Las emociones son necesarias e importantes, pero tienen una mala costumbre: arrastrarnos con ellas haciéndonos pensar que lo que sentimos es la realidad. Como resultado, cuando estamos ansiosos, angustiados o agobiados, nos cuesta pensar con claridad. Las emociones, en particular las negativas, suelen alimentar diferentes tipos de pensamientos catastróficos que nos hunden aún más.
Salir de esa espiral no es fácil, pero podemos romper ese bucle si nos planteamos las preguntas adecuadas. Esas preguntas nos ayudarán a asumir una distancia psicológica de lo que ocurre, dar un paso atrás para recuperar la calma y decidir cómo actuar.
Las preguntas para calmar la ansiedad que debes plantearte
La mente humana tiende a exagerar las amenazas cuando nos sentimos ansiosos, haciendo que interpretemos las situaciones de manera más negativa de lo que realmente son. Cuando esas emociones se vuelven abrumadoras, pueden paralizarnos o empujarnos a tomar malas decisiones. Sin embargo, cuestionar activamente nuestros pensamientos puede reducir significativamente ese nivel de angustia y ansiedad.
1. ¿Qué necesito ahora mismo?
La ansiedad, el estrés y la angustia son respuestas ante una situación que nos supera y que percibimos como una amenaza. Sin embargo, en la base de esos sentimientos suele esconderse el miedo. Puede tratarse del temor a no ser capaz de superar ese obstáculo o a la incertidumbre que genera. Por tanto, es probable que lo que más necesites cuando te encuentres en ese tipo de situaciones sea seguridad y serenidad. Intenta hacer algo que te devuelva la sensación de paz interior.
2. ¿Qué puedo controlar?
La ansiedad suele estar íntimamente ligada a la incertidumbre y la sensación de falta de control. Pero lo cierto es que no podemos controlar muchas cosas, por lo que cuanto antes lo asumamos, mejor. Definitivamente, no puedes controlar a otras personas y muchas veces tampoco puedes controlar cómo se producen los acontecimientos, pero puedes autocontrolarte y decidir cómo respondes a las circunstancias. Elige enfocar tu energía en aquello sobre lo que realmente tienes poder. Intenta hacer algo que te devuelva la sensación de control.
3. ¿Cambiará algo si me preocupo?
“Libérate de las preocupaciones como te liberas de la ropa antes de ir a la cama”, decía Napoleón Bonaparte. Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo, pero si queremos detener el bucle de la ansiedad debemos ser conscientes de que las preocupaciones alimentan ese estado de angustia. En la mayoría de los casos, preocuparse es como salir de casa con un paraguas durante un día de cielo despejado esperando que llueva. Al rato, el paraguas/preocupación comenzará a molestar, se volverá más pesado y se interpondrá en nuestro camino. Lo mismo ocurre con las preocupaciones, así que si no puedes solucionarlo inmediatamente, pospón esa preocupación hasta que puedas cambiar algo.
4. ¿Qué puedo soltar o dejar ir ahora mismo?
La sensación de ansiedad y angustia muchas veces llega acompañada del agobio. Es probable que el exceso de preocupaciones, obligaciones, tareas o expectativas estén contribuyendo de alguna forma a alimentar ese estado. Por tanto, aunque la tendencia natural de la mayoría de las personas es a aferrarse, si quieres reducir la ansiedad, pregúntate qué puedes dejar ir ahora mismo que te ayude a sentirte más ligero. Fíjate fundamentalmente en las cargas que te autoimpones y decide liberarte al menos de una de ellas.
5. ¿Por qué me siento agradecido ahora mismo?
La ansiedad suele crear una telaraña a nuestro alrededor que muchas veces nos impide ver más allá de la red en la que estamos atrapados. Una forma de romper ese bucle consiste en esforzarnos por ver todo lo positivo que tenemos en la vida y que normalmente damos por descontado. Se trata de hacer un alto para realizar un ejercicio de gratitud que te permita apreciar lo bueno y agradable que tienes en tu vida. Eso te hará sentir bien, reducirá las hormonas del estrés y te ayudará a reencontrar el equilibrio mental.
Las emociones intensas pueden nublar nuestro juicio y distorsionar nuestra percepción de la realidad. Pero debemos recordar que, aunque poderosas, no tienen por qué determinar nuestra reacción. “Entre el estímulo y la respuesta existe un espacio. En este espacio se encuentra nuestro poder para elegir la respuesta. Y en nuestra respuesta descansa nuestra libertad y nuestra capacidad para crecer como personas”, explicaba Viktor Frankl.
Cuando nos planteamos las preguntas adecuadas, podemos crear un espacio de reflexión que nos permita ver con mayor claridad. Este proceso no solo nos ayuda a reducir la ansiedad, sino que también nos dota de herramientas para gestionar mejor nuestras emociones en el futuro. Cada vez que nos sentimos arrastrados por una tormenta emocional, tenemos la oportunidad de detenernos, cuestionar esos pensamientos y recuperar el control para tomar mejores decisiones.
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