Un elevado porcentaje de las personas que me contactan tienen una problemática común: quieren deshacerse de sus preocupaciones excesivas. Como digo en mi libro La muerte del caballo alado: “Nuestras preocupaciones oscilan desde nuestro desasosiego por la existencia de las centrales electro nucleares hasta la picada inocua de una hormiga”. Aunque probablemente Wayne resumió este sentir en una frase magistral: “La preocupación es endémica de nuestra cultura”.
No obstante, esto no indica que vivir con la preocupación sea algo sano, todo lo contrario. Usualmente la preocupación crónica (como también se le llama), conduce a intentos vanos de controlar el medio asumiendo una postura hipervigilante que termina provocando serios problemas en nuestra capacidad para planificar el futuro (en el mejor de los casos, pues también puede desencadenar diferentes patologías como la diabetes, la hipertensión o los accidentes cerebrovasculares).
Aunque la preocupación crónica es un problema casi intrínseco a las personas (en los EUA, según el Instituto Nacional de Salud Mental, se estima que entre el 2 y el 3% de la población la padece); solo en el año 1980 se comenzaron a dar pasos verdaderamente serios en este sentido. En aquella época, Thomas Borkovec, psicólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania, encontró que los pensamientos intrusos son la principal causa del insomnio.
Borkovec, uno de los mayores investigadores en el campo de la preocupación humana, definió tres grandes fuentes de preocupaciones: los pensamientos recurrentes, la evitación de los resultados negativos y la inhibición de las emociones. Curiosamente, este psicólogo descubrió que las personas que tienden a padecer de preocupaciones crónicas, suelen preocuparse por hechos que raramente ocurren.
En el año 2005 Stefan Hofmann, psicólogo de la Universidad de Boston, utilizó el EEG para medir la actividad en la corteza prefrontal, antes y después de que 27 estudiantes diesen un discurso en público. Así se pudo comprobar que la actividad en la corteza frontal izquierda aumenta cuando las personas se preocupan, por lo cual se hipotetiza que ésta zona desempeña un rol esencial en las preocupaciones.
De hecho, muchos investigadores han afirmado que mientras más nos preocupamos por algo, esta idea se hace más real e incontrolable. En el 1987 ya Daniel M. Wegner, psicólogo de la Universidad de Harvard, había descubierto que muchas personas cuando intentan no pensar en algún tema específico, éste termina por llegar una y otra vez a su mente produciendo el Efecto Rebote.
En este experimento se les pidió a las personas que no pensaran en un oso blanco. Los participantes se quedaban solos en una habitación con un micrófono y una campanilla y debían hablar de cualquier tema de su elección. En cierto punto se interrumpía su discurso y se les pedía que no pensasen en un oso blanco. Cada vez que la persona pensaba en un oso blanco debía sonar la campanilla. Como promedio, cada participante sonó seis veces la campanilla en los cinco minutos posteriores a la orden.
Según Wegner, el principal problema de la orden de “no pensar” es que debido a un mecanismo consciente de evitación, la idea continúa en nuestra mente y así nos mantenemos rumiando las mismas preocupaciones. Otro mecanismo a nivel inconsciente también corre paralelo a nuestro intento consciente de eliminar los pensamientos indeseados y es que asumimos una actitud hipervigilante que sensibiliza a nuestro cerebro con el tema que deseamos evitar. En este caso la amígdala y la ínsula anterior son las principales responsables.
En el año 2008 se publicó un estudio en la revista Psychological Science donde se apreció la actividad cerebral de los participantes cuando se les ponía ante la perspectiva de la pérdida de una cantidad significativa de dinero. Se apreció una actividad elevada de la ínsula anterior. Los investigadores concluyeron que esta región del cerebro se activa en respuesta a las preocupaciones. Curiosamente, en el 2009, Jack Nitschke, psicólogo de la Universidad de Wisconsin, apreció una activación de la amígdala cuando las personas esperaban ver imágenes disturbadoras.
Aún así, se conoce que aunque las preocupaciones disparan nuestro circuito emocional (fundamentalmente la amígdala y la ínsula), las personas con preocupación crónica mantienen sus respuestas emocionales bajo control por lo que se postula que el verdadero mecanismo cerebral de base para la preocupación crónica radica en el lóbulo frontal.
Esta distinción es muy importante ya que existen muchos especialistas que postulan que las personas con preocupación crónica comprometen la habilidad fisiológica del cuerpo para reaccionar ante los eventos traumáticos de forma que son particularmente propensos a presentar problemas cardiovasculares. A esta conclusión arribaron especialistas de las universidades de Columbia y de Leiden que apreciaron que la preocupación crónica aumenta el ritmo cardiaco en reposo pero disminuye la variabilidad en el ritmo del corazón. En otras palabras, sus corazones se demoran más en regresar al ritmo normal cando evidencian una alteración. Como puede presuponerse, estos periodos prolongados de estrés debilita el funcionamiento endocrino e inmune.
