteligencia. Un estudio sobre la autoindulgencia demostró que somos más proclives a caer en las tentaciones cuando hemos pasado toda una jornada ejerciendo el autocontrol. También se sabe que las personas son más propensas a la infidelidad por las noches, y no es casualidad, se debe a que sus reservas de autocontrol se han agotado a lo largo del día.
Por tanto, en ocasiones, el exceso de fuerza de voluntad se convierte en tu peor enemigo para lograr tus metas. Afortunadamente, la solución es muy sencilla: esfuérzate en las tareas que realmente valen la pena y date un respiro en aquellas que no son tan importantes.
2. Sesgo de la moderación. La inmensa mayoría de las personas sobrestima su fuerza de voluntad. Por eso los gimnasios se suelen llenar durante los primeros meses del año y se vacían rápidamente, apenas pasan unas semanas. Básicamente, pensamos que somos más fuertes, controlados y perseverantes de lo que somos en realidad. Por tanto, no te expongas a situaciones que puedan representar una tentación porque podrías caer en sus redes más fácilmente de lo que crees.
3. Creencias negativas demasiado arraigadas. Imagina que tu objetivo es llegar a la segunda planta de un centro comercial y tienes que usar unas escaleras eléctricas, solo que estas, en vez de subir, están bajando. Como podrás suponer, tendrás que esforzarte muchísimo para llegar a tu destino. Pues bien, las creencias arraigadas son esas escaleras mecánicas que te empujan hacia atrás.
Por ejemplo, si quieres alcanzar un puesto de mayor responsabilidad en tu trabajo o emprender un proyecto muy ambicioso, una creencia contrapuesta que te puede retrasar consiste en pensar que no eres lo suficientemente bueno o inteligente como para lograr lo que te propones. Obviamente, para contrarrestar estas creencias, primero tendrás que buscarlas y después, cambiar estos pensamientos con ideas que te motiven al éxito.
4. No tener en cuenta el contexto social. Nadie es una isla completa en sí mismo, lo sabemos pero a menudo desestimamos esta idea, sobre todo cuando nos planteamos determinadas metas. Es decir, establecemos los objetivos como si su consecución dependiese solo de nosotros y nos olvidamos de que vivimos en un contexto social, que está lleno de tentaciones que pueden aparecer bajo las formas más diversas.
Por ejemplo, dejar de fumar cuando se pertenece a un grupo donde todos son fumadores empedernidos, no es imposible pero sin duda alguna será más difícil, es como subir una montaña con un peso atado a la cintura. Por tanto, al plantearte una meta, asegúrate de que también estás preparado para enfrentar los obstáculos.
5. Falta de sueño. Muchas veces, cuando nos involucramos en ciertos proyectos, somos víctimas del eustrés. Es decir, la motivación nos da una dosis extra de energía que nos permite mantenernos despiertos durante más horas de lo aconsejable. Obviamente, a la larga, la falta de sueño pasa factura, sobre todo a la fuerza de voluntad. Por consiguiente, si te estás planteando un proyecto ambicioso y quieres que llegue a buen puerto, asegúrate de dormir las horas necesarias, así estarás “recargando” la fuerza de voluntad.
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