¿Recuerdas la primera vez que escuchaste tu voz? Probablemente te habrás sorprendido al notar que la voz que oíste en el audio no era la misma que escuchabas día tras día. En algunos casos podemos pensar que es una voz totalmente diferente y nos preguntamos cómo es posible. Lo más interesante es que la mayoría de las personas odia su voz, se pregunta cómo es posible que exista una brecha tan grande entre lo que escucha todos los días y la grabación.
En realidad, la explicación es muy sencilla: el sonido que sale de nuestra boca se mueve a través del aire hacia nuestros oídos y llega hasta el canal auditivo externo, pasando por el tímpano y llegando hasta la cóclea. Este proceso se llama conducción aérea pero como la boca está tan cerca del oído, el proceso es casi instantáneo.
No obstante, cuando hablamos, además de expulsar el sonido hacia fuera del cuerpo, este también se mueve a través de nuestra estructura ósea mediante los tejidos de la cabeza que, por sus características, refuerzan las vibraciones de baja frecuencia. Como resultado, la voz adquiere un tono más grave. Como podrás suponer, la conducción interna prevalece sobre la conducción aérea por lo que escuchamos una suerte de “eco” de nuestra voz.
Obviamente, los micrófonos no graban esa reverberación de los huesos sino las ondas sonoras que se transmiten por el aire por lo que las frecuencias más graves desaparecen y por eso nos parece que nuestra voz es más «fea».
Esta es la explicación física al por qué no nos gusta nuestra voz. Sin embargo, también hay una explicación psicológica. De hecho, investigadores del Albright College llevaron a cabo un experimento muy interesante: le pidieron a 80 personas que escuchasen diferentes voces y las calificasen según su grado de atractivo. Lo curioso fue que los investigadores incluían en la grabación las voces de las propias personas pero estas no las reconocieron y las calificaron como más atractivas.
Entonces, ¿por qué somos tan críticos con nuestra voz cuando la reconocemos?
Los investigadores piensan que la clave está en la diferencia entre nuestras verdaderas capacidades y la percepción de estas. En práctica, muchas personas piensan que son más atractivos y simpáticos de lo que en realidad son. Se trata de un mecanismo de defensa que nos ayuda a mantener una buena autoestima. Obviamente, al confrontarnos con la realidad, esta nos resulta peor de lo que imaginábamos porque teníamos una expectativa irreal y demasiado alta.
Fuente:
Hughes, S. M. & Harrison, M. A. (2013) I like my voice better: Self-enhancement bias in perceptions of voice attractiveness. Perception; 42(9): 941–949.
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