
La esquizofrenia es un desorden extraordinario, dentro de la amplia gama de psicopatologías que existe. De hecho, siempre ha sido más fácil de identificar el comportamiento esquizofrénico que definir qué es la esquizofrenia. Aunque un criterio universalmente aceptado para el diagnóstico de la esquizofrenia consiste en descartar la presencia de otro trastorno neurológico o la existencia de un trastorno afectivo.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales ofrece una lista de cinco síntomas de la esquizofrenia:
1. Delirios o las creencias que distorsionan la realidad
2. Alucinaciones o percepciones alteradas, tales como escuchar voces
3. Lenguaje desorganizado, tales como declaraciones incoherentes o sin sentido
4. Comportamiento desorganizado o agitado en exceso
5. Varios síntomas «negativos», tales como el embotamiento emocional o la pérdida de interés por las actividades que antes eran normales y atractivas para la persona.
Obviamente, todas las personas no presentan todos estos síntomas. En realidad los síntomas observados son heterogéneos, lo que sugiere que los correlatos biológicos también serán diferentes.
Afortunadamente, hace décadas se pensaba que la esquizofrenia era una enfermedad progresiva con un deterioro notable y un final triste, pero este punto de vista es incorrecto. En la actualidad sabemos que la mayoría de los personas que sufren esquizofrenia se mantienen en un nivel bastante estable después de los primeros años de la enfermedad y realmente existe poca evidencia de que se produzca una disminución en el funcionamiento neuropsicológico. Los síntomas van y vienen pero la gravedad se mantiene relativamente constante después de los primeros años de deterioro.
El cerebro de una persona con esquizofrenia
En numerosos estudios se ha analizado la morfología general de los cerebros de los esquizofrénicos, tanto a través de los tejidos obtenidos en la autopsia como en las exploraciones con MRI y CT. Aunque los resultados son variables, la mayoría de los investigadores coinciden en que el cerebro de la persona con esquizofrenia pesa menos que los cerebros normales y que los ventrículos se agrandan.
También se ha sugerido que los esquizofrénicos tienen lóbulos frontales más pequeños, y se ha apreciado una reducción del número de neuronas en la corteza prefrontal y el hipocampo. Las células prefrontales tienen una organización dendríticas muy simple, lo que indica que probablemente se establecen menos sinapsis de lo normal. Hace algunos años se propuso que estas dificultades se deben a una disfunción en la zona del hipocampo.
Hoy los investigadores están usando neuroimagen funcional para estudiar la activación cerebral en las personas con esquizofrenia durante la realización de diferentes tests. Así, se ha apreciado que las personas sin problemas mentales muestran una activación significativa de la corteza prefrontal durante las pruebas de clasificación pero esto no sucede en quienes padecen esquizofrenia. Estas dificultades estarían causadas por anormalidades en la producción de la dopamina, un neurotransmisor esencial para el funcionamiento del lóbulo frontal.
Aunque aún falta muchísimo por descubrir al respecto, se conoce que estos problemas en el lóbulo frontal son los principales responsables de la conducta desorganizada que caracteriza a la esquizofrenia.
Los tipos de esquizofrenia
Basándose en las peculiaridades de la afectación neuropsicológica, existen algunos especialistas que prefieren asumir dos grandes síndromes:
– Tipo I, equivalente a la esquizofrenia aguda. Se caracteriza por síntomas positivos; es decir, un comportamiento excesivo con delirios y alucinaciones. El tipo I sería el resultado de una disfunción dopaminérgica y, por ende, es más sensible a los fármacos neurolépticos.
– Tipo II, equivale a la esquizofrenia crónica. Se caracteriza por los síntomas negativos, incluyendo el aplanamiento afectivo y la pobreza de expresión. El tipo II sería el resultado de anormalidades estructurales en el cerebro y respondería mal ante los fármacos antipsicóticos.
Fuente:
Kolb, B. & Whishaw, I. Q. (1980) Fundamentals of Human Neuropsychology. Freeman: San Francisco.
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