La psicoterapia siempre ha ejercido cierta fascinación en el imaginario popular, sobre todo entre quienes jamás se han sometido a este proceso. Por eso, no es extraño que la psicoterapia esté llena de mitos y que muchas personas acudan a la consulta con expectativas irreales.
En realidad, existen diferentes escuelas psicológicas y cada terapeuta desarrollará el proceso psicoterapéutico de manera diversa, según su enfoque y teniendo en cuenta las peculiaridades de la persona que solicita ayuda. Sin embargo, en líneas generales, existen algunas creencias erróneas que las personas suelen traer a la psicoterapia. A veces estas creencias se convierten en demandas que no siempre se pueden cumplir.
Mito 1: El olvido es la mejor forma de enfrentar los problemas.
Muchas personas llegan a la consulta con un reclamo muy preciso: desean olvidar alguna situación puntual de sus vidas. Como por el momento los psicólogos no tienen una varita mágica que pueda borrar del cerebro de sus pacientes una vivencia determinada (y en caso de tenerla no estoy segura de que fuese la estrategia más conveniente), lo que se suele realizar en la psicoterapia es trabajar sobre el suceso estresante.
Olvidar prematuramente casi siempre conduce a la represión del contenido, que se alojará en un plano subconsciente y desde ahí incidirá sobre nuestro estado de ánimo e incluso sobre nuestras decisiones futuras. El olvido es un proceso natural pero tiene sus propios tempos y estos no se deben saltar porque en cada una de sus etapas, la persona debe aprender a aceptar la situación y a convivir con ella.
Entonces… ¿cuál es el rol del psicoterapeuta?
El psicólogo acompaña a la persona a través del proceso de olvido que, dicho sea de paso, no es un olvido en el sentido más literal del término sino más bien la aceptación de la situación. Es decir, se le brindan las herramientas a la persona para que acepte la vivencia y esta no le genere una tensión negativa. Lo que se produce es un olvido de las emociones negativas asociadas a la vivencia. Obviamente, es un proceso que conlleva tiempo y que cada persona vivirá de una forma diferente.
Mito 2: La culpa es de los otros.
Cuando se comienzan a trabajar los diferentes problemas que aquejan a las personas que llegan a una consulta, tarde o temprano aparecen focos de culpa. Es decir, vivencias importantes que la persona achaca a otros. El ejemplo más usual es la persona que llega a la consulta responsabilizando a la pareja porque le fue infiel. Es cierto que la otra persona fue la que cometió el acto (y desde esa perspectiva tiene una mayor cuota de responsabilidad) pero eso no exonera al “traicionado” de su propia dosis de responsabilidad.
Hacer que cada persona asuma sus responsabilidades es un proceso complicado, sobre todo porque no todos están dispuestos a aceptarlas. Sin embargo, no se trata de un capricho del psicólogo ni de una tendencia sádica. Cuando una persona acepta sus responsabilidades, está dando el primer paso para tomar las riendas de su vida, para abandonar la actitud de víctima y para asumir una postura más fuerte que le ayudará a lograr muchos más objetivos.
Mito 3: La inseguridad es mala.
En la cultura popular se alaba el poder de la seguridad y por eso muchas personas piensan que la inseguridad es un mal a erradicar. Es cierto que lo ideal sería sentirnos seguros y confiados en todas las decisiones que tomamos pero en los últimos años, el mundo se está convirtiendo en un lugar que genera siempre más incertidumbre; por ende, vivir con la inseguridad y aprender a dominarla podría no ser tan negativo como pensamos.
En realidad, el deseo de tener seguridad a toda costa también podría comprenderse como una forma de escapar del presente, de evitar la ansiedad existencial o de intentar convencernos de que tenemos el control de todo lo que nos rodea. Cuando no nos sentimos seguros, aparecen los miedos y estos nos inmovilizan o nos hacen tomar decisiones inadecuadas. Por eso, aunque parezca un contrasentido, mientras antes aceptemos la incertidumbre, más seguros nos sentiremos. Se trata de una seguridad y una confianza que provienen de nuestro interior. De hecho, la psicoterapia es un proceso ideal para que las personas reconceptualicen sus ideas analizándolas desde una perspectiva diferente.
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