¿Tienes novia – o novio?
Parece una pregunta inocente, si no fuera porque está dirigida a un niño o una niña. Puede surgir en todo tipo de contextos o salir de la boca de cualquier persona, lo mismo un abuelo en una cena familiar que la madre de otro niño mientras los peques están jugando en el parque. Sin embargo, aunque parece una cuestión banal, una de esas preguntas que se hace por costumbre, en realidad no es tan inofensiva.
Obviamente, todos somos conscientes de que un niño que aún no levanta un palmo del suelo no puede mantener una relación de pareja, pero a pesar de ello, lanzamos la pregunta. El niño responde lo primero que le cruza por la mente – sin ser plenamente consciente de lo que está diciendo. Pero la semilla está plantada y es probable que comience a cuestionarse algunas cosas o comience a ver sus relaciones bajo un prisma diferente.
La innecesaria hipersexualización de la infancia
Las cuestiones sobre el género o la sexualidad no deben ser un tema tabú con nuestros hijos. Pero es importante adaptar la cantidad de información que se ofrece a su edad, nivel de comprensión e intereses naturales. Y, sobre todo, es fundamental abordar estos temas sin estereotipos ya que nuestras actitudes pueden dejar una marca bastante profunda que los acompañe durante gran parte de su vida.
En sentido general, los niños comienzan a distinguir el género alrededor de los 3 o 4 años, pero no suelen trasladar esas diferencias a su forma de relacionarse y, si lo hacen, suele ser porque imitan a los adultos o estos los empujan de alguna u otra forma. Los niños pequeños no conocen el significado de la atracción o el enamoramiento, solo piensan en jugar, experimentar y descubrir el mundo.
De hecho, cuando los niños utilizan la palabra “novio” o “novia” generalmente se refieren a un amigo o una amiga especial con quien comparten intereses, juegos y risas. Y utilizan esa palabra porque los adultos la han usado antes para indicar a esa niña o niño con quien tienen un vínculo más estrecho.
Un pequeño de 4 o 6 años podría ser capaz de explicar qué es un novio o una novia, pero realmente no entiende su significado. Por ese motivo, cuando un adulto utiliza el término novio o novia para referirse a un buen amigo, genera confusión en un niño que todavía está explorando su universo afectivo, aprendiendo a identificar sus emociones y las de los demás, intentando encontrarles un sentido.
Por supuesto, soy consciente de que la pregunta “¿tienes novia?” suele ser un intento de los adultos de entablar una conversación con los niños. Generalmente lo hacen con buenas intenciones, simplemente por costumbre – quizá porque a ellos mismos también se lo preguntaron en su momento. No obstante, preguntar a un niño o una niña si tiene novio o novia implica – de cierta forma – sexualizar la infancia porque se les atribuyen deseos, ideas e intenciones que los pequeños no tienen.
Si le preguntamos a un niño quién es su novia o quién le gusta, estamos normalizando que a su edad puedan tener un amigo cercano, lo cual fomenta la hipersexualización infantil. De esta forma, sin darnos cuenta, podemos acelerar conductas que no son propias de la infancia pero que aprobamos con nuestros comentarios y risas.
Aunque no sea nuestra intención, con esa pregunta animamos a los niños a parecerse a los adultos y asumir roles que no se corresponden con su etapa de desarrollo. Los alentamos a quemar etapas. Sin embargo, a una edad temprana, los niños y las niñas solo quieren jugar, divertirse y explorar sin etiquetas que los limiten.
¿No podemos ser amigos?
La pregunta: “¿tienes novia?” también representa las primeras expectativas heteronormativas a las que se exponen los pequeños. O sea, los adultos asumen que, si es un niño, le gustarán las niñas – y viceversa. Así comienza el adoctrinamiento de género que muchas veces impide a los pequeños explorar su identidad. Esa pregunta comienza a encasillar a los pequeños en roles de género, cuando en realidad todos deberíamos entender que somos personas, simplemente, sin más adjetivos.
También comienza a transmitirles una idea aún más arcaica: que hombres y mujeres no pueden mantener una relación de amistad cercana. Como adultos, con nuestros comentarios aprobamos o desaprobamos las relaciones que mantienen los niños con sus pares, de manera que terminamos condicionándolos.
Así comenzamos a influir en la manera en que los niños y las niñas se relacionan entre sí. Los pequeños, que al inicio no atribuyen sus relaciones con los demás a nada más que a la amistad, aprenden que aquellos a quienes consideraba sus compañeros de juego, en realidad se dividen en dos categorías: sus amigos y sus potenciales parejas.
De hecho, los niños más mayorcitos – alrededor de 8 años – incluso pueden comenzar a evitar tener amigos del otro género para eludir comentarios jocosos de los demás y no sentirse avergonzados. Por ese motivo, cuando preguntamos a los niños o niñas si tienen novia o novio, de cierta forma les estamos advirtiendo de que existe una forma diferente de comportarse según con quién estén, por lo que al final fomentamos un cambio en la forma de relacionarse con sus amigos.
En resumen, aunque detrás de la pregunta “¿tienes novia?” se esconda la mejor de las intenciones, lo cierto es que los adultos deberían fomentar las relaciones de amistad entre los niños. Sin más. Interpretar las conductas sociales de los pequeños, como compartir tiempo y juegos, como relaciones de noviazgo crea diferencias entre ellos, confunde su aprendizaje emocional y puede distanciarlos de aquellos amigos con los que comparten más intereses y preferencias simplemente porque son del género opuesto.
Por tanto, la próxima vez que quieras entablar conversación con un niño y mostrarte amable, esfuérzate un poco más a la hora de romper el hielo y no recurras a este tipo de tópicos. No solo son de mal gusto y no tienen sentido, sino que sus implicaciones en el desarrollo infantil pueden ser enormes.
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