Probablemente a muchos les ha sucedido: están inmersos en una situación comprometida donde se sienten muy incómodos pero no pueden evitar la risa, aún cuando saben que es una respuesta totalmente inapropiada. ¿Por qué sucede esto? ¿Es una estrategia automática dirigida a los otros para esconder nuestro desagrado o es una estrategia dirigida a nosotros mismos en un intento de reconfortarnos?
En la Universidad Lawrence registraron videos de 89 hombres y mujeres mientras observaban filmes de contenidos: desagradable, divertido o neutro. Las personas disfrutaban de los filmes en compañía de otros o solos frente a la pantalla.
Se pudo observar que mientras más desagradable era el contenido del filme proyectado más incómodos se sentían los participantes y más reían.
Al finalizar la prueba, las personas que más habían reído se sentían menos incómodas en comparación con las que controlaron la risa.
En este punto de la investigación se ha demostrado que reír es una estrategia personal para controlar la incomodidad propia pero… esto no es todo…
Los que asistían a las proyecciones en compañía de otras personas reían más que aquellos que veían los filmes solos. Por lo cual, reír también podría ser una estrategia para esconder los sentimientos propios.
Así, los investigadores indagaron sobre los criterios y juicios de los participantes en relación con sus compañeros de proyección. Las personas más risueñas eran enjuiciadas como menos agradables y con un comportamiento inapropiado. ¿Qué nos indican estas valoraciones? Todos sabemos perfectamente que reír en situaciones de incomodidad no es adecuado, no obstante, no lo podemos evitar porque es una estrategia que se activa de manera semiautomática para contrarrestar el estado de ánimo individual.
De esta forma, la risa embarazosa tiene una función eminentemente autorreguladora. Cuando estamos frente a las personas la necesidad de reír para contrarrestar estas emociones se hace mayor porque, a la incomodidad intrínseca de la situación, se le suma la incomodidad de develar públicamente nuestras emociones.
Conociendo esto, quizás la próxima vez que veamos reír a alguien en una situación embarazosa podremos ser más indulgentes en su valoración.
Fuente:
Ansfield, M. E. (2007) Smiling When Distressed: When a Smile Is a Frown Turned Upside Down. Personality and Social Psychology Bulletin; 33(6): 763-775.
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