El espíritu navideño arriba, de repente las personas se sienten particularmente unidas, particularmente prolijas, particularmente humanitarias… El ambiente es de fiesta, de reunión familiar, de recuento del año que va pasando y de planes para el año que vendrá.
Todo se repite año tras año, cual si fuese una monótona canción que sale de tocadiscos cuyo origen se perdió en el tiempo. Algunos me han pedido que hable de la Psicología y las Navidades. Debo reconocer que he buscado investigaciones científicas que hablen del tema pero como no las he hallado me decido entonces a escribir algo más personal.
En las Navidades las personas se acercan y se «olvidan» viejas rencillas, nos mostramos especialmente abiertos y prontos al perdón. Pero… ¿no es este el comportamiento que deberíamos exhibir durante el resto del año? Adoro pasar el fin de año con mi familia pero no son pocas las personas que me han comentado: «que lío, ¡tener que pasar otras navidades con la familia que nunca veo y con las cuales no tengo ningún tema de conversación!»
¿Por qué sucede esto?
Porque las Navidades son parte de una tradición y el término tradición muchas veces implica cero reflexión y cero rechazo, en otras palabras: aceptación absoluta sin cuestionarnos sus porqués. ¡Cuidado con el intento de variar lo que está establecido desde hace años, de generación en generación! En estos días, como no estoy en mi país natal, he tenido la oportunidad de convertirme en observadora de las tradiciones más curiosas, lo más insólito es que muchas de las personas a quienes preguntaba no sabían el por qué de los ritos que cumplimentaban ni conocían las raíces y creencias paganas que explicaban estos comportamientos.
Luego, la Navidad también se convierte en un alto en el camino, un análisis de lo que se ha logrado y cuanto nos queda por andar. Un momento verdaderamente especial si los planes que nos proponemos para el próximo año fuesen realmente llevados a cabo. ¿Cuantas cosas nos proponemos para el próximo año que se quedan en deseos?
– Bajar de peso.
– Dejar de fumar.
– Comenzar a practicar ejercicio.
– Ser una persona más flexible.
– Comunicar más con los amigos.
– Cambiar de trabajo.
– Hacer el viaje que siempre he soñado……………..
El problema radica en que nos dejamos envolver por el espíritu navideño y las metas que nos proponemos no corresponden a un análisis verdaderamente reflexivo sobre nuestras dificultades y potencialidades reales para poner en práctica lo que deseamos.
La Navidad es una época donde se supone que debemos ser más humanitarios y estar más unidos pero… ¿no sería mucho mejor ser humanitarios y estar unidos en el resto de los días del año? Si podemos ser mejores personas porque nos lo proponemos conscientemente durante las Navidades, entonces ¿por qué no proponernos ser mejores personas durante el resto de los días de nuestras vidas? ¿Por qué tenemos que competir para comprar el regalo más lujoso si lo mejor que podemos brindar de nosotros mismos es nuestro tiempo y nuestro cariño?
Créanme, es una reflexión que vale la pena.
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