En algunas ocasiones las materias más inesperadas nos pueden dar una lección de vida. Tal es el caso del Español y sus reglas gramaticales.
Para aquellos que no dominan muy bien las reglas básicas del Español les explicaré grosso modo que normalmente la unidad comunicativa es una oración que consta de dos partes esenciales: el sujeto y el predicado. El sujeto es quien realiza la acción y el predicado encierra la acción en sí expresada a través del verbo.
En algunas ocasiones el sujeto se encuentra presente en la oración: “Yo limpié la casa”.
Pero en otras ocasiones el sujeto se encuentra ausente, entonces se habla de sujeto elíptico o tácito: “Limpié la casa”. Obviamente, en estos casos es posible conocer quién limpió la casa pero no se especifica ya que no es necesario.
No obstante, en algunas ocasiones en nuestra comunicación cotidiana abusamos del sujeto elíptico y esto se convierte en el principio de la irresponsabilidad.
Otras veces utilizamos correctamente el español pero el sujeto no posee ninguna lógica. Por ejemplo, en cualquier consulta de Psicología es muy común escuchar a una mujer que se queja porque asevera que: “No se ha limpiado” u “Hoy no se ha fregado”.
Evidentemente, la casa no se limpia a sí misma y los platos no se lavan por sí solos. La queja de esta mujer está dirigida al hecho de que sus hijos o su esposo no colaboran en las tareas domésticas. Sin embargo, cuánto nos cuesta utilizar adecuadamente los sujetos. ¿Por qué? Sencillamente porque la queja con un sujeto impreciso o ausente no está dirigida a nadie, no culpabiliza pero tampoco responsabiliza a nadie.
Este tipo de comunicación es inexacta, expresa una queja pero no indica responsabilidades ni una forma posible para solucionar la problemática. Así, en términos de relaciones interpersonales, los predicados sin sujeto se convierten en frases que producen molestia, tanto en la persona que se expresa como en la que escucha.
Cuando nos comunicamos debemos intentar ser lo más explícitos posibles, de esta forma evitamos malos entendidos o presuposiciones. Un predicado sin sujeto puede esconder nuestro miedo a poner los puntos sobre las ies o quizás puede ser la muestra de que aún no hemos hecho consciente el hecho de que la responsabilidad es compartida: tanto de nosotros como de la otra persona.
Otro tanto sucede en el ámbito laboral: “No se ha cumplido el plan”, “No se han logrado los objetivos”. Pero… ¿quién o quienes no han cumplido o no han logrado los objetivos? Evidentemente, si no vamos al meollo del asunto nunca lograremos encontrar una solución verdaderamente satisfactoria.
En este sentido vale destacar que el sujeto de una oración (psicológicamente hablando) puede asumir esencialmente tres tipologías:
1. Alguien. “Alguien no limpió o no cumplió el objetivo propuesto” Y en este caso nos estaríamos refiriendo a una persona concreta.
2. Alguienes. Ahora rompo con las reglas del español a propósito para indicar que ciertas personas son los responsables de una acción.
3. Un concepto. Que evidentemente, no se creó solo sino que fue originado por alguna persona o grupo.
Ser capaces de ubicar correctamente el sujeto de una oración es dar el primer paso hacia la solución, es comprometer a la otra persona con el cambio y es también respetarnos a nosotros mismos. Eso sí, no se trata de buscar culpables e iniciar una cacería de brujas sino de delimitar responsabilidades y aprender a expresar lo que verdaderamente sentimos de una manera asertiva.
Miguel dice
muy buena esta….
sobre la responsabilidad esta casí toda la salud mental…