Fuentes:
Nitschje, J. et. Al. (2009) Anticipatory Activation in the Amygdala and Anterior Cingulate in Generalized Anxiety Disorder and Prediction of Treatment Response. American Journal of Psychiatry; 166(3): 302–310.
Brosschot, J.; Gerin, W. & Thayer, J. (2006) The Perseverative Cognition Hypothesis: A Review of Worry, Prolonged Stress-Related Physiological Activation, and Health. Journal of Psychosomatic Research; 60(2): 113–124.
Hofmann, S. Et. Al. (2005) The Worried Mind: Autonomic and Prefrontal Activation during Worrying. Emotion; 5(4): 464–475.
Borkovec, T. & Hu, S. (1990) The Effect of Worry on Cardiovascular Response to Phobic Imagery. Behaviour Research and Therapy; 28(1): 69–73.
ZigZag dice
Este es un tema que no deja fuera a nadie. Ser conscientes de que es (y no es) importante, a nivel personal y social es algo muy importante, casi "la clave" diría yo.
Otro tema que me interesa mucho es el de los porcentajes… he leído sobre muchos trastornos y problemas de tipo mental, y si vas sumando los porcentajes de personas que padecen X problemas llegas a…. bueno, mas de mil seguro.
Desde esta "preocupación crónica" a TOC, trastornos de la personalidad, ansiedad generalizada y cualquier otro problema… solo hablando de las neurosis jaja
Al final, todos tenemos un promedio de… muchas neurosis sin contar las posibles psicosis y perversiones.
"Oye Chaparron, la gente sigue diciendo que tu y yo estamos locos" jaja
Juancho dice
Ups, me confundí de cuenta, yo soy ZigZag
ani dice
Realmente la preocupacion cronica hace mella en el organismo y muchas veces la somatizamos.
Debemos hacer un bloqueo de pensamientos para no seguir atormentandonos vanamente.
Interesante articulo Jennifer, gracias.
Jennifer Delgado Suarez dice
Ani y Juancho,
Creo que el principal problema de la preocupación crónica es que muchas veces las personas no son conscientes de ella por lo cual, como bien dices, terminan somatizando sus pensamientos y llegan a causarse daño.
La clave, como afirma Juancho, está en percatarse del momento en el cual nos convertimos en víctimas de la preocupación contraproducente. Concientizarlo es el primer paso para poder detener la avalancha de pensamientos negativos, muchos de los cuales, irrisoriamente, nunca llegan a producirse porque no son sino una hiperbolización del mundo real.
Anónimo dice
Muy interesante tu post!
Lo cierto es que acabo de abrir un blog y me gustaría saber si podrías poner un enlace a mi blog y poner yo otro enlace a tu web.
Gracias de antemano un saludo!
http://www.psicologiaypnl.blogspot.com
Juan dice
Muy interesante!
>"La clave, como afirma Juancho, está en percatarse del momento en el cual nos convertimos en víctimas de la preocupación contraproducente"
Sinceramente no creo que con darse cuenta alcance, para nada. El tema es poder modificarlo.
Jennifer Delgado Suarez dice
Juan,
No creo que podamos cambiar nada si primero no nos percatamos de qué anda mal. Siempre he considerado que el primer paso para lograr un cambio verdaderamente importante es analizar qué nos sucede.
Luego, obviamente, si no actuamos en consecuencia, tampoco resolvemos el problema.
Desde mi perspectiva existe una diada inseparable para resolver los problemas relacionados con la psiquis: autoconocimiento-proactividad.
Juan dice
Gracias por el comentario.
No veo cómo un fóbico o un depresivo puedan ser proactivos y salir de su casa.
Darse cuenta es un primer paso, pero un paso ínfimo y sobrevalorado. Cualquiera puede darlo. Seguir caminando es la cosa. Sinó pareciera que los problemas psicológicos son por falta de entendimiento y bastaría leer un libro.
Jennifer Delgado Suarez dice
Juan:
Creo que debe hacerse una diferenciación importante: en primer lugar el artículo se refiere esencialmente a la preocupación en las personas que no presentan una psicopatología propiamente dicha. Desde esta perspectiva, hay muchos que ni siquiera se dan cuenta de cuábto daño se están causando con su forma de enfrentar la cotidianidad.
Luego, si hablamos de patologías, obviamente, percatarse de su estado será más fácil en algunos casos y menos en otros. Por ejemplo, como bien dices, usualmente las personas con depresión, ansiedad o fobias suelen tener crítica de su problema; por ello lo esencial es ser proactivo.
No obstante, en otras problemáticas como las adicciones o la anorexia no siempre las personas concientizan el daño que conllevan sus comportamientos. Entonces, para que la persona logre asumir la terapia, es esencial que reconozca que tiene una problemática.
De la misma forma, hay muchas personas que llegan a la consulta presentando un "problema a solucionar" cuando en realidad en la base, tienen otra problemática irresuelta que es la verdadera fuente del malestar. Es por ello que considero tan importante ambos factores: autoconocimiento y proactividad. Obviamente, cada terapeuta deberá ser capaz de determinar en qué medida éstos son necesarios (y analizando cada caso individual